La Real sigue anclada en la mediocridad. El club parece acometer una propuesta ambiciosa en los despachos, pero el rendimiento de su equipo resulta paupérrimo. En cuanto puede aspirar a algo ilusionante no tarda en sentir el vértigo de los perdedores y en doblar la rodilla. La temporada es un fracaso absoluto y el efecto Eusebio se ha estancado. Por mucho que haya sumado bastantes puntos, porque tenía delito que esta plantilla corriera peligro de perder la categoría, la remontada se ha quedado en agua de borrajas.

Esta Real es una fuente de frustraciones y necesita un lavado de cara importante. No va a valer el manido "con un par de retoques será suficiente". Lo sentimos, pero no. Demasiados jugadores amortizados y acomodados. Sin ninguna ambición ni espíritu de superación. Después de una semana durísima, que reventó su estrella con una salida nocturna, hacía falta dar un golpe de autoridad. Era una obligación. Pero, una vez más, el equipo no estuvo a la altura de las circunstancias. La historia ya cansa.

La Real es una de las grandes decepciones de la temporada y lo peor de todo es que la sensación que parece ofrecer es que no es consciente de ello. Es como si en el club no estuviesen demasiado decepcionados con su trayectoria cuando nos vendieron un proyecto con aspiraciones a Europa. Ayer tenía el reto de engancharse a una casi imposible carrera por alcanzar la séptima plaza y el Celta, en uno de sus encuentros más pobres de su brillante campaña, hizo lo justo para derrotarle. La realidad es esta.

Este conjunto no está capacitado para aspirar a nada más que a salvarse sin apuros. Y hasta aquí ha llegado. Nada más. Bueno sí, la estela de amargura que deja a su paso. Nadie lo entiende. En Vigo también alucinaron con la actuación de los realistas. Como en la mayoría de plazas visitadas este curso.

un primer tiempo para olvidar Cuando todos esperábamos una reacción de casta y orgullo de la Real, el equipo completó una primera parte lamentable. Sin intensidad, ni identidad, ni ideas claras. Sin rumbo. Como perdido. Como si hubiera dado cinco pasos atrás de lo que llegó a avanzar cuando enganchó la racha de los cuatro triunfos consecutivos. Una pena. En toda la primera parte no fue capaz de generar juego, ni, por supuesto, ocasiones de peligro. Fue tan decepcionante como deprimente. Y, como llueve sobre mojado, la sensación es que este equipo se encuentra bloqueado, sin esperanzas de aspirar a nada mínimamente ilusionante. Una historia ya conocida por repetida.

Dicen que el Celta tomó como ejemplo a la Real para resucitar cuando estaba en Segunda. El aprendiz ha superado con creces al maestro. El Celta es un conjunto de verdad, que transmite, engancha y al que da gusto verlo. La Real es todo lo contrario. Su trayectoria es un cúmulo de fracasos. Y eso con la plantilla más cara de la historia. Muy triste.

Se esperaba un encuentro bonito y atractivo, entre dos equipos con una supuesta propuesta ofensiva, pero el primer acto fue de los más aburridos de la temporada. Con dos equipos respetándose demasiado y sin excesiva inspiración, lo que desencadenó en un duelo plano y sin brillantez. La Real no fue capaz de generar ninguna opción de peligro, mientras que el Celta, que no paró de buscar la espalda de Yuri con Aspas, solo produjo tres, un balance muy pobre para su habitual rendimiento esta temporada. Al cuarto de hora, sin que pasara nada reseñable, Nolito habilitó a Aspas, que dejó atrás a su marcador y superó a Rulli, que pudo hacer mucho más, con una sutil vaselina. Con la Real grogui, el andaluz probó suerte desde lejos y, casi al borde del descanso, Wass puso a prueba a Rulli con un centro desde dentro del área. Todo eso sin noticias del ataque de la Real y de sus supuestas estrellas.

En la reanudación, el duelo siguió en la misma línea. Al menos, el conjunto donostiarra adelantó líneas y pisó el área gallega, pero sin la inspiración necesaria para hacer daño a un Celta que tampoco tenía su día. Eusebio movió ficha pronto al sacar a Vela por Zaldua, lo que motivó que retrasara la posición de Reyes y que Illarra pasara a actuar de pivote y Aritz de lateral. Lo cierto es que el equipo mejoró algo y pasó a dominar, aunque en ningún momento ofreciera la certeza de poder empatar el duelo ante un rival que reculó de forma interesada y planeada. Prieto fue el primero en rematar a puerta con un suave cabezazo. El Celta siguió con su tarde gris y un disparo de Wass se fue alto tras un buen servicio de Nolito.

algo mejor A partir de ahí, la Real empujó mucho aunque sin claridad. Vela, del que se esperaba mucho más al estar, supuestamente, extramotivado tras ser perdonado, no abandonó su decadente rendimiento. El mexicano dispuso de una buena ocasión en la mejor jugada txuri-urdin, pero su chut se marchó a córner. Jonathas, que estuvo fatal, también dispuso de un par de opciones. Bruma firmó una buena internada, pero se topó con Sergio. Finalmente fue Illarra quien estuvo más cerca del gol, aunque, lamentablemente, demostró que no está preparado para esa empresa, con remates a cada cual peor. Incluso la tuvo en el descuento, pero la suerte también ha abandonado a esta Real, que solo recoge lo que ha ido cosechando a lo largo de la campaña. Amargura y depresión. Y son muchos meses ya.

Lo peor de todo es que lo que le queda ahora es una travesía por el desierto, en tierra de nadie, sin ninguna meta ilusionante por la que luchar y sin el peligro de perder la categoría. Pocas cosas hay más tristes que esa, que no hace más que multiplicar la indiferencia de una afición que cada vez demuestra estar más decepcionada como lo acreditan las flojas entradas que está registrando Anoeta. La Real necesita un lifting y una campaña de marketing para renovar y cuidar el sentimiento de su gente. Ayer en Balaídos volvió a defraudar y son muchas ya. El proyecto se va a pique. El último en salir que apague la luz... Sí, uno de esos engreídos que no son capaces ni de mirar a la cara a sus aficionados, a los que ni saludan pese a que han hecho un viaje de 800 kilómetros para verles. Así nos va.