Cada palo aguanta su vela
estos días me he vuelto a acordar mucho de la gente de bien del Atlético. Sobre todo de mi ex compañero y amigo Iñako Díaz-Guerra. Este periodista que escribe en el As unas crónicas sobre los partidos del Atlético certeras, divertidas y muy recomendables, siempre se ha mostrado muy crítico con los ultras de su equipo y con la complacencia que demostraba el resto de la grada en el Calderón cuando los asesinos mancillaban la memoria de Aitor Zabaleta. Viví once años en Madrid y puedo decir sin exageraciones que llegó un momento en el que no era recomendable para la salud que cualquier aficionado realista acudiera al Manzanares a ver a su equipo (sin que se le ocurriese animar, por supuesto) porque se te revolvían las tripas con los gritos que escuchabas desde la cloaca de su fondo.
Ya lo he contado alguna vez, pero cuando me despedí de él para venir a trabajar a este periódico, le dije: “No voy a parar hasta que cierren el Calderón por sus cánticos contra Aitor”. Por supuesto que se lo tomó a chufla, ya que estaba plenamente convencido de que no tenía nada que hacer. Desgraciadamente ha tenido que suceder otro asesinato para que el Atlético, 16 años tarde y un poco a regañadientes y como obligado, haya tenido que mover ficha para expulsar de su estadio a un tumor que salpicaba a toda su parroquia. Lo siento, sé que es duro, pero su inacción durante tanto tiempo les ha acabado por convertir en cómplices.
No puedo entender cómo tantos periodistas han escrito artículos alucinantes en los que solo les ha faltado decir que el ultra del Deportivo merecía ese final. Supongo que estarán también de acuerdo con reimplantar la pena de muerte o permitir la venta de armas, como sucede en Estados Unidos, para ir matándonos por la calle. Pero me repugna aún más su tibieza a la hora de señalar al Frente Atlético y su contundencia para mencionar a los radicales de Riazor Blues. Son los mismos impresentables que durante muchos años se refirieron a Zabaleta como “el aficionado de la Real que murió en los alrededores del Calderón”. No, hablen con propiedad por favor. Al que asesinaron a sangre fría por el único motivo de ser vasco y de la Real. Al igual que el ultra gallego, que no comparo con Aitor porque su caso no tiene nada que ver, pero a quién asesinaron con saña al lanzarlo (no “se cayó”) moribundo al río.
Tampoco me convenció la moderada postura de Aperribay a la hora de referirse al Atlético cuando no ha movido un dedo hasta este segundo asesinato, pero estoy de acuerdo con que hay que acabar con los violentos en el fútbol. Y con esto también me refiero a los nuestros, que son tan malos como la mayoría de ultras y que también han rozado la tragedia en muchas censurables y evitables ocasiones, y a sus cánticos deseando la muerte a quién sea.
Los dirigentes tienen la obligación de mostrarse más prudentes y no alimentar las confrontaciones. Como el presidente del Oviedo, Jorge Menéndez, al que no se le ocurrió otra cosa tras el sorteo de Copa que recordar su “deuda con la Real”, por ser “el equipo que nos bajó a Segunda”. Discrepo, los carbayones descendieron en 2001 por sus deméritos en 38 jornadas y porque perdieron en la última jornada en Mallorca (4-2). No hace falta que nos recuerde el episodio más negro de nuestra historia, el día que manchamos nuestro escudo en beneficio de un supuesto amigo. Lo pagamos años después y nos arrepentiremos el resto de nuestras vidas. Pero, señor Menéndez, no venga usted a darnos lecciones de nada, porque en un fútbol tan corrupto como el español, en el que se lleva el amiguismo y, como en el resto de ámbitos en este país, existe una ausencia de moral lamentable, todos han dejado de meter la pierna alguna noche para echar una mano al rival que le cae un poco mejor. ¿O es que se ha olvidado del famoso Sevilla-Oviedo en el que la afición local celebraba los goles asturianos pese a que en esa jornada su equipo perdió definitivamente la categoría con el 2-3 final? ¿O el poco disimulo con el que cayeron 3-8 ante el Valladolid que se salvó en la última jornada de la campaña 1995-96?
Pues eso, para flagelarnos por nuestros errores ya estamos nosotros. El Oviedo bajó por su mediocre campaña y se hundió por sus penosos dirigentes. A ver si, de una vez por todas, lavamos la ropa en casa antes de buscar excusas y culpables fuera. Seguros que nos iría a todos mucho mejor.