Sánchez contrapone el riesgo de la derecha a su minoría y a las críticas por corrupción
Junts acapara la sesión: llama “hipócrita” al presidente mientras ERC les acusa de que “el negocio es su patria”
En política, sobre todo cuando fluye líquida, los gestos cobijan mensajes. Por eso no es baladí que la cúpula del PP regrese a sus escaños para escuchar las diatribas contra Pedro Sánchez de la portavoz de Junts tras ausentarse en los turnos de palabra de Sumar y, especialmente, de Gabriel Rufián. Una vez consumada la pataleta de Puigdemont y que su fiel escudera Miriam Nogueras vocea con acritud hiriente para que nadie cuestione el rigor de tan abrupta ruptura, se multiplican los rumores sobre una moción de censura. Simplemente son fuegos de artificio, un espejismo que desvía el centro de atención. Mucho más real y estratégica resulta la malicia del presidente de Gobierno al espolvorear la “amenaza democrática” que detecta en el entendimiento entre populares y Vox, justo ahora que la crisis de Valencia y las elecciones autonómicas en Extremadura, Castilla y León y Andalucía asoman en el horizonte.
Quería Feijóo exprimir de nuevo la corrupción socialista, ese monotema que cada vez le aporta menos réditos. Así urgió la comparecencia de Sánchez en el Congreso, alentada casualmente esta vez por el penúltimo chascarrillo de las correrías marcianas de Leire Díez, pero también bajo la novela por entregas del caótico relevo del indecoroso Mazón. Un decorado propicio para el desencuentro y el fango, reducido estérilmente al intercambio de agravios, acusaciones cada vez más desabridas y dosis desesperantes de escapismo. La disculpa maldita para relegar al ostracismo medidas concretas sobre las preocupaciones reales de la calle, con la única excepción de la vivienda, que empieza a hacerse un hueco sobre todo en la oposición.
Consciente de los dardos que le aguardaban, Sánchez sacó con rapidez el hacha. Lo hizo como mejor le resulta: advirtió del riesgo que el dúo PP-Vox suponen para la democracia y la libertad de los ciudadanos y contrapuso su privatización a las políticas sociales y el progresismo de la izquierda. Enfatizó para ello que “defender España no es sacar la bandera con el aguilucho, gastar el 5% en defensa o atacar a los inmigrantes”. Sin olvidarse, claro, del convulso ciclo que envuelve a la política valenciana. Aquí, como medida terapéutica, el presidente, el mismo que se ha quedado en minoría, pidió elecciones. Encontró la respuesta en un Abascal más crecido que nunca desde el atril, posiblemente porque cada día se ve más determinante. “Me comprometo en esta tribuna de manera solemne a exigir elecciones inmediatas en la Comunidad Valenciana un segundo después de que usted suba a esta tribuna y convoque elecciones”, le espetó el líder de Vox.
Campaña autonómica
Ayuso sigue siendo la obsesión preferida para los socialistas, y en especial para Sánchez. “Madrid se ha convertido en un casino donde Quirón siempre gana y los ciudadanos, pierden”, dardo envenenado contra el elevado índice de privatización de la sanidad y de los servicios públicos, sin olvidar que la pareja de la presidenta regional tiene una causa judicial abierta por un sospechoso acuerdo con este hospital privado. No fue la excepción. Siguió con la crisis de los cribados del cáncer en Andalucía que tanto atormenta a Juanma Moreno en Andalucía, sin olvidarse tampoco de la escasa rentabilidad social que las autonomías del PP han obtenido de los 300.000 millones recibidos. Una cascada de puyazos que parecieron abrir la precampaña en aquellas comunidades con las urnas más cercanas, pero sobre encaminadas a advertir de que el PP deberá plegarse a las exigencias de Vox si quiere mantenerse en el poder.
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Feijóo, como era predecible, prefirió demonizar a Sánchez, de quien dijo “está muerto de miedo por la corrupción” que le acecha. Le avisó, incluso, de que “no le voy a amnistiar” cuando lo procesen “. Revestido de deseado papel de futuro residente en la Moncloa, anunció que “asignaré el asunto de la vivienda a una vicepresidencia”, sin que el actual presidente evitara mofarse. Hasta Abascal le pidió que no corra demasiado. “No cometa los errores del año 23”, en alusión al fracaso de quedarse sin gobernar tras ganar las elecciones. Curiosamente, una hora antes, en un desayuno informativo, Iván Espinosa de los Monteros decía a unos metros de la Cámara: “ahora estamos en una situación donde los sondeos recuerdan muy mucho a los del 23 y ya sabemos lo que pasó al final”.
Junts, en el epicentro
Mientras todos contienen el aliento sobre la suerte del fiscal general del Estado y continúa el escandaloso goteo de los fontaneros de Cerdán, solo hay ojos para Junts. Nogueras bien lo sabe. Así se permite tildar de “hipócrita y cínico” a Sánchez, enumerar todo un catálogo de incumplimientos -algunos de ellos ya existentes mucho antes de estallar este divorcio -y erigirse en bestia permanente que arrodille al presidente. Una estrategia de desgaste que, sin embargo, no conmovió al aludido. El líder socialista hasta contraatacó: “necesitamos sus votos, pero ustedes también los nuestros”.
Para entonces, Rufián había estallado contra su visceral enemigo. En catalán, por primera vez en su intervención, desplegó una batería de descalificaciones hacia Junts, de quien dijo que “el negocio es su patria”. El portavoz de ERC hasta les pidió que “dejen de mentir” y “de hacer año a la gente de mi país” cuando desnaturalizó las razones que han provocado la ruptura con el PSOE. Nogueras no le replicó a pesar de que no llegó a utilizar dos minutos de su tiempo. Esos gestos que hablan por sí solos.
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