El adelanto de las elecciones generales decretado de manera precipitada y por sorpresa por Pedro Sánchez impidió al PNV realizar un análisis sosegado sobre la pérdida de apoyos que ya sufrió en las municipales y forales de mayo. A pesar de ese contexto desfavorable, sin margen para recuperarse en estos dos meses y en unos comicios celebrados en pleno verano, los jeltzales han logrado en la noche electoral de este domingo el principal objetivo que se habían fijado en la campaña: obtener los cinco escaños necesarios para mantener su grupo propio en el Congreso de los Diputados, algo vital para mantener sus turnos de intervención y su cupo para registrar iniciativas y no diluirse dentro del Grupo Mixto, lo que los hubiera obligado a repartirse los turnos con partidos de diversa procedencia. 

Además, el socialista Pedro Sánchez necesitaría nuevamente su respaldo para ser investido presidente. Por tanto, tiene margen para volver a influir y para que continúe la negociación de las transferencias. Pero no sería su único socio, ya que Sánchez necesita también el respaldo de Bildu y el de todos sus aliados, e incluso el de Junts, lo que provoca que se paladee ya el sabor amargo del bloqueo político. La participación en un acuerdo PP-Vox para investir a Alberto Núñez Feijóo ya la descartó el PNV en campaña.

En el otro lado de la balanza, aunque su cabeza de cartel Aitor Esteban se ha desgañitado en defensa de la agenda de Euskadi para que se vote en clave vasca y ha robado horas al sueño con una campaña centrada en su figura y en su omnipresencia en actos y entrevistas, el PNV no ha logrado romper la polarización entre Sánchez y Feijóo, ha quedado en segunda plaza en la comunidad autónoma con 275.782 votos y un 24,05% de los respaldos, y ha visto cómo el PSE le gana las elecciones, quizás como voto útil para frenar un Gobierno PP-Vox. Pero no es la primera vez que ocurre en unas generales, donde las claves del voto son distintas y donde los partidos estatales suelen coger aire porque son los únicos con opciones de liderar el Gobierno español. Esta victoria socialista ya se produjo en 2008 tras el trágico asesinato de Isaías Carrasco, y en 2015 y 2016 se la llevó Podemos. 

El PNV, en cualquier caso, experimenta otro retroceso electoral tras el sufrido en mayo, esta vez de unos ocho puntos y más de 100.000 papeletas respecto a 2019. Solo gana en Bizkaia, ha quedado en tercera plaza en Gipuzkoa por detrás de Bildu y PSE, y cuarto en Araba, a la cola de PSE, Bildu e incluso el PP, lo que parece sugerir que el voto prestado de los populares hacia el PNV ha regresado a la formación de Génova. Bildu no ha superado al PNV en la CAV por muy poco, apenas mil votos, y ha subido en más de 50.000 papeletas. Pero lo hace con Sumar a la baja.

Lo mejor y lo peor

El PNV ya daba por hecho que no iba a repetir sus resultados de 2019, que fueron históricos y excepcionales, ya que tocó los cielos con 379.002 votos (un 32,01%), ganó por primera vez unas generales en Araba, logró seis escaños y aventajó a Bildu en 150.000 papeletas. Tampoco son sus peores resultados en unas generales, aunque se quedan relativamente cerca. El récord se lo lleva la convocatoria de 1989 tras la escisión de EA, donde se hundió hasta las 252.119 papeletas y un 22,78% de votos. En las municipales y forales de mayo, obtuvo 322.000 y 348.000 votos, respectivamente.

La victoria del PSE no ha sido tan categórica como la de 2008 (entonces, aventajó a los jeltzales en 130.000 votos, y ahora en unos 15.000), y se ha producido un empate a cinco escaños entre ambos y EH Bildu. Los jeltzales, por su parte, han perdido uno de los escaños que tenían en el Congreso, el tercero por Bizkaia, lo que supondrá que no entre en la Cámara el exalcalde de Getxo y expresidente de Eudel Imanol Landa, quien además había sido secretario de Mesa en el Senado en la última legislatura. El PNV logra dos escaños por Bizkaia, dos por Gipuzkoa y uno por Araba. Ha quedado segundo en Bilbao, tercero en Donostia y cuarto en Gasteiz. En el Senado, pierde 5 actas y se queda con 4, a las que se suma la senadora designada por el Parlamento Vasco, Estefanía Beltrán de Heredia.

El resultado es peor también al registrado tras la irrupción de Amaiur en 2011, donde el PNV logró 324.317 apoyos. Sin embargo, en escaños, la situación fue más adversa en ese año 2011, porque Amaiur logró 6 por la CAV y uno por Nafarroa, lo que elevó su presencia total a 7 frente a los 5 del PNV. Ahora, serán 5 del PNV frente a 6 de Bildu (5 por la CAV y uno por Nafarroa). La jeltzale María Solana, que encabezaba la lista de Geroa Bai, no ha logrado romper la maldición de esta coalición, que no logra representación en el Congreso desde las elecciones de 2011, en la etapa de Barkos.

¿Cambio de ciclo?

El PNV considera que sigue siendo la principal referencia para la defensa de la agenda vasca en Madrid, aunque la diferencia con Bildu es tan estrecha que, a un año de las autonómicas, es previsible que EH Bildu insista con la idea del cambio de ciclo. No cabe esperar un adelanto electoral del Gobierno de Urkullu, que quiere aprovechar la mayoría absoluta PNV-PSE para sacar adelante leyes como la de Educación y Empleo.

El PNV ya atisbó la sombra del desgaste tras las municipales y forales por la pandemia, la conflictividad o la tensión en la Ertzaintza. Está por ver si le ha pasado factura nuevamente la gestión en Euskadi, aunque no sea lo que se dirime en las generales. El PNV también ha tenido en contra la campaña de EH Bildu, centrada en sembrar la sospecha sobre un hipotético acercamiento del PNV a Feijóo por el respaldo del PP a los jeltzales en Durango, Gasteiz y Gipuzkoa. La coalición abertzale se ha presentado como el dique de contención de la derecha y ha reivindicado su respaldo a la Ley de Vivienda estatal frente al rechazo del PNV. Los jeltzales la rechazaron por la invasión competencial y estaban convencidos de que habían adoptado la decisión correcta. Dentro de la pugna por la hegemonía PNV-Bildu, uno de los datos llamativos lo da la victoria del PNV en Bermeo, donde la izquierda abertzale le arrebató la alcaldía.

Condiciones para Sánchez

El PNV ya avisó en campaña de que estaba dispuesto a hablar con Sánchez, aunque le pediría que renuncie a sus iniciativas recentralizadoras, como la Ley de Cohesión Territorial, y le exigirá gestos inmediatos con las transferencias, empezando por la de los trenes de Cercanías. Quiere que el Estatuto quede completo en la primera mitad de la legislatura, y pondrá sobre la mesa otras cuestiones que se deben resolver en el corto plazo como el blindaje de las cooperativas.