EL escenario de absoluta incertidumbre al que se enfrenta la Ertzaintza obedece a la aparición de un nuevo actor que ha subvertido las reglas tradicionales en las relaciones en la institución. “Nosotros éramos el muro entre la plantilla y el Departamento de Seguridad y si te cargas ese muro los afiliados confrontan directamente con la patronal”, asegura el representante de un sindicato de la Policía vasca sobre el movimiento Ertzainas en lucha, surgido a la contra de las centrales y que ha puesto en cuestión el modelo policial y a la propia institución. El pasado domingo en Arkaute, el jefe de la Ertzaintza, Josu Bujanda, advirtió de que en el pasado se intentó “cambiar el modelo” de la Ertzaintza desde fuera y ahora se trata de romper el tablero desde dentro del cuerpo.

Respecto a las razones de fondo que han desembocado en esta situación, destacados dirigentes del PNV como el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, y la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, han lamentado la erosión de la identidad del cuerpo entre parte de los agentes, “quizás porque son más jóvenes”, como una institución “especial” y un pilar fundamental del autogobierno vasco.

Fuentes consultadas aseguran que este proceso de desnaturalización ha sido progresivo y se visualiza en la exhibición de banderas españolas en uniformes y vehículos, o en la difusión de mensajes ultraderechistas en perfiles en las redes sociales. “Le pasan la plancha a los polos nuevos para quitar la ikurriña y se han girado para no saludar al lehendakari. No es la mayoría pero su número va creciendo”, advierten.

Otros factores apuntarían al malestar con las condiciones laborales, con un acuerdo regulador que lleva más de 10 años sin ser actualizado. Desde los sindicatos señalan a la merma en poder adquisitivo que se ha dejado sentir sobre todo en la Brigada Móvil –donde sitúan el origen de la ola asindical–, con recortes como la supresión de la indemnización por kilometraje y la media dieta por la flexibilidad en los horarios de entrada y salida. También del sistema modulado por edad, que primaba trabajar por las noches a partir de los 55 años. Ambos repercutían en unos 150 euros y 200 euros al mes, respectivamente.

Ejemplo de Jusapol

La firma de un nuevo acuerdo regulador entre el Departamento de Seguridad y ErNE y Sipe, que estaba prevista el pasado 5 de mayo, fue el big bang que desestabilizó el orden natural en la Ertzaintza. El texto del acuerdo se filtró tres días antes y corrió como la pólvora entre los integrantes del cuerpo. La sensación mayoritaria fue contraria al mismo y la indignación se concentró primero en grupos de WhatsApp y después, ante la dimensión que alcanzó el fenómeno, de Telegram. Mientras los móviles echaban humo, Ertzainas en lucha nació y emitió su primera nota, con el expresivo título La traición se escribe ErNE y Sipe.

La masiva manifestación que recorrió el centro de Bilbao el 8 de mayo, que según el Ayuntamiento congregó a 2.000 agentes, supuso su presentación en sociedad. La reacción de ErNE, ESAN, Sipe y Euspel llegó dos días después en un hotel de Bilbao, donde acordaron retomar la unidad de acción sindical y rompieron la interlocución con el Departamento, aunque se reunieron de nuevo el 30 de mayo. Iniciaron a su vez una relación con el colectivo asindical en la que ambas partes siempre se han mirado de reojo.

“No nos quieren pero saben que nos necesitan”, aseguran fuentes de las centrales respecto a la imposibilidad de Ertzainas en lucha de ejercer como interlocutores válidos con la consejería que dirige Josu Erkoreka. Al tiempo que han tratado de tutelar a los sindicatos, han cargado duramente contra ellos.

En este proceso han seguido el ejemplo ensayado con éxito por Jusapol en las Fuerzas de Seguridad del Estado y los Mossos d’Esquadra, a la hora de constituirse como asociación y también en su discurso, restando así espacio a los sindicatos tradicionales. Mientras Jusapol creció vendiendo una equiparación con las policías autonómicas, Ertzainas en lucha regala los oídos de los agentes con propuestas como un aumento salarial de 1.100 euros al mes, algo “económicamente inalcanzable, pero hay quien se lo cree”.

Si los grupos de Telegram de Er-tzainas en lucha han congregado a miles de agentes –cifras que van decreciendo poco a poco–, las personas que dinamizan sus acciones no superan la veintena y la práctica totalidad estaban afiliadas a Sipe, que acabó expulsándoles. En dichos chats es habitual ver vivas a España y a la Guardia Civil, y proliferan los gifs con el líder de Vox, Santiago Abascal, como protagonista.

El futuro de esta corriente está sumido en una nebulosa. La convivencia imposible con unos sindicatos a los que aspiran a puentear saltó por los aires en su reunión del pasado viernes, que generó grietas en la propia unidad de acción sindical con el desmarque de Euspel. Las centrales están a la expectativa para retomar la negociación con el Departamento de Seguridad, aunque de forma previa quieren conocer “lo que están dispuestos a poner sobre la mesa: devolver las primas, equipararnos con Osakidetza...”.

Varias fuentes opinan que las posiciones maximalistas, populismo, contradicciones y afán por forzar los límites, como se visualizó en la protesta del 1 de junio ante el Parlamento Vasco, empiezan a pasar factura al colectivo asindical.

A ello se suma que quedan tres años para celebrar elecciones en la Ertzaintza, lo que supone un mundo a la hora de intentar sacar partido a su constitución como asociación. “Es imposible mantener este nivel de tensión en todo este tiempo”, vaticinan.