Síguenos en redes sociales:

El gudari que no calló ni bajo el franquismo

El gudari que no calló ni bajo el franquismo

donostia - El gudari José Moreno Torres merecería ser despedido con honores de Estado. Y como él, todo el resto de soldados -mujeres, aunque contadas, también las hubo- del Ejército vasco que se creó en 1936 para hacer frente a los militares españoles que dieron un golpe de Estado en julio de aquel año contra la legítima Segunda República. Aún viven una decena de aquellos guerrilleros vascos que durante la Guerra Civil hicieron frente a los españoles antidemócratas aliados de la Alemania nazi, la Italia fascista y el Portugal corporativista, así como a los marroquíes del protectorado.

El gudari -¡nada de exgudari!- José Moreno Torres ha sido soldado del Euzkadiko Gudarostea desde 1936 hasta su último día de vida. Él ha personificado como ningún otro un siglo de sangre primero antimolista, antinazi, antifascista y, por supuesto, antifranquista hasta el tuétano. Mientras otros antiguos soldados -algunos más agasajados que Moreno- callaban en tiempos de represalias y asesinatos en la dictadura instaurada como rojigualda, él no lo hizo nunca.

Nacido en Zorrotzaurre (Deusto) el 10 de noviembre de 1918, residió en Portugalete, donde además de ser conocido como gudari del batallón San Andrés de STV (Solidaridad de los Trabajadores Vascos) cumplió durante años con infinita simpatía y entrega la labor de bedel en la sede del grupo de danzas Elai Alai. Esta ejemplar agrupación organizó y le rindió un homenaje con honores con motivo de su cien cumpleaños el pasado noviembre. Fue espectacular.

Dos meses después, en enero, el periódico The New York Times se hizo eco de su biografía. Ahora bien, el tabloide americano erró al calificarle como “último gudari” o miliciano vasco vivo. No es cierto, aunque siempre ha querido serlo el menor de los cuatro hermanos Moreno Torres.

Aquel dantzari del batzoki de la calle Euskalduna de Elorrieta, sindicalista de ELA- STV (A) -“no nos gustaba que algunos en ELA cantaran La Internacional”, decía-, zapador y fusilero vizcaino será también recordado como el autor de incontables cartas al director en Deia y Mugalari.info que azotan a partidos que fusionaron el franquismo con la democracia de la noche a la mañana en 1978, y a otros que han ido surgiendo en el devenir de los tiempos. Él creía que otra democracia es posible o, más allá, que la democracia auténtica es posible.

Heredó el nacionalismo vasco de su padre. Afiliado al PNV, se pasó a EA, aunque acabó volviendo al partido primigenio y siempre apostó por la propuesta del lehendakari Juan José Ibarretxe. Cofundador de la asociación Aterpe 1936, que presidió, fue el impulsor del Gudari Eguna que se organiza cada año en junio junto a la escultura de La Huella de Artxanda. En 2019 también estuvo presente.

El pasado 12 de agosto confesaba en su vivienda, con la casta que le caracterizaba, un dato inédito en sus muchas entrevistas o biografías. “Tuve un hermano miliciano comunista, del Batallón Guipúzcoa (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas). Me encontré con él en el Gorbea y me vendió una cabra que estaba más dura que la hostia. La asamos y no había quien la comiera, más dura que la mojama”, dejó para la historia.

Pero, antes de la Guerra Civil, el joven José ya era un tío con arrojo. Con catorce años se enroló en el barco Banderas e hizo la singladura Bilbao-Cardiff-Italia. “Antes del franquismo conocí el fascismo de Mussolinni, en días que en los que con solo 14 años perdí el virgo en Italia”, se reía al recordar.

De vuelta a casa, en Erandio entonces, se prestó a construir la pista de aterrizaje de aviones en Sondika, pero acabó optando por ir a alistarse al batallón San Andrés de “los Solis”.

Tras ser zapador del batallón San Andrés, pasó a fusileros. “No sé si defendiéndome maté a alguien, pero nunca he matado con un tiro en la nuca”, diferenciaba. Y apresado “en Santoña, donde entregué mi arma”, sufrió campos de concentración como San Juan de Mozarrífar, Jaulín, San Gregorio, Huesca y la cárcel bilbaina de Larrinaga. También pisó las prisiones de la villa habilitadas en Tabacalera y Escolapios. Y le volvieron a dispersar a Balmaseda y Huesca.

Acabada la guerra, le tocó ir a hacer la mili a Mallorca, a Andratx. Salió de casa con 17 años y volvió con 24. “En una cárcel nos obligaban a comer y defecar en el mismo plato”, denunciaba.

Empleado en Astilleros Españoles, en el trabajo conoció a su futura esposa. Contrajo matrimonio con Carmen Gutiérrez -“¡qué buena era!”- y residieron en Barakaldo. “Éramos tan pobres que el cura ni nos quiso cobrar la misa y mi mujer se hizo el traje con una manta sacada de la cárcel de mujeres de Santoña en la que su hermana estuvo encarcelada y murió”, evocaba emocionado.

Tras sufrir un derrame cerebral, falleció el 26 de agosto en el Hospital Santa Marina a los cien años, 83 años después de aquella guerra que tanto ha denunciado en los medios. “No sé por qué a algunos que se dicen demócratas les da miedo o reparo decir que son antifascistas, con lo bonito que es. ¿No será porque en el fondo no son tan demócratas o que tienen un pasado franquista?”.

Con honores le decimos hoy a este antifascista: Agur, José. La muerte no llega con los años, llega con el olvido y a ti es imposible olvidarte. Hoy, somos nosotros los que recogemos tu fusil y tu frase: “Estoy jodido, pero contento (aunque no sea cierto)”. Maite zaitugu!