El 17 de diciembre de 1974, justo después de tomarse un vino en el antiguo bar Txoko, el subteniente de la Guardia Civil Luis Santos Hernández y el agente primero Argimiro García Estévez morían ametrallados desde un coche por miembros de la banda terrorista ETA. El primero llevaba siete años al mando del puesto del cuerpo armado en Arrasate, mientras que el segundo, que en aquel momento iba vestido de paisano, había cumplido seis años en el mismo cuartel. Ambos asesinatos encabezan la lista de las 18 víctimas mortales -nacidas o vecinas de esta localidad de Debagoiena- que la violencia de motivación política ha dejado en el municipio a lo largo de 40 años de sufrimiento.
La radiografía de la violencia en Arrasate toma cuerpo en el informe Hacia una memoria compartida. 1956-2018, que recientemente ha visto la luz, y que en sus más de 300 páginas hace un recorrido por las conculcaciones de derechos y acciones violentas perpetradas en la localidad cerrajera. Este trabajo, que ha sido realizado por la asociación pro derechos humanos Argituz, es fruto de la Mesa de Memoria y Convivencia que han constituido sin excepciones todos los grupos políticos representados en el Consistorio.
“Se trata de una visión crítica del pasado reciente, que tiene como objetivo no olvidar los sucesos violentos de motivación política, tanto para ir construyendo una memoria compartida de lo sucedido como para ayudar a recomponer la convivencia”, destaca Argituz en su informe, donde sostiene, a su vez, que tener noticia “de los numerosos sucesos traumáticos y conocer el testimonio hiriente de algunas personas puede resultar de ayuda de cara a abrir la mirada, además de ser útil para dar pasos hacia una convivencia basada en la pluralidad y en el respeto mutuo”.
Desde 1974 hasta 2008 Arrasate se sumió en una espiral de terror que se saldó con el asesinato por parte de ETA de ocho guardias civiles -el último en 1986- y del exconcejal socialista Isaías Carrasco, la última víctima de este sangriento periodo, a quien ahora hace casi once años un pistolero le descerrajó cinco tiros en la puerta de su casa. Pero entre medio, diferentes organizaciones armadas y autores terminaron con la vida de otras personas.
Así, en 1978 los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA) mataron al guardia civil Aurelio Salgueiro López, y un año después, a Juan Luis Agirreurreta Arzamendi. El Batallón Vasco Español, por su parte, asesinó en su bar del alto de Kanpanzar a Iñaki Etxabe en 1975 y a Enrique Gómez Álvarez, en 1979 en Baiona. Otro comando parapolicial le quitó la vida al taxista Germán Agirre en 1975, y a manos de la Triple A murió Agurtzane Arregi en Donibane Lohizune (1978), y de los GAL, Xabier Pérez de Arenaza en Biarritz (1984). Los disparos de la Guardia Civil alcanzaron a Emilia Larrea, que falleció en 1978, y un ataque de kale borroka contra un cajero de la sucursal de La Caixa situada en la avenida Garibai agravó la enfermedad de Ambrosio Fernández, causándole serias complicaciones que desembocaron en su muerte el 3 de marzo de 2007.
secuestro de ortega lara Este mapa de atentados ha dejado 40 huérfanos y huérfanas menores de 20 años, y al menos dos viudas de dos víctimas mortales, una de ETA y otra del Batallón Vasco Español, estaban embarazadas (una de ellas acabó suicidándose).
Pero el reguero de violencia se ha manifestado también a través de distintas vulneraciones a la integridad física, psíquica y moral, entre las que tuvieron un “especial impacto” los secuestros del empresario Julio Iglesias Zamora y el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, que permanecieron encerrados en un zulo 116 y 532 días, respectivamente. El informe enumera y describe, asimismo, los casos de personas que fueron heridas y agredidas en sabotajes, acciones callejeras u operaciones policiales, a las que se suman las denuncias de torturas, malos tratos, penas crueles e inhumanas, amenazas graves, violencia de persecución y extorsiones económicas.
Esta reciente historia de Arrasate vivió un año especialmente negro en 1975. Tres guardias civiles y dos paisanos murieron en el transcurso de una semana. Los hechos ocurrieron el 5 de octubre de hace 44 años, cuando una patrulla de la Guardia Civil regresaba al cuartel de Arrasate tras retirar una ikurriña en Arantzazu. Una bomba activada por ETA explosionó al pasó del Land Rover en los alrededores de la cantera de Arantzazu y acabó con la vida de los agentes Esteban Maldonado Llorente (20 años), Jesús Pascual Martín Lozano (25) y Juan Moreno Chamorro (26). En aquel atentado resultaron heridos graves el cabo José Gómez Castillo (29 años) y el conductor del vehículo Juan García Lorente (27).
Esa misma noche, tres individuos con preparación paramilitar irrumpieron en el restaurante del alto de Kanpanzar, donde vivía Iñaki Etxabe Orobengoa con su mujer y tres hijos. Iñaki, que en esos instantes se encontraba en la cocina, fue alcanzado por 18 impactos de bala.
Aún quedaba un quinto atentado mortal en aquel cruento 1975. El día 12 de octubre el taxista Germán Aguirre Irasuegi fue encontrado sin vida junto al embalse de Santa Engracia, en la localidad alavesa de Legutio. Su asesinato se vinculó al conocimiento que este podía tener sobre quiénes fueron los autores tanto del atentado contra Iñaki Etxabe el 5 de octubre como de la bomba colocada el día anterior en el bar Bengoa de la plaza Sebero Altube. “Cuando en el año 2000 uno de los hijos de la víctima, Jokin, acudió a la Comisión de los Derechos Humanos del Parlamento Vasco, la Ponencia recogió su opinión de que la familia sospecha que quien lo mató es la Guardia Civil”, recalca el citado trabajo que firma Argituz, y que también ha desarrollado en otros municipios guipuzcoanos como Elgoibar, Errenteria, Lasarte-Oria y Andoain.
En este listado de víctimas se nombra, por otro lado, a otras cuatro muertes que siguen sin esclarecerse: la de José Luis Mondragón, Jesús María Markiegi, Roberto Aranburu y José María Iturriotz. Estos dos últimos perdieron la vida a manos de la Guardia Civil cuando huían tras tirotear el cuartel de Aretxabaleta en noviembre de 1978.
reconocimiento El documento se nutre, al mismo tiempo, de los testimonios de 18 personas que plasman los efectos que ha tenido la violencia bajo distintos puntos de vista, sensibilidades y trayectorias políticas. Entre estas voces se encuentran las del exedil socialista Francisco García Raya, y la que fuera concejal del PP Iciar Lamarain, así como la de las hijas de Isaías Carrasco e Iñaki Etxabe, Sandra y Olatz, y del sociólogo, bertsolari y profesor Jon Sarasua.
Varios de estos entrevistados han esbozado diversas propuestas que enuncia el mencionado informe, entre ellas promover iniciativas de reconocimiento de todas las víctimas (la primera se materializaba el pasado 24 de noviembre con el homenaje del Ayuntamiento a Isaías Carrasco), favorecer procesos de acercamiento entre las mismas, profundizar en la búsqueda de la verdad y garantizar la transmisión de la memoria, sobre todo la dirigida a los jóvenes.
“El sufrimiento profundo perdura todavía y muchas heridas siguen aún sin restañarse, y por otra parte, la falta de reconocimiento de todas las víctimas es palmaria y llenar ese vacío debería ser nuestra tarea más urgente y prioritaria”, concluye el trabajo llevado a cabo por Argituz.
18. 1974: Luis Santos y Argimiro García. 1975: Jesús Pascual, Juan Moreno, Esteban Maldonado, Iñaki Etxabe y Germán Aguirre. 1977: Constantino Gómez. 1978: Agur-tzane Arregi, Aurelio Salgueiro y Emilia Larrea. 1979: Enrique Gómez y Juan Luis Agirreurreta. 1984: Xabier Pérez de Arenaza. 1985: Mario Manuel Leal. 1986: Antonio Ramos. 2007: Ambrosio Fernández. 2008: Isaías Carrasco.
Casos pendientes de esclarecer. José Luis Mondragón, Jesús María Markiegi, Roberto Aranburu y José María Iturriotz Zapa.