Es harto conocido que “El Cabra” es Xabier Zumalde, nacido en Zornotza en 1938, pero con raíces oñatiarras. Inquieto activista, aficionado a las armas y al monte, en 1965 ingresó en ETA, en cuya IV Asamblea celebrada inicialmente en Loiola fue nombrado miembro del Ejecutivo y jefe del Frente Militar. A pesar de su reciente entrada en la organización, Zumalde tenía el perfil idóneo para que le otorgaran tal responsabilidad en una asamblea que, por lo demás, supuso un importante punto de inflexión en la estrategia de ETA de cara a los próximos años.

Primer jefe militarde ETA

A partir de ese momento “El Cabra” inició una frenética actividad sobre todo en la cuenca del Deba de Gipuzkoa y el eje Amorebieta-Durangaldea de Bizkaia. Se apoyó para ello en personas que ya estaban con él en otras iniciativas de su localidad natal y en militantes de ETA que lo eran antes de su llegada a la organización, amén de nuevas captaciones que se realizaban a buen ritmo. Un repaso a los Zutik de aquella época indica con claridad esa creciente actividad de la organización, sobre todo en las citadas zonas geográficas y con un tipo de acciones donde los artilugios inventados por Zumalde ?entre otras cosas para colocar grandes ikurriñas en postes de alta tensión? empezaron a utilizarse con éxito.

Sin embargo, el distanciamiento entre ETA y Zumalde no tardó en asomarse. Los porqués son diversos. Por una parte, siendo un hombre de acción, nunca ocultó su incomodidad e incluso su falta de interés ante los crecientes debates ideológicos que se sucedían en el seno de la organización. Del mismo modo, consideraba con cierto aire de suficiencia que la falta de pericia para la clandestinidad de muchos de sus compañeros ponía en peligro el trabajo disciplinado que él estaba realizando con su Frente Militar.

El desencuentro

Es en esta línea en la que se produjo uno de los grandes desencuentros entre “El Cabra” y el resto de ETA, con motivo del Aberri Eguna de 1966. Tras las exitosas celebraciones de Gernika y Bergara de los dos años anteriores, en 1966 se realizan dos convocatorias diferentes. Indudablemente da para mucho explicar y analizar los porqués ?y las consecuencias- de tal circunstancia, así como las discrepancias internas que ello motivó en organizaciones como ELA, EGI o Enbata, pero como no es el objeto de estas líneas nos limitaremos a resumir que el PNV llamó a Gasteiz para aquel 18 de abril, mientras ETA lo hizo a Irun-Hendaia. Aquella decisión soliviantó a Zumalde que consideraba que entrar en Irun aquel día era entrar en una ratonera, un verdadero suicidio.

Todo este desencuentro se estaba produciendo además en unas circunstancias muy concretas. Y es que tras la caída de José Luis Zalbide con motivo del fallido atraco de Bergara de septiembre de 1965, Zumalde y los suyos habían quedado bastante desconectados del resto de la organización. Pero como bien apuntó el propio Zalbide años más tarde, este hecho, lejos de suponer un inconveniente para Zumalde le permitió dedicarse a su grupo “sin interferencias de los políticos”. (Documetos Y. Hordago, 1979)

Es en este contexto donde “los cabras” comenzaron a desplegar su actividad, basada en gran medida en espectaculares y duros entrenamientos y lo que ellos denominaban acciones de guerrilla, aunque desde una visión más crítica hay quien las calificó más tarde como “una especie de escotismo armado”. Ya antes de la conocida toma de Garai el grupo realizó acciones similares en algunos pueblos de Arratia o en La Granja de Euba utilizada por la Sección Femenina de la Falange, como sucedió con motivo de la celebración 18 de julio de 1965.

La toma de Garai

Pero indudablemente la acción de este grupo que mayor huella dejó fue la ocupación de Garai. Así lo reconoce, por ejemplo, Jon Idigoras en su libtro El hijo de Juanita Gerrikabeitia (Txalaparta, 2000) donde afirma que esta acción elevó la fama de “los cabras”, que durante algunas horas fueron “los auténticos dueños del pueblo”.

Ciertamente la acción encajaba en la manera de actuar del grupo, pero existe un motivo más concreto que explica la elección. Son varios los testimonios de exmiembros de la organización que cuentan que, al parecer, ETA había dado instrucciones al Frente militar de ir a Erandio con motivo del 1 de mayo. Pero se reprodujo la discrepancia de semanas antes con motivo del Aberri Eguna de Irun y Zumalde citó a los suyos la víspera en el Hotel San Blas de Abadiño.

Lo de esta cita y el resto de los detalles de la ocupación los proporciona Zumalde en su libro Mi lucha clandestina en ETA (Status Ediciones, 2004). Cuenta nuestro protagonista que tras pasar la noche en una cabaña cercana, al amanecer comenzaron los preparativos con el recuento del material compuesto por tres ikurriñas, diez kilos de pintura, unos miles de octavillas, cuatro metralletas, dos pistolas, algunos explosivos, chinchetas, y cortateléfonos. Añade que tras cortar el teléfono del pueblo y cortar los accesos chincheteando la carretara, los miembros del comando de embadurnaron las caras y se colocaron brazaletes con ikurriñas y siglas de ETA.

Una vez en el pueblo, se procedió a realizar pintadas, colocar ikurriñas y arrojar octavillas. Relata Zumalde que la gente del pueblo optó por esconderse en sus casas o no salir de la iglesia donde se había celebrado una misa. Y que el que sí salió del pueblo a avisar a la Guardia Civil fue el alcalde, que lo intentó primero en moto, pero tras el pinchazo de esta recurrió a una bicicleta que pidió prestada en un caserío. Para cuando llegó la Guardia Civil los miembros del comando llevaban algunas horas lejos de Garai, haciendo vida normal en distintos lugares del entorno.

Ciertamente, las narraciones de Zumalde en sus libros, manuscritos y entrevistas pecan a veces de excesivamente épicos y adolecen frecuentemente de ampulosidad. De hecho existe algún otro testimonio que habla, por ejemplo, de bastante menos armamento. Sea como fuere, queda dicho que fue una acción que obtuvo mucha repercusión y aún hoy, cincuenta años más tarde, es recordada por no poca gente. En esta línea cabe recordar que el escritor beasaindarra Xabier Mendiguren Elizegi obtuvo en 1993 el premio Donostia Hiria de teatro con su obra Garai(a) da Euskadi, basada en esta ocupación que, por cierto, el propio Zumalde reconstruyó en una grabación que realizó en los años ochenta.

La separación

Paradójicamente, o no tanto, no se encuentra rastro de la acción en los documentos de ETA de la época, Y es que la separación, aunque aún no oficial, era ya un hecho. La oficialización se produjo meses mas tarde, cuando “con carácter provisional” y “por razones de seguridad y rendimiento” se crean los llamados “Grupos Autónomos de ETA”, aunque siguieran siendo más conocidos como “los cabras”. Continuaron actuando en la misma línea hasta su masiva caída a finales de 1968, cuando una parte importante de ellos terminó en la cárcel y otra en el exilio.

A partir de ahí llegaron juicios, dimisiones, revisiones autocríticas y nuevas militancias de una parte de los que habían conformado los grupos; también reconstrucciones, nuevas acciones y nuevas incorporaciones de otra parte de los miembros que se mantuvieron fieles a la trayectoria anterior. Pero todo ello, como la posterior singladura del propio Zumalde, es otra historia.