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Esparza consolida su liderazgo en UPN aferrado a una Navarra monocolor

Los intentos aperturistas son eclipsados en el congreso por las críticas al euskera y el miedo a la desaparición de Navarra

Esparza consolida su liderazgo en UPN aferrado a una Navarra monocolor

Pamplona - UPN reeligió ayer a Javier Esparza Abaurrea (Aoiz, 1970) presidente del partido para los próximos cuatro años sin apenas oposición en un congreso en el que las ponencias fueron aprobadas por unanimidad y del que los regionalistas salen con el reto de recuperar el poder institucional, reducido prácticamente a los escombros tras el mandato de Yolanda Barcina. “Debemos ser un partido unido para recuperar el Gobierno”, reclamó ayer tras la proclamación el nuevo presidente, que ha podido conformar una ejecutiva afín sin voces críticas y que sale del congreso consolidado como líder del partido. Queda la duda de si ha sido por convicción interna, apatía por la falta de alternativas o un aval provisional a la espera de ver cómo evolucionan los acontecimientos. La previsible repetición electoral puede dar alguna pista.

La ausencia de confrontación evitó las tensiones internas de procesos congresuales anteriores. Pero también redujo notablemente la participación. Apenas 780 de los cerca de 4.000 militantes que tiene UPN acudieron ayer a votar al palcio de congresos Baluarte y, de ellos, el 83% (655) respaldó a Esparza, lo que pone en evidencia un sector crítico pequeño y soterrado que sin embargo podría despertar si UPN no logra confirmar las expectativas de crecimiento electoral.

El congreso deja a la alcaldesa de Milagro, Yolanda Ibáñez, como responsable de revitalizar una organización interna descuidada por la moqueta institucional, y una ejecutiva en la que el vicepresidente, Óscar Arizcuren, el portavoz en Pamplona, Enrique Maya, y el fontanero del grupo parlamentario, Carlos García Adanero, quedan como únicas figuras políticas relevantes. Maya contará además en la ejecutiva con varios de sus concejales en lo que puede ser un contrapeso a tener en cuenta en una dirección que completan representantes territoriales y personas de la confianza de Esparza.

Un liderazgo débil No le ha sido fácil a Esparza asentarse al frente de UPN. Ha sido un proceso lleno de batallas en el que ha tenido que vencer a Alberto Catalán por la candidatura, forzar la retirada de Yolanda Barcina de la lista electoral y confrontar con Amelia Salanueva por la presidencia temporal. Tres elecciones y un pulso interno para hacerse con los mandos de UPN en el momento más complicado desde su fundación, y que Esparza asume gracias en buena medida a un discurso frentista atado a los miedos del pasado. Las críticas al desarrollo del euskera y el riesgo a la desaparición de Navarra prácticamente monopolizaron cada una de las intervenciones y los audiovisuales proyectados en la jornada de ayer. También el discurso de Esparza, centrado en la necesidad de recuperar el Gobierno con el único argumento de evitar la “euskaldunización de Navarra”. “Con o sin pistolas quieren lo que quieren, que Navarra se incorpore al País Vasco. Y no lo van a conseguir”, llegó a proclamar ayer.

Un argumento casi exclusivo que ha servido para cerrar filas, pero que ha acabado eclipsando algunos de los gestos aperturistas con los que el presidente regionalista se había planteado el congreso. El Todos somos Navarra ha acabado trasladando la imagen monocolor con la que UPN siempre ha visto Navarra.

La idea fundacional agitada ahora desde la oposición ha sido suficiente para cohesionar y volver a activar a las bases del partido tras la dolorosa derrota de mayo. Queda por ver si sirve también para recuperar la confianza de los votantes defraudados con los últimos años de gestión en el Palacio de Navarra y ampliar el margen de acuerdo con el resto de partidos, hoy reducido única y exclusivamente al PP.

Es el verdadero reto de Javier Esparza, que deberá buscar un difícil equilibrio entre la “moderación” y “centralidad” que quiere dotar al partido con el lastre que siguen suponiendo los viejos dogmas del partido, radicalizado ahora por la vehemencia que exige la oposición. Un liderazgo que nace además condicionado por las prisas por recuperar el poder. “Ha empezado la cuenta atrás”, proclamó en Baluarte el reelegido presidente de UPN, consciente de que si fracasa en sus aspiraciones presidenciales ya no habrá una nueva oportunidad.