pamplona - Fuera del Gobierno por primera vez en 19 años, desalojado de los principales ayuntamientos e inmerso en una batalla interna por el poder de imprevisibles consecuencias, UPN atraviesa su momento más crítico en dos décadas. Casi tan delicado como el que tuvo que afrontar en 1994 cuando Juan Cruz Alli, siendo presidente del Ejecutivo foral, fracasó en su pretensión de ubicar el partido en posiciones más centristas y menos beligerantes con el vasquismo. Alli perdió el pulso dentro de la formación regionalista, pero en apenas unos meses, ya en 1995, fue capaz de fundar el CDN, estrenarse con éxito en aquellas elecciones -obtuvo 10 parlamentarios- y echar a UPN del Gobierno gracias al pacto que firmó con PSN y EA, y al que IUN dio su apoyo desde fuera.
Es sabido que aquel tripartito apenas duró doce meses, al saltar por los aires tras conocerse que el entonces presidente del Gobierno, Javier Otano, tenía una cuenta a su nombre en Suiza. Pero de no haber mediado este episodio de corrupción del que era secretario general del PSN, la historia de Navarra y de UPN hubieran sido bien distintas.
Casi 20 años después de aquella crítica situación, UPN se encuentra ante una nueva encrucijada. De momento y lo más urgente que debe resolver es la falta de liderazgo. Desde que Yolanda Barcina anunció en la asamblea del 26 de junio su retirada de la política, el partido se encuentra huérfano de un jefe que tome las riendas y adopte las decisiones.
Ese papel lo ha intentado desempeñar quien fue el cabeza de lista en los comicios forales, Javier Esparza, pero algunos de sus compañeros ya se han encargado de recordarle que solo estará al frente del partido si sale victorioso del congreso extraordinario que los regionalistas celebrarán casi con toda seguridad este otoño, pero para el que todavía no hay fijada una fecha.
esparza se ofrece de portavoz Pese a que Esparza salvó la complicada contienda electoral con un resultado decoroso -la sigla se quedó en quince escaños, solo cuatro menos que en 2011, pese al tremendo desgaste que sufrió durante la caótica legislatura-, ni siquiera le han permitido que ejerza de portavoz parlamentario. Es verdad que en verano apenas hay actividad legislativa en la Cámara, pero el hecho de que desde dentro de UPN le hayan impedido que asuma este protagonismo es un fiel reflejo de la división que existe en el partido.
Esparza ha dicho en los últimos días que “es un error” no contar todavía con portavoz parlamentario. Solo él se ha ofrecido para desempeñar este cargo, pero sus compañeros de bancada decidieron a finales de julio aplazar la votación. Hay quienes, como el exvicepresidente del Gobierno Juan Luis Sánchez de Muniáin, argumentan que este nombramiento daría mucha ventaja a Esparza con vistas al próximo congreso de UPN.
Con Barcina alejada de los focos y en total retirada, tras una funesta etapa al frente del partido que inició en abril de 2009, el desgobierno en las filas regionalistas es evidente. Sus responsables lógicamente lo niegan. Hablan de que se encuentran en una etapa de transición que, sin embargo, no les impide ejercer el papel de oposición y marcar el discurso del partido cuando la actualidad lo requiere. Esta tarea recae principalmente en el secretario general, Óscar Arizcuren, quien desde que asumió esta responsabilidad en marzo de 2013 ha optado por mantener un perfil público muy bajo y centrarse en la tarea interna.
baile de candidatos En cualquier caso, la situación que vive ahora mismo UPN en muy corto espacio de tiempo dejará de ser sostenible. Para septiembre el partido debe resolver quién va a ejercer de portavoz parlamentario y para el día 4 de ese mismo mes está convocado el consejo político, que será el que establezca la fecha del congreso extraordinario que elija al sucesor de Barcina y a la nueva dirección política.
No obstante, para que el consejo político pueda convocar el congreso precisa del visto bueno de dos tercios de sus miembros. Este órgano lo componen unas 215 personas, por lo que necesitará de unos 144 votos favorables, una cifra lo suficientemente elevada como para que el partido llame a la movilización de sus integrantes para evitar el riesgo de que le falte quórum para el mencionado congreso, que todos coinciden en que debe celebrarse pronto, pero sobre todo que se haga bien.
En el horizonte están las elecciones generales, que probablemente tengan lugar el 13 de diciembre. Y al menos un mes antes de esta cita UPN tendrá que definir si concurre en solitario o lo hace con la tradicional alianza con el PP. Una decisión de calado de la que ha de responsabilizarse quien sea el próximo presidente del partido, ya que el acercamiento a los populares lleva implícito el distanciamiento con el PSN y viceversa, con todo lo que ello supone para los pactos en Navarra.
Amelia Salanueva. La senadora y exconsejera es por el momento la única persona que públicamente ha dado el paso de postularse para ser la próxima presidenta de UPN. Salanueva, tremendamente distanciada de Barcina, ha repetido en los últimos días que el partido debe recuperar la centralidad política.
Javier Esparza. El que fue candidato de UPN en las últimas elecciones casi con toda seguridad optará a ser el presidente del partido. De momento, está hablando con las bases para sondear cuáles son sus apoyos reales. A su favor tiene que se impuso con holgura a Alberto Catalán (128 votos a 79) en las primarias para ser el cabeza de lista.
Luis Zarraluqui. El exconsejero de Fomento y actual parlamentario ha dicho estar a disposición del partido para lo que haga falta, pero casi nadie le da opciones.
Enrique Maya. El exalcalde de Pamplona no se ha descartado de la pelea para ser presidente, a la que seguramente se sumará algún candidato más.