Síguenos en redes sociales:

Ojerizas

Cuentan que Ana Botella y Esperanza Aguirre se tienen manía, lo cual nos recuerda que se comentaba lo mismo de Ibarretxe e Imaz, de Sanz y Alli

Ojerizas

Ojerizas

El mismo medio que hace días informaba de que la capital de Gipuzkoa es Estocolmo nos despertó ayer con la noticia de que los presos de ETA apoyan a Podemos. Al parecer un miembro de la banda - “terrorista histórico”, le llaman- ha sido oído cuando decía “a ver si toda la peña vota al Coletas”, y semejante reflexión de calado, como se estila ahora, le ha bastado al periodista para extraer una conclusión y cascarse un titular. Desde aquí lo confieso: Tengo varios discos de Def con Dos.

Si hacemos uso de tal sistema, el de ver un hueso de melocotón en el contenedor y asegurar que la comunidad de vecinos es vegana, resultará sencillo parir portadas aún más estupefacientes, algunas ya sugeridas: Los autores del 11-M desean que Maduro gane las elecciones; Se confirman los lazos entre Soziedad Alkoholika y los herederos de Jomeini. Le leo al escritor alemán de origen turco Zafer Senocak que en su lengua materna azul y cielo son la misma palabra, algo imposible por estos lares nublados. Y para qué perdernos en charcos metonímicos teniendo a mano la rima menos libre: Eta, coleta.

Droga dura

cuentan que Ana Botella y Esperanza Aguirre se tienen manía, lo cual nos recuerda que se comentaba lo mismo de Ibarretxe e Imaz, de Bono y Zapatero, de Sanz y Alli, de los blandos y los duros, y en ese plan. Los politólogos místicos suelen descubrir en esos duelos “las dos almas del partido”, o nos pintan un péndulo para sugerir que en toda tribu a veces mandan los tigres y a veces los gatitos. Habrá que preguntar a Darwin, o a Borges, si un gato puede ser tigre o todo tigre empezó maullando.

Lo cierto es que, incluso en esas pocas ocasiones en que la tirria personal tiene raíz ideológica, casi nadie se baja del barco en época de urnas. Cabría añadir que en realidad casi nadie se baja del sueldo, pero no seré yo tan suspicaz. Parece claro, eso sí, que cuando Esperanza considera a Ana “una gran mujer detrás de un gran hombre” cocina el mejor bizcocho de cicuta. Como decía Regoyos de Baroja: qué bien muerde.