Si como decía Marshall MacLuchan, “el medio es el mensaje”, estamos ante una de las campañas con menos contenido de los últimos años, que ya es decir. La mayoría de los partidos ya nos lo habían advertido desde mucho antes de iniciarse la carrera electoral: iban a hacer una campaña austera, como corresponde a estos duros tiempos de crisis y bla-bla-bla. Es, claro está, el discurso fácil y correcto, lo que “la gente” -ese término que se está imponiendo tras su profusa utilización por los líderes de la “nueva política” y que sustituye a términos del viejo régimen como personas o ciudadanía o sociedad ¡incluso pueblo!- quiere escuchar: que los políticos no se gastan mucho dinero durante la campaña electoral. Total, para lo que van a decir, ¿verdad?
Dejando al margen que una campaña bien diseñada y trabajada, además de plantear propuestas, fomentar el debate de ideas y dar, por qué no, votos también puede dar empleos, lo cierto es que para nuestra desgracia y quizá de la democracia, se está imponiendo por una parte la campaña diríamos cutre y, por otro, se hace campaña con todo -esto no es nuevo, pero sigue doliendo- con lo que nos encontramos con un totum revolutum difícil de digerir. Y el votante, cuando no hace bien la digestión, vomita. Ejemplos de cutrez en la campaña, hay a patadas.
lo nuevo En primer lugar: los mítines, señores y señoras, ya no existen o al menos están en vías de extinción y se dejan para algún domingo y para el final de campaña, que es donde hay que dar el do de pecho. Ahora, lo normal es la escena siguiente: llegan unos -pocos- señores y señoras, colocan un tenderete con un atril y un micrófono en algún lugar con foco de cámara molón y ahí el candidato suelta un discursito para el corte de radio y/o televisión -con el encuadre previsto- y para el titular del periódico del día siguiente y ahí acaba todo. Los mismos señores y señoras recogen el atril, y hasta el día siguiente. Total, una docena de “personas”, como mucho, mientras “la gente” sigue paseando o se dirige a sus tareas. Triste, muy triste. Si el palabro, acuñado contra las directrices de la troika no estuviera pésimamente utilizado porque significa justo lo contrario de lo que se pretende, podría decirse que estamos ante un austericidio electoral en toda regla. O sea, la austeridad -real o ficticia- se está cargando las ganas de votar.
En esta dinámica tan ahorrativa, en los partidos dicen que apuestan por las redes sociales. Acabáramos. Twitter en campaña es peor que lo del atril. Como en Internet y en esto de las tecnologías cualquiera es un estratega, pasa lo que pasa, como el horrendo y risible vídeo electoral del PP de Oion, que pasa por ser el peor de toda la campaña, incluso de la historia. A fe que lo es, aunque los populares son especialistas en vídeos patéticos: “Vamos camino al ayuntamiento, necesitamos tu voto y tu aliento. Lalalalala, lalalalala, nuestro alcalde es el mejor”, va cantando en el clip.
Otra característica de la campaña es la utilización de cuestiones extra para arrimar el ascua a la sardina propia. El juego sucio de siempre. El recurso al miedo de toda la vida. Para esto vale desde utilizar la postura de los demás sobre el fracking a vetar un encuentro entre víctimas de distintas violencias, desde un muro popular y todo el revuelo posterior a ciertos titulares de prensa para exacerbar el temor a que ganen los otros, desde las subvenciones de siempre a una operación policial tras arduas investigaciones en redes sociales -algunos cuerpos deben aburrirse a morir, y mira que hay dónde actuar...- y que hiede a millas de distancia..., desde una guerra de banderas provocada en Catalunya hasta una investidura interruptus en Andalucía.
nervios Todo esto no deja de ser consecuencia lógica del creciente nerviosismo que se ha instalado en partidos y algunas instituciones. Y, sin embargo, entre tanta horajasca, entre -por qué no decirlo- tanta mierda, hay cientos de candidatos decentes, que hacen campañas decentes, con programas y propuestas decentes. Que se lo curran, que recorren kilómetros por calles y plazas. Que tienen discurso. Sin despilfarros, sin dispendios innecesarios. ¿Austericidio? Sí, en su significado real: matar la austeridad. Además de las cualidades de sobriedad y sencillez, la RAE define austeridad como “mortificación de los sentidos y pasiones”. Y ya está bien de tanta mortificación. Eso, o conformarnos con lo que canta -es un decir- en su vídeo el candidato popular de Oion -lleva decenas de miles de visitas-: “Lalalalala, lalalalala, nuestro alcalde es el mejor”.
Los mítines son una especie en extinción, ahora son actos de una docena de personas, mientras se cuelan en campaña temas ajenos, desde un ‘muro popular’ a una redada policial, desde el ‘fracking’ a un titular que exacerba el miedo