El verano de las banderas
Errenteria se convirtió en julio de 1983 en el epicentro de las protestas contra la enseña española
BANDERAS en el balcón, carreras por la plaza, un retén policial permanente en el Ayuntamiento, fiestas suspendidas, un alcalde llamado a La Moncloa y una petición de ilegalización de un partido político. Las madalenas de Errenteria en 1983 tuvieron de todo, y casi todo malo, sin que apenas llegaran a celebrarse.
Aquellas fiestas patronales duraron unas pocas horas, cerca de 23, pero fueron uno de los mejores exponentes de la guerra de banderas que recorrió la geografía vasca aquel verano.
Las fiestas duraron el tiempo que transcurrió desde el txupinazo del 21 de julio -que acabó con una batalla campal- hasta la reunión que en la misma plaza consistorial celebraron la comisión de fiestas y más de una veintena de sociedades populares. Allí adoptaron la decisión de dejar las fiestas de lado tras fracasar las conversaciones que esa misma tarde mantuvieron con el gobernador civil en Gipuzkoa, Julen Elgorriaga.
El objetivo era salvar los propios actos festivos. La orden dada desde el Ministerio del Interior de José Barrionuevo la mañana del jueves 21 por teléfono al alcalde, José María Gurruchaga, era clara: la bandera española debería ondear a partir de esa tarde en el balcón consistorial. Frente a este mandato, había grupos, sobre todo los sectores más radicales del MLNV, dispuestos a impedirlo a toda costa. El ambiente tenso estaba servido para el txupinazo de la tarde.
El Gobierno español, presidido por el socialista Felipe González, no estaba dispuesto a que se repitieran escenas como las de Tolosa a comienzo de verano, cuando devolvió la rojigualda por no ser deseada en la localidad.
"Todas las situaciones tienen un límite y no podemos consentir que vuelvan a producirse hechos como los que sucedieron días atrás en Tolosa", aseguró Elgorriaga. Las fiestas de Errenteria estaban a la vuelta de la esquina y el alcalde Gurruchaga recibió, pocas horas antes del inicio, una llamada del Ministerio del Interior recordando la obligación de cumplir la Ley de Banderas.
Día 21
Violento arranque
Centenares de personas de todas las edades se acercaron a la plaza de la villa dispuestos a arrancar el periodo festivo con el txupinazo de turno y la tradicional marcha del Centenario. Entre el gentío también se encontraban, vestidos de paisano, varias decenas de agentes de la Policía Nacional, algunos de los cuales camuflaban porras en papel de periódico. Descubiertos por los radicales al grito de a por ellos, procedieron a cargar contra la multitud, haciendo uso de, además de porras, cadenas y palos. Una acción que Elgorriaga redujo al señalar que solo un agente había usado una cadena de hierro contra la multitud y, según él, arrebatada a un manifestante.
Pocos minutos antes de las 20.00 horas, la bandera española, entre un amplio dispositivo policial, acabó por ser izada en el balcón del Ayuntamiento mientras los agentes abajo congregados aplaudían entre gritos de Ikurriña bai, espainola ez de la mayoría.
La brutal carga policial que limpió la plaza en cuestión de minutos, acompañada de agentes uniformados, no fue el único episodio de la guerra de banderas de aquel verano, ni en Errenteria ni en Euskadi.
El alcalde Gurruchaga, que esa misma tarde mantuvo una reunión con el comandante policial, acusó a Herri Batasuna de ser "el origen inmediato de la situación de violencia".
La Policía siguió apostada en el Ayuntamiento. Tanto que la asamblea de trabajadores municipales, reunida el día 25, decidió no volver al edificio mientras siguieran los agentes. La tensión y la violencia, que provocaron decenas de heridos en las cargas del día 21, continuaron el 22, tras la manifestación de unas 3.000 personas que recorrió las calles de la villa en defensa de la ikurriña.
Al llegar a la plaza consistorial, un individuo encapuchado intentó quemar la rojigualda del balcón. Los disturbios, que cortaban la N-I y hasta la vía de ferrocarril, se reprodujeron y cuando la multitud estaba a punto de entrar en el edificio, uno de los agentes llegó a lanzar unas ráfagas de metralleta al aire.
Antes, las sociedades habían propuesto a Elgorriaga izar la bandera local junto a la ikurriña, algo a lo que el gobernador civil se negó. La segunda opción fue la de no izar ningún emblema, decisión que Elgorriaga limitó al pleno.
Nuevas cargas policiales, pelotazos y nuevos enfrentamientos entre radicales y agentes dejaron varias decenas de heridos. La bandera española, que estuvo arriada durante unos minutos, volvió a estar en el mástil hacia las 23.00 horas, cuando los disturbios tenían lugar en distintos lugares de la localidad de Oarsoaldea.
Cacerolada
Las protestas se extienden
El día de Santiago, el lunes 25, una nueva marcha volvió a recorrer las calles de Errenteria a favor de la ikurriña, pero los habitantes optaron por protestar mediante caceroladas y bocinas. Las sociedades habían decidido celebrar el Día de la Ikurriña, algo que quedó patente cuando buena parte de los balcones la mostraron.
Al anochecer, se reprodujeron los enfrentamientos entre las fuerzas policiales y aquellos sectores del MLNV que consideraban compatibles las vías políticas y las violentas para defender sus postulados.
Los incidentes por la obligación de izar la rojigualda -que se mezclaron con atentados mortales de ETA o los Comandos Autónomos- no solo se limitaron a Errenteria, aunque en la villa papelera fueran los más graves -alguno de los que resultó herido llegó a perder la visión-.
Villabona, que inicialmente optó por colgar solo la ikurriña; Pasai Donibane -que sumó la local-, Ordizia -donde el pleno decidió no izar ninguna de las banderas-, Vitoria -de cuya plaza de toros retiraron la rojigualda- o Astigarraga, que también suspendió los actos previstos por la masiva presencia policial, pasaron a engrosar una lista en la que en agosto entraron Etxarri Aranatz, Ondarroa y Donostia, entre otros.
Pero esta guerra de emblemas que abanderó la izquierda abertzale de hace 30 años, que ya llevaron al exministro franquista y dirigente de Manuel Fraga a pedir la ilegalización de HB, tuvo pequeñas réplicas más allá de las fronteras de Euskadi.
La polémica llegó en los últimos días de julio y primeros días de agosto de aquel 1983 a enclaves tan peculiares como Ortigosa de Cameros, Canales de la Sierra (ambas en La Rioja) o Vigo.
El Palacio de La Moncloa, que el 22 fue testigo de una reunión importante entre González y el lehendakari Carlos Garaikoetxea, acogió el 26 un encuentro entre el presidente español y el ministro del Interior, José Barrionuevo. Tras el Consejo de Ministros del día 27, en el que estuvieron sobre la mesa los disturbios de Euskadi, Felipe González recibió por espacio de 90 minutos la visita del alcalde de Errenteria y los concejales del grupo municipal socialista.
El PSE fue duramente criticado en el Consistorio por HB, PNV y EE -que acusó al PSOE de proponerse las izadas como un objetivo militar-. Estos tres partidos promovieron una moción de censura contra Gurruchaga, que fracasó en el pleno que tuvo lugar unos días más tardes, y del que el vicepresidente del Parlamento Vasco José Antonio Maturana (PSE) salió con una herida en la frente como consecuencia de una pedrada. El ambiente tenso en la villa papelera proseguía.
Las reivindicaciones y los actos simbólicos continuaron el día 31, cuando la villa papelera fue punto de encuentro de dirigentes socialistas, tanto del PSE en una primera reunión como de alcaldes socialistas del Estado, con la fidelidad a la rojigualda con tema común. Se dieron cita varias decenas de dirigentes, entre los que se encontraban Enrique Tierno Galván (Madrid), Pasqual Maragall (Barcelona), Pedro Aparicio (primer edil de Málaga y entonces presidente de la Federación Española de Municipios).
Con menos violencia que la de otras localidades, pero Donostia también fue centro de la noticia el 15 de agosto dentro de esa guerra de banderas. Los tres ediles de Herri Batasuna -entre los que se encontraba el hoy consejero de la Real Joseba Ibarburu- arriaron la española, lo que provocó varias detenciones.
Como en otros consistorios y a diferencia de la respuesta dada 30 años después a la ofensiva de la Delegación del Gobierno español, la izquierda abertzale había solicitado un pleno para que "la corporación municipal se posicione oficialmente sobre la cuestión de las banderas" porque "la colocación de cualquier otra bandera impuesta, pero detestada por la voluntad popular, está generando conflictos en numerosas poblaciones".