Peio Etxeberria, el potro salvaje de Zenotz, conquista el cielo
El navarro, en su tercera final consecutiva, se corona en el Cuatro y Medio tras asfixiar a Javier Zabala por 22-11 y se consolida como figura
¿Tiene sentido domar a una bestia salvaje? ¿Convertir el instinto en lógica y razón? El ser humano tiene tendencia a tratar de someter a la naturaleza porque cree, erróneamente, que puede dominarla. Jokin Etxaniz, que es sabio, el mejor maestro de pelotaris y director técnico de Aspe, sabe que eso no tiene ningún sentido y que apelar a la razón es ilógico. No se puede amaestrar lo que es genuino. Lo argumenta el profesor de Bergara cuando traza el perfil de Peio Etxeberria (16 de octubre de 1998, Zenotz), un manista capaz de jugar en apnea.
Su plan es la asfixia del contrario. Tal vez se ahogue o acabe con el rostro sin marco, hiperventilando, pero el otro deja de respirar. “Es un potro salvaje, como un caballo al galope. Es así, es su instinto. Hay que frenarlo un poco, pero no intentar cambiarle”, recita Etxaniz. Con ese sello, el delantero navarro alcanzó el Nirvana en el Frontón Bizkaia tras imponer su estilo ante Javier Zabala en un duelo, tenso al comienzo y plácido desde el meridiano, que coronó al delantero navarro en su tercera final consecutiva en la jaula. Al fin pudo descorchar la alegría e instalarse en la historia.
Etxeberria se hace con su primera txapela del Cuatro y Medio en Bilbao (22 - 11)
El delantero de Zenotz, más maduro, es una fuerza de la naturaleza desatada. El rayo y el trueno que anuncian la tempestad. “Físicamente es muy fuerte, un portento”, apunta Etxaniz. A Peio Etxeberria bien pudo retratarlo William Turner, el pintor de tormentas. Sereno fuera de la cancha, donde gestiona una explotación ganadera al ritmo de la naturaleza, el delantero de Zenotz, pura electricidad, se enciende con entusiasmo en la cancha.
Nada de estribos ni de riendas. Puro. Salvaje. Animal. Etxaniz, que tantos manistas ha modelado, sostiene que no se puede domar a un pelotari con ese instinto, que simplemente se trata de corregirlo con dulzura para que no se desboque.
Un manista explosivo
Recuerda por su explosividad Peio Etxeberria a Juan Martínez de Irujo, el manista que lanzaba fuego en cada pelotazo. “Los dos se parecen en ese punto de la explosividad, de entrar al remate, de darle mucho ritmo y velocidad al juego, pero Peio no tiene esa capacidad de ver el hueco de la manera en que lo hacía Juan. Le gusta entrar a todas las pelotas, que no decaiga el ritmo. Por ese ansia tenía tendencia a entrar a las pelotas descontrolado”, sugiere Etxaniz.
“Al final nos decantamos por él y ha sido un acierto”, argumenta Etxaniz. “Está muy fuerte físicamente y tiene posturas muy buenas en la distancia. Además, es trabajador y le encanta trabajar, tanto los saques como con la derecha”, destaca el técnico de Aspe sobre su pupilo.
Siempre tuvo madera Peio, pero necesitaba pulirse en el dominio del juego. Poderoso el físico, había que tallar más la derecha que la izquierda, que siempre manejó mejor. “Cada vez tiene más precisión a la hora de rematar con la izquierda, con la que hace daño. Tiene una zurda privilegiada. Con la derecha, entretanto, está trabajando”, cuenta Etxaniz.
Varios años después, la madurez se ha posado sobre el galope de Peio Etxeberria.
“Al jugar tan rápido, a tanta velocidad, pecaba a la hora de elegir. Muchas veces eso marca los partidos y a los pelotaris. Con el tiempo ha ido aprendiendo a elegir mejor. No se trata de jugar rápido por pura inercia. Se trata de darle velocidad a la pelota. A Peio le suele costar más hacer daño con la derecha porque en ocasiones precipita el golpe. Para controlar el golpe y darle velocidad, hay que meter la pelota bien en la mano”, expone Etxaniz.
Madurez en la cancha
El crecimiento de Peio Etxeberria, que se convirtió en cabeza de familia con el fallecimiento de su padre cuando tenía 15 años, se puede interpretar a través de los duelos con Altuna III en el Cuatro y Medio.
“Peio ha madurado y se le nota en la cancha a la hora de gestionar los partidos”. En la semifinal del Atano, el de Zenotz pasó por encima del mago de Amezketa. La suya fue una victoria incontestable después de un comienzo de torneo con derrota ante Jaka.
Hubo un tiempo en el que Peio tenía tendencia a irse de las disputas cuando se bloqueaba, no solo por colapso físico, sino también mental. Ha aprendido a gestionar esos momentos complicados. “Sabe sufrir en la cancha cuando las cosas no le salen como quiere”, subraya Etxaniz. La semifinal contra Altuna III simboliza esa mutación y mejoría, no solo en el juego, sino también en el aspecto mental y emocional. “Mentalmente es más fuerte y maduro. Seguir e insistir jugando concentrado le ha hecho crecer mucho”, apunta el técnico de Aspe. No ha dejado de ser salvaje porque Etxeberria respira instinto animal. Indomable.