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La primera estrella de los frontones

José Antonio Azpiazu repasa en ‘Una historia de la pelota’ la evolución de este deporte “Del siglo XVI a la revolución de ‘Chiquito de Eibar”

La primera estrella de los frontonesFoto: N.G.

La pelota vasca tiene una larguísima historia a sus espaldas. En sus diferentes modalidades, se ha practicado durante siglos en Euskal Herria y en otros lugares del mundo. Al igual que otros juegos, con el paso de tiempo pasó de ser un mero pasatiempo a convertirse en un espectáculo público por el que merecía la pena pagar. Y sus mejores practicantes, a su vez, pudieron cobrar por ofrecer esta diversión a los espectadores. A finales del siglo XIX, los pelotaris eran ya deportistas profesionales, cuyos partidos generaban expectación en un gran número de aficionados y eran reflejados en los medios de comunicación. El historiador José Antonio Azpiazu ofrece una visión de toda esta evolución en su libro Una historia de la pelota. Del siglo XVI a la revolución de Chiquito de Eibar, que fue probablemente la primera gran estrella de los frontones.

Azpiazu rescata de archivos, libros y periódicos numerosas anécdotas para ilustrar la importancia de la pelota en el pasado, y apunta que, al parecer, según San Isidoro, los vascones ya practicaban este deporte en el siglo VI. En un rápido repaso, recuerda que el primer trinquete se construyó en Francia en 1230, y que para el siglo XVI ya se practicaba en lugares como Londres, Flandes, Toledo o Valladolid. Los jugadores solían pertenecer a las clases acomodadas, y en uno de los episodios que recoge el libro se describe la inusual estampa de un pelotari acudiendo a la cancha a caballo y que terminó empuñando una espada tras una discusión. Y es que la nobleza de mayor alcurnia era aficionada a este pasatiempo, como el mismísimo Juan de Austria.

En Euskal Herria, en el siglo XVII la pelota ya era un espectáculo público de primera magnitud, que preocupaba a las autoridades por las altas sumas que se movían en las apuestas.

Pelotaris profesionales En el siglo XVI ya había jugadores que cobraban por ofrecer exhibiciones, y a finales del siglo XVIII las crónicas citan a Juan de Inda, Perkain, como el primer pelotari de nombre conocido. Pero no fue hasta las últimas décadas del siglo XIX cuando los pelotaris se convierten en verdaderas estrellas. En esa época, la pelota no solo estaba en auge en Euskal Herria, sino que también era un deporte de masas en España y en América. Precisamente, la construcción del frontón Plaza Euskara en Buenos Aires por la sociedad Laurak Bat marcó un hito en la historia de la pelota. La cancha, inaugurada el 1 de noviembre de 1882, tenía un frontis y pared izquierda, dos pisos de palcos y ocho filas de gradas, y disponía también de un restaurante, una cafetería y unos jardines en los que se plantó un retoño del árbol de Gernika.

Para los primeros partidos del frontón, Laurak Bat reclutó al mejor pelotari del momento, Indalecio Sarasqueta, más conocido como Chiquito de Eibar (1860-1900). Con el objetivo de atraer a los principales jugadores vascos a Buenos Aires, Laurak Bat ofrecía unos salarios extraordinarios. En 1879, por ejemplo, un ingeniero de minas como Serafín Baroja podía cobrar unas 4.000 pesetas al año, mientras que un pelotari sin demasiado renombre, por seis meses de trabajo, podía obtener 2.500. Así, decenas de jugadores, principalmente jóvenes guipuzcoanos, cruzaron el Atlántico para trabajar en las canchas americanas. Una figura como Chiquito de Eibar llegó a cobrar 6.000 pesetas en 1885 por una estancia de tan solo cuatro meses en el Plaza Euskara. Como ocurre con los contratos de los futbolistas de la actualidad, el cumplimiento del contrato estuvo supeditado a la revisión médica.

Nacido en Durango, Chiquito de Eibar pasó a residir inmediatamente después de su nacimiento en el caserío Aizpiri de la localidad armera. A pesar de su baja estatura y de su escasa fortaleza, Sarasqueta fue el gran dominador de su época, y durante su juventud fue conocido también como El Invencible. Como afirma Azpiazu, Chiquito de Eibar supuso una “revolución” en el mundo de la pelota, tanto por su capacidad para imponerse en diferentes modalidades -bien sea mano, pala, guante o cesta-, como por su superioridad en los frontones y por su enorme popularidad, que le llevaron a convertirse probablemente en la primera gran estrella mediática y deportiva de la pelota.

Para el escritor Antonio Peña y Goñi, Sarasqueta fue “el jugador de pelota más maravilloso, más artista y más popular de cuantos yo he conocido y admirado, del que puede decirse que regeneró el juego vascongado, elevándolo a una altura jamás, en mi concepto, alcanzada por nadie”. Al pelotari eibartarra se le llegó a considerar “el creador del juego de pelota moderno”, así como el introductor de la cesta en la Península Ibérica desde Iparralde. Y es que, al contrario que en la actualidad, los pelotaris tenían que dominar varias especialidades. Por ejemplo, en un partido que enfrentara a dos parejas, uno de los integrantes podía jugar con una cesta, y otro con un guante. El tanteo tampoco era como el de ahora, y había partidos que se jugaban a 50 o a 80 tantos.

Sarasqueta comenzó a destacar en las canchas con tan solo 16 años, y tal vez por eso tuvo una carrera bastante corta. Tras su retirada, se dedicó a ejercer como intendente en varios frontones. A su regreso definitivo al Viejo Continente, en 1894, siguió realizando esta función en la península, hasta que falleció de tuberculosis a los 40 años de edad. A su muerte, un periodista escribió que fue “el más sobresaliente de los jugadores de pelota, y aun pudiera decirse que el único jugador de pelota completo, por su maestría en todas las clases de juego a blé (pared). Nadie le igualó jugando a mano limpia, a pala, a guante corto y largo, ni a chistera, que así se llamó primeramente la cesta”.

La popularidad de Chiquito de Eibar no se limitó a Euskal Herria, o a los círculos vascos de Argentina. La pelota estaba en auge en toda España y, como deportista de primer nivel, Sarasqueta se codeó con otras personalidades de la época, como los toreros Frascuelo y Lagartijo o el tenor Julián Gayarre.

En los años posteriores a la retirada de Chiquito de Eibar, la cesta vivió un efímero período de esplendor en toda España, pero las controversias por las apuestas que se jugaban en los frontones, las acusaciones de amaño y los abusos de los empresarios que programaban los partidos pronto llevaron a esta modalidad a la decadencia. La pelota volvió a refugiarse en los límites de Euskal Herria, donde nuevas generaciones de pelotaris quisieron ocupar el lugar dejado por Indalecio Sarasqueta, ya convertido en una leyenda de los frontones.

“Una historia de la pelota”

Autor: José Antonio Azpiazu.

Editorial: Txertoa.

Páginas: 240.