Pamplona. Juan Martínez de Irujo cerró su participación en la liguilla de semifinales del Cuatro y Medio de la LEP.M con una mancha en su expediente. Alcanzaba la cita el delantero de Ibero con un billete para la final ya asegurado, con su casillero de derrotas en el torneo inmaculado y con la posibilidad de realizar ante Xala un entrenamiento vestido de blanco. Pero casi nada le salió bien. Perdió el partido, sumó más errores que todos los que había cometido en sus compromisos anteriores y perdió los papeles al protestar airadamente una decisión de los jueces, lo que le valió para que le amonestasen con una tarjeta negra que le acarreará una sanción económica. En definitiva, que poco provecho pudo sacar Irujo de su último duelo de campeonato antes de la final del próximo 27 de noviembre.
Lo contrario le pasó a Xala. Desterrada la presión por eso de haber perdido sus dos primeros partidos y ya no tener opciones matemáticas de disputar la final, el lekuindarra buscaba en el Labrit el triunfo del honor. Y se lo encontró. De manera literal. Circuló a remolque en el marcador durante más de media tarde y solo se pudo poner por delante en la recta final del choque, después del altercado de Irujo con los jueces. "Juan no ha estado bien", reconoció al término del choque. "Estaba pensando en su final y ha jugado demasiado nervioso. Ha cometido errores y los he aprovechado", resumió el lapurtarra.
El choque resultó igualado en su arranque, hasta el abrazo a 5. Después se escapó Irujo, que dio la impresión de ser más ambicioso que un Xala al que, por momentos, la desidia le devoró (5-11). Con semejante renta y tanta superioridad sobre la cancha, la grada se dedicó a otros asuntos, como corear el nombre de Patxi Puñal (el capitán de Osasuna vio el partido desde la grada aprovechando que este fin de semana no había jornada liguera de fútbol) o colgar una chaqueta desde el primer piso del frontón. La acción vino después de que Xala nivelara un 9-16 adverso. El tanto que le sirvió para firmar el empate resultó clave. Irujo pidió una estorbada que los jueces no le concedieron. Y se incendió. Se marchó enfurecido al vestuario y regresó a la cancha todavía más cabreado. Increpó a un juez y luego tuvo sus más y sus menos con otro. "Si hay que perder uno, que sea éste", justificó.