El hombre tranquilo
Xala es un pelotari de una clase excelsa que concede mucha más importancia a las otras cosas de la vida que circulan al margen de su profesión manista.
sólo sobreviven aquellas especies que mejor se adaptan, dejó escrito Charles Darwin hace siglo y medio. El científico inglés tenía en la cabeza cuestiones muy diferentes al juego de la pelota cuando elaboró sus teorías acerca de la evolución, pero la trayectoria profesional de Yves Sallaberry, Xala, demuestra que muchas veces no triunfan los más fuertes, sino aquellos que son capaces de adecuarse con mayor naturalidad a un entorno cambiante. Y Xala, que creció entre las paredes estrechas de los trinquetes de Lapurdi y Behe Nafarroa, ha sabido como muy pocos labrarse una carrera exitosa en el frontón de pared izquierda, en un terreno que apenas conocía hasta que cumplió 20 años y decidió abandonar sus estudios de educación física en Tarbes, muy cerquita de Pau.
Este verano cumplirá una década como profesional, tras debutar el 25 de junio con Aspe, empresa con la que posee contrato en vigor hasta 2015. Siempre con Aspe, Xala agradece así una oportunidad que se ganó entrenando en solitario, junto a Pampi Ladutxe y bajo la atenta de mirada de Pierre, su padre. Durante sus años de juvenil, en el trinquete, Xala había adquirido muchos de los golpes que hoy lo distinguen en la cancha. Zurdo en el juego, educó la diestra entrando de volea y buscando la caseta. Desde el rebote, y a falta de la potencia que atesoran otros, aprendió también a muñequear, a manejar el cuero con una precisión poco frecuente. Coordinado y pulcro, este movimiento le permite encontrar las últimas losas del frontis, darle vuelo a la pelota y ganar los tantos aparentemente sin esfuerzos, sin concederse demasiada importancia.
Porque Xala mira su profesión con un punto de distancia, sin excederse en los triunfos ni amargarse en las derrotas. La vida, al fin y al cabo, son más cosas que el partido del domingo, que la competición por calarse una u otra txapela. Xala, crecido en Lekuine, mantiene sus gustos de siempre, la costumbre de perderse en el monte, abstraído entre robles. O en silencio, de pie, a la orilla del río, con la caña de pescar, en un ejercicio de ensimismamiento de los que curan el estrés con apenas un par de sesiones. En el mismo silencio que uno percibe nada más cruzar el Bidasoa y sentarse en un restaurante de Biarritz o San Juan de Luz, donde apenas se escucha el murmullo de las conversaciones y el rítmico tintineo de las cucharas y los tenedores.
Cerca ya de los 31, a Xala los años le han despejado la frente y la coronilla, pero no le han encendido un carácter reposado, que exaspera a quien gusta de emociones fuertes. Capaz de pasar por el frontón sin enterarse del partido, inmutable ante el chaparrón de sus rivales, su juego armonioso le ha permitido también ganar dos Campeonatos de Parejas y aspirar el domingo a un tercero. Mano a mano, en todo el frontón, y en el Cuatro y Medio le ha faltado hasta el momento algo de fuerza, el golpeo violento de Gonzalez e Irujo o el conocimiento innato del juego que enseña Aimar Olaizola. Pero Xala, que inició el campeonato con la actitud fría de otras ocasiones, ha mostrado en las últimas jornadas todas las variantes de su repertorio: el saque largo y dirigido, el zurdazo largo, los ganchos medidos que resbalan por la contracancha sin opción de respuesta. Todos los que aprendió en el trinquete y los que, mes a mes, partido a partido, fue añadiendo durante toda una década entre los profesionales de la pelota a mano.