Bittor. Es el pediatra de Osakidetza que atiende a mi nieta, de 20 días. Le ha examinado por los típicos granos que les salen a las criaturas lactantes y tanto preocupan a sus progenitores. Le ha prescrito una pomada y un seguimiento. A los cinco días, él mismo se ha interesado telefónicamente por la marcha del caso. Efectivamente, es de los del plan antiguo y se jubila ya, salvo que alguna medida imaginativa por parte de los que deben tenerlas le retenga, a él y a otros como él, otra temporadita. Una lástima, porque de esos, ya no quedan.

De verdes y lobos

El estado federado alemán de Renania Palatinado, gobernado por los Verdes, ha cambiado de opinión respecto a la prohibición absoluta de la caza del lobo y la admitirá a partir del año que viene, cuando represente una amenaza para las personas u origine problemas graves en las explotaciones ganaderas. Se han dado casos de perseguir a dos jinetes que cabalgaban por un bosque o de superar una cerca eléctrica y matar a ocho ovejas.

Veterinarios cabreados

Concretamente, los que se dedican a los animales de compañía, que son la mayoría en la actualidad.

El miércoles se concentrarán en Madrid frente al Ministerio de Agricultura para protestar por la aplicación de una disposición que limita la libertad del ejercicio clínico profesional, con el pretexto del control del uso de los antibióticos en las mascotas que, como todo el mundo sabe, no se las come nadie, salvo los emigrantes en Estados Unidos, Donald Trump dixit.

También pretenden controlar la dispensación, siempre con receta y sólo para aquellos animales que estén identificadas con microchip, lo que no me parece mal, porque lo de la identificación, una competencia municipal, es un cachondeo por la falta de interés de los propios ayuntamientos y de los propietarios.

Por último, porque obliga a los profesionales de la salud animal a utilizar el Sistema Informático Central de Control de Prescripciones Veterinarias de Antibióticos (PRESVET), un sistema que a veces funciona y otras no, y que supone más tiempo de dedicación del profesional que no es funcionario en una burocracia que se les impone.

Los veterinarios de animales de renta ya tuvieron que asumir esta nueva burocracia impuesta con el noble objetivo de frenar el uso innecesario de los antibióticos. La pandemia del futuro cercano.

El ‘moro’ de Irun

No es un chaval. Ha pasado de los cuarenta. El hijo de un amigo, movido por un afán solidario, lo que antes se decía caritativo, permitió hace unos meses a un magrebí indigente que se duchara en su casa y diera una cabezada. Mientras tanto, él salió a hacer un recado. No pudo regresar a su domicilio hasta que la Ertzaintza lo desalojó, pasadas varias semanas, con mandamiento judicial.

La cerradura, instalada por el moro, estaba rota y alguien había entrado y robado el sofá. El tipo tenía las maletas hechas. Salió sin ofrecer resistencia. Ya tendrá otro hospedador de buen corazón.

El piso parecía una jaima de cabras. Guarro hasta la saciedad. Se evidenciaba que eran varios los ocupantes. Las sillas rotas. El televisor, con una inscripción en árabe pintada en la pantalla.

Ahora, los supersolidarios deberán afanarse en buscarle un nuevo alojamiento porque, no en vano, según sus argumentos, es la consecuencia de una supuesta deuda histórica de carácter colonial que mantenemos con ese colectivo de parásitos, a quienes, además, no podemos ni debemos criminalizar. Como mucho, sonreír y encogernos de hombros. Tiene recursos. Cobra la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), vende en la calle la pregabalina (Lyrica) que le proporcionan en el Centro de Salud Mental de Irun y, seguramente, podría aportar un buen sofá.

Me constan los esfuerzos de nuestra Diputación Foral en la acogida e integración de un elevado contingente de jóvenes magrebíes y los éxitos obtenidos que se comprueban cuando la mayoría de esos chavales, trabajadores o estudiantes, pasan desapercibidos en nuestra sociedad. Pero padezco esas cuadrillas de jóvenes, mayores de 18 años y sin trecho, supongo, que pasan la mañana holgazaneando y estorbando a los usuarios de la Biblioteca municipal Central donostiarra, mientras cargan sus móviles.

Nada comparado con lo que ha soportado el hijo de mi amigo en Irun. Aunque no esté bien visto por la clase biempensante y solidaria en horario laboral, hacer este tipo de observaciones y mantienen que debemos adaptarnos a sus costumbres, aunque a mí no me lo han permitido cuando he visitado sus países.

Sovietización

Es el fenómeno al que nos están sometiendo desde hace unos meses desde el entorno de URSSula, como reflejo de la deriva soviética que ha tomado la gestión de la engreída presidenta de la Comisión Europea con su gestión, cada vez más centralizada, el control absoluto sobre la toma de decisiones y la supervisión absoluta de las comunicaciones dentro de la UE. Es decir, un comportamiento típicamente soviético, según los parámetros occidentales.

Ese clima autocrático fue plasmado en su discurso en Múnich por el vicepresidente de EEUU, J.D. Vance –posible sucesor de Trump– al advertir que Europa se estaba alejando de los valores democráticos al establecer la censura de prensa (en 2022 Ursula vetó los medios rusos en Europa) y al apoyar la suspensión de unas elecciones democráticas en Rumania porque había triunfado el candidato que no quería la UE.

Me temo que estamos ante un comportamiento populista demasiado generalizado del ejercicio del poder, que llega hasta Euskadi por parte de unos dirigentes políticos que defienden su nómina, contra viento y marea, y alardean de su profunda incultura, priorizan la obediencia ciega, penalizan la reflexión y destacan el bien individual sobre el colectivo con una absoluta falta de perspectiva a largo plazo, superadora de las dificultades.

Hoy domingo

Alcachofas con jamón. Lenguado al horno, patatitas panadera. Naranja. Tinto Arabarte. Agua del Añarbe. Café y los últimos petit fours de Casa Vidaurre de Olite.