Paradoja veterinaria. Lamentaba Santi Andía, el imaginario personaje de Pío Baroja, en el ocaso de su vida, que “los vascos se retiran de la mar” y, podemos añadir, y los veterinarios del medio rural.

Lo advertía, en este mismo periódico, el colega Pedro Erkiaga, hasta ahora veterinario clínico especialista en grandes animales, que ha mutado a un puesto burocrático, hace unas semanas. Las cuadras se vacían de ganado y los veterinarios clásicos, los que andaban por los caseríos, desaparecen. Casi no quedan y los últimos que resisten han de hacer muchos kilómetros todos los días, por los pueblos y barrios rurales, Bedoña, Bedaio, Anguiozar, Urdaneta, Elcano, Urtsuaran, Gudugarreta, Mazmela, Garin… y tantos otros, desconocidos para la mayoría de los guipuzcoanos urbanitas. Mejor. Que no se les ha perdido nada.

Por contraste, Veterinaria es una de las carreras más demandadas por las jóvenes, las féminas ya son el 75% del alumnado y, en consecuencia, tras Medicina, la que tiene las notas de corte más alta. Existen 8,5 solicitantes por cada plaza ofertada en las diez facultades públicas, en breve una más, lo que permite hacer caja a las cinco facultades privadas.

Entre España y Portugal, con una población de 58 millones de habitantes, existen 23 facultades, cuando se estima que para lograr un estándar de calidad docente y de los servicios veterinarios, sería suficiente con una facultad por cada 10 millones de habitantes.

Los más sensatos creerán que la implantación de unos estudios en una universidad determinada obedece a sesudos análisis realizados por prestigiosas consultoras que evalúan las necesidades de una determinada región o comunidad, cruzando los datos con estudios demográficos, demoscópicos, prospectivos, actuarios y económicos a medio y largo plazo y otras variables muchos más complicadas. No, qué va. Es mucho más sencillo que eso. Son cambalaches electorales de los políticos y de áreas de influencia de los docentes universitarios, a los que el futuro profesional del alumnado les importa un pimiento. Y así, se crea una facultad de Veterinaria en Salamanca, dos de Medicina, en León y Burgos que sumarán 52, y una de Farmacia en Valladolid, la número 23.

Esta situación hiperbólica de facultades de Veterinaria contribuye a la precarización de las jóvenes tituladas, que se formaron pensando única y exclusivamente en las clínicas de mascotas

Los ínfimos salarios, las condiciones laborales o los horarios poco conciliadores, ayudan a entender el creciente problema del burnout y de la fatiga emocional, consecuencia de una forzosa resignación laboral y frustración profesional, a lo que se debe añadir el fracaso social por la pérdida de talento y la inútil inversión de dinero público en facultades –y las de Veterinaria son de las más caras–, cuyos egresados acabarán, muchas veces, abandonando la profesión o trabajando en Francia o Inglaterra, en mejores condiciones

Francia incentiva la presencia de jóvenes veterinarios en el mundo rural con facilidades, subvenciones y créditos a bajo interés para combatir su vaciado progresivo, reforzándolo con el único profesional que puede hacer más eficientes y sostenibles las explotaciones ganaderas. Porque garantizar la salud pública, la seguridad alimentaria, velar por la sanidad y el bienestar animal, es una de las apuestas más seguras de cara a revitalizar la decreciente actividad económica del campo. Solo creando riqueza y puestos de trabajo se contribuirá a fijar población. Pero las preocupaciones de los inquilinos del palacete de la Carrera de San Jerónimo, parece que están a otras cosas más prosaicas, como la selección vasca de pelota que rompe España.

Las vacas locas

Ya está olvidado para la mayoría aquel amargo episodio. La enfermedad neurológica mortal, causada por los priones, que puso en máxima alerta a la opinión pública europea, relacionada con el consumo de carne y productos cárnicos infectados por la encefalopatía espongiforme bovina.

Sin embargo, para nuestra tranquilidad, se sigue aplicando un programa anual de vigilancia específica, coordinado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria para evaluar la prevalencia de la infección por encefalopatías espongiformes transmisibles (EET) en las poblaciones animales en los mataderos. Según el último informe, en la UE sólo Francia detectó un caso de alta patogenicidad en un bovino de carne de 12 años, imagino que un semental. No se notificó ningún otro caso de EEB en el mundo en 2022, incide el informe del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC).

Sabanero

Se oculta que el villancico Mi burrito sabanero, popularizado este año, es originario de Venezuela. Su reverdecido éxito molesta a quienes no soportan que pueda salir algo bueno de un país gobernado por el autobusero y su panda chavista.

Aunque tergiversen la historia y manipulen los datos, solo serán engañados los predispuestos y los ignorantes, claro. El compositor de Mi burrito fue el venezolano Hugo Blanco, compositor también de Moliendo café. Y el primer intérprete de Mi burrito fue el venezolano Simón Díaz, compositor e intérprete a su vez de Caballo viejo, aquel caballo embarbascado por una potranca, éxito atribuido falsamente a otros personajes de la farándula.

Como si no bastara con el bloqueo que impuso Obama, saquean el patrimonio cultural. Así de insaciables son los imperios.

La calidad de la fruta

Se lamentaba hace unos días mi frutero de cabecera, mientras tomábamos un café. Los asentadores de Merca Bugatt, traen lo que les piden sus clientes y los pakis están quedándose con todas las fruterías guipuzcoanas, vendiendo barato y, para eso, sólo hay un modo: bajar los costes, calidad y personal. Y la gente compra. Un problema.

Hoy domingo

Zurrukutuna. Rosbif con su jugo y puré de patatas trufado. Rosco de Reyes. Tinto Amaren. Agua del Añarbe. Café y mignardises navideñas, que todavía quedan. No se acaban nunca.