Antimicrobiano. Sustancia química, sintética o natural, que tiene la capacidad de inhibir o destruir microorganismos como bacterias, hongos y virus. Se utilizan en la agricultura, en la industria alimentaria y en salud pública cuando exigen limpieza y desinfección –dos conceptos diferentes– de superficies de trabajo, por ejemplo. La lejía es un potente antimicrobiano por la acción oxidante del hipoclorito sódico, como lo es el alcohol, el agua oxigenada o el vinagre, pero no son antibióticos.

Antibiótico

Es un tipo específico de antimicrobiano. Una sustancia química producida naturalmente por microorganismos –bacterias u hongos– para matar o inhibir el crecimiento de especies microbianas rivales. Deben conservarse en el frigorífico. Los antiguos egipcios aplicaban una cataplasma de pan mohoso a las heridas infectadas. En otras culturas más cercanas geográficamente, esas cataplasmas las elaboraban con telas de araña de rincones húmedos de los caseríos.

Serendipia

(Txiripa). Como tantos otros descubrimientos, una casualidad difícil de explicar, a priori, racionalmente.

Al regresar de sus vacaciones el 3 de septiembre de 1928, Alexander Fleming. profesor de bacteriología en el Hospital St. Mary’s de Londres, comprobó sorprendido que, en una de las “placas de Petri” que contenían colonias de estafilococos había una zona donde estaba creciendo una mancha de moho –Penicillium notatum– que había impedido el crecimiento bacteriano. Ahí comenzó todo y las necesidades provocadas por la II Guerra Mundial revolucionarían el descubrimiento, pero hoy no toca hablar de eso. Los antibióticos se utilizan en medicina y en veterinaria para combatir infecciones provocadas por bacterias, no así para combatir plagas vegetales, ni hongos, ni virus.

De cal y arena

Decía D. Gregorio Marañón y Posadillo, célebre médico y erudito madrileño, que el principal instrumento para el galeno era la silla, para escuchar cómodamente al paciente y verle. Tenía razón. Ahora la pantalla del ordenador en muchas ocasiones impide la visión directa, mientras el facultativo teclea y teclea.

Sin embargo, a raíz de la generalización del uso de los antibióticos en la década de los cincuenta, vaticinó que desaparecerían las enfermedades infecciosas. Ahí se equivocó. Tal vez porque desde el primer momento se hizo un uso irresponsable de los mismos y dejaron de ser la panacea que se suponía, eran.

Infecciones

Hoy la infección, cualquiera que sea su agente productor, es una causa muy común de patología, en buena medida, tratable, pero sigue causando más muertes que las enfermedades crónicas y más que el cáncer. Basta con recordar las consecuencias del covid. Si repasamos los miles de enfermedades infecciosas descritas, solo hemos erradicado la viruela en medicina y la peste bovina en veterinaria. Y otras, que consideramos, si no erradicadas, controladas, siguen siendo sospechosas como potencial arma de bioterrorismo: una enfermedad que se difunde con mucha rapidez y que desestabiliza la sociedad, constituyendo el armamento masivo más barato y más fácil de preparar por cualquier desaprensivo con unos mínimos conocimientos de microbiología.

Resstencia a los antimicrobianos (REM)

Es hoy una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo. Para algunos autores va a ser la pandemia del siglo. Puede afectar a cualquier persona, sea cual sea su edad o el país en el que viva.

Es la causa del fallecimiento, sólo en Europa, de más de 30.000 personas al año y de más del doble en Estados Unidos. Según la OMS, un millón de personas mueren al año en el mundo por este motivo.

Es un fenómeno natural, aunque el uso indebido de estos fármacos en el ser humano y los animales está acelerando el proceso. No son las personas o los animales los que se vuelven resistentes a los antibióticos, sino las propias bacterias causantes de las enfermedades, que han desarrollado sus propias defensas que los convierten en ineficaces y cada vez es mayor el número de infecciones –por ejemplo, neumonía, tuberculosis, gonorrea y salmonelosis– cuyo tratamiento se vuelve más y más difícil.

Es especialmente alarmante la rápida propagación mundial de bacterias multirresistentes, las “superbacterias”, que provocan infecciones que no pueden tratarse con los antimicrobianos al uso, como los antibióticos, prolongando las estancias hospitalarias, incrementando los costos médicos y aumentando la mortalidad. En 2019, la OMS determinó que había 32 antibióticos en fase de desarrollo clínico capaces de combatir los patógenos prioritarios, de los que solo seis se clasificaron como innovadores. Es más, la falta de acceso a antimicrobianos de calidad sigue siendo un gran problema que afecta a países de todos los niveles de desarrollo, y especialmente a sus sistemas sanitarios.

A medida que la farmacorresistencia se propaga por todo el mundo, los antibióticos son más ineficaces, lo que conduce a más infecciones difíciles de tratar y al aumento de la mortalidad. Se necesitan urgentemente nuevos antibacterianos, Ahora bien, si no se cambia la forma en que se utilizan actualmente, automedicación incluida, los nuevos tendrán el mismo destino que los actuales y se volverán ineficaces.

Engañado

Es como me he sentido con el asunto del periodista fake y espía confirmado, Pablo González. Me reafirmo en denunciar su incomunicación en la prisión polaca, fuera cual fuera el delito que se le imputaba, impropio de un Estado de Derecho miembro de la UE. Pero el intercambio de prisioneros y la recepción en Moscú por el propio sátrapa Putin, me dejó consternado. Y tenía necesidad de decirlo, porque nos ha estafado a muchos ciudadanos demócratas. E ingenuos.

Hoy domingo

Menestra de verduras. Rosbif puré de patata. Yogur Goenaga con fresas, moras y frambuesas. Tinto Cune, crianza. Agua del Añarbe. Café. Petit fours de Vidaurre de Olite con moscato de Ochoa.