Ya nos habíamos olvidado de la viruela del mono -Monkeypox-. Celebrábamos el resultado negativo, la semana pasada, de una paciente sospechosa de padecer el virus de Marburgo y ahora, nos advierten del ingreso de una persona, procedente de la República Centro Africana, en el hospital donostiarra, esta vez, presuntamente infectada del virus del Ébola que, naturalmente, ha hecho saltar nuevamente, todas las alarmas.

El Hospital Donostia es uno de los siete centros hospitalarios del Estado, que cuenta con personal altamente especializado e instalaciones de alta seguridad y aislamiento, para el tratamiento de personas aquejadas de esta y otras enfermedades víricas.

Se trata de una zoonosis. Una enfermedad muy rara en nuestras latitudes, que se adquiere por contacto estrecho con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de animales infectados, tales como murciélagos frugívoros, simios, antílopes o puercoespines encontrados enfermos o muertos en la selva tropical. 

A partir de un infectado, el virus Ébola se propaga de persona a persona por contacto directo (a través de las mucosas o de heridas de la piel) con la sangre o líquidos corporales de personas enfermas o fallecidas; objetos contaminados con líquidos corporales (sangre, heces, vómitos) de enfermos o cadáveres de personas fallecidas por la Enfermedad del Virus del Ébola (EVE) a lo que ayudan las ancestrales costumbres de algunas culturas africanas en sus ritos funerarias, que implican contacto directo con el cadáver.

Los pacientes son contagiosos mientras el virus esté presente en la sangre y las embarazadas que se recuperan de la EVE siguen siendo portadoras del virus en la leche materna o en los líquidos y tejidos relacionados con el embarazo.

La infección del personal de salud al tratar a pacientes con EVE ha sido frecuente cuando ha habido contacto estrecho y no se han observado estrictamente las precauciones para evitar la infección. 

La sintomatología se caracteriza por la aparición súbita de fiebre, cansancio y dolores musculares, de cabeza y de garganta, seguidos de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas y hemorragias externas e internas, que suelen aparecer entre los 2 y los 21 días de la infección. 

Los pacientes no son contagiosos hasta que presentan síntomas, pero después pueden contagiar la enfermedad mientras su cuerpo contenga el virus, incluso después de haber fallecido.

En el supuesto de superar la infección -la letalidad puede llegar al 50%- los pacientes pueden padecer secuelas hasta dos años después.

El diagnóstico debe realizarse por pruebas laboratoriales, para no confundir la sintomatología con otras enfermades infecciosas como el paludismo, la fiebre tifoidea o la meningitis. 

El tratamiento, siempre hospitalario, con anticuerpos administrados por vía intravenosa aumenta las posibilidades de supervivencia. Hay una vacuna eficaz para el Ebolavirus Zaire, que aparece sobre todo en Guinea y la República Democrática del Congo.