El Cierzo. En una entrevista que realizó Gemma Nierga al neurólogo Kiko Arregui, muy conocido entre los montañeros por su especialidad en congelaciones, sobre su última expedición al Polo Norte, donde soportaron temperaturas de 40 bajo cero, se interesó por el lugar donde más frío había pasado en su vida. Contestó sin pensarlo: en Zaragoza. Y lo justificaba porque a Siberia se va convenientemente preparado, pero en Zaragoza, incluso abrigado, al doblar una esquina de atiza el Cierzo y se te cuela hasta los mismos huesos. Incluso a los maños más veteranos les ocurre. Acabo de regresar de allí, tras participar en un acto académico, y le doy la razón al irundarra.

Vino o ‘virus’

Ocurría hace medio siglo en Malón, un pueblecito de la provincia de Zaragoza en la muga con Navarra, cuando regresaban a pasar sus vacaciones estivales los que habían ido a trabajar al País Vasco. Después de aparcar sus rutilantes utilitarios en la plaza y quitarles el polvo, se dirigían al bar a pedir exóticas combinaciones de las que, al parecer, consumían en sus pueblos de adopción. El veterano tabernero local, hastiado de la tontería de aquellos nuevos pijos, mientras pasaba la bayeta húmeda por el mostrador de mármol y sin mirarlos, les contestaba siempre: “Aquí, vino y, si no, virus (iros)”. La anécdota viene a cuento por los virus que nos acechan ante la indiferencia de una sociedad un tanto aburrida de bichitos, microbiólogos y epidemiólogos de la Señorita Pepis y restricciones varias.

En junio de 2020, cuando el covid-19 estaba al pil-pil, se detectó el virus en cuatro granjas de visones en Holanda y en otra de Teruel, afectando a un centenar de personas entre trabajadores y familiares de estos. Semanas más tarde, la veterinaria Marion Koopmans, de la Facultad de Veterinaria de Utrecht, confirmó la transmisión del coronavirus de los visones a las personas, concluyendo la existencia de transmisión humana-animal-humana, fijando el inicio de las infecciones en el visón. En noviembre, en Dinamarca, principal productor mundial de pieles de visón, con más de mil granjas, sacrificaron 17 millones de ejemplares de toda la región de Jutlandia, aunque la preventiva medida obligó a dimitir al ministro de Agricultura por pasarse de frenada y organizar una chapuza. Como aquí con el solo sí es sí, pero con dimisión, claro.

Ahora, estos valiosos –por su pellejo– carnívoros vuelven a ser protagonistas de un artículo en la revista Science del 24 de enero, que informa sobre una granja de visones de Galicia que comenzó a padecer una elevada mortalidad de ejemplares, atribuida en su inicio al virus SARS-CoV-2, hasta que las pruebas de laboratorio concluyeron que se trataba del virus de la gripe aviar H5N1. Inmediatamente, se sometió a cuarentena a todos los trabajadores y se sacrificaron los más de 50.000 visones de la explotación.

Un colega residente en la capital maña me enseña la instrucción de los veterinarios municipales a los servicios de limpieza, en el supuesto de que localicen un ave muerta en la calle. Medidas precautorias de alto riesgo. La gripe aviar campa por doquier y los avicultores se encuentran en vilo. Otro compañero de Ejea de los Caballeros me confirma la muerte por gripe aviar de más de 50 gaviotas que descansaban en la Estanca del Gancho, en su ruta migratoria, y me muestra las fotografías. En Lleida sacrifican 80.000 pavos jóvenes por la misma razón. Y esto no tiene visos de acabar.

Relacionando las rutas de las aves migratorias, especialmente de las anátidas (patos, gansos y cisnes) con la aparición de los focos, existen ciertas coincidencias como para establecer una relación e incluso algunos autores consideran que esas aves pueden ser huéspedes naturales del virus y apuntan al papel que pudiera jugar el cambio climático que, al obligar a modificar algunos itinerarios, incide en que los virus lleguen a nuevos territorios. No parece posible controlar su expansión. Además, padecemos un riesgo biológico continuo por la ubicación geográfica de la península, que la convierte en zona de paso obligado entre ambos continentes.

Todo parece indicar que el virus se transmite entre aves migratorias y aves domésticas por el aire y por compartir comederos o bebederos, y entre las aves de granja por el traslado de animales o de material infectado (productos, personas, vehículos, jaulas, pienso, ropa).

El pasado año vivimos en Europa una ola de gripe aviar sin precedentes y hubo que sacrificar casi 50 millones de aves. Se trata de un virus altamente patogénico para las aves, pero el riesgo para las personas, especialmente urbanitas, es por ahora muy bajo. De hecho, el número de casos humanos es ínfimo en comparación con la cantidad total de aves afectadas, pero se sigue considerando una infección muy peligrosa, mucho más letal que la gripe o que el covid-19, hasta el punto que más de la mitad de los infectados con el subtipo H5N1 han muerto. De momento no constan casos de contagio entre personas, pero si se produjera una mutación del virus, podríamos estar frente a la nueva pandemia, como advierte la Organización Mundial de Sanidad Animal.

La mayoría de los casos en persona, se han descrito en Asia y convivían bajo el mismo techo con aves infectadas, inhalando las gotitas que estornudan o el polvillo de sus lechos o sus excrementos.

No hay evidencia científica de transmisión de la gripe aviar a través de la cadena alimentaria. Vamos, que se puede seguir utilizando la gallina vieja para hacer caldo y comiendo pollo o huevos con absoluta tranquilidad.

Deben extremar las precauciones los trabajadores de granjas avícolas y los encargados de la eliminación de las aves afectadas. Aun así, es mejor evitar el contacto con aves silvestres y, si se encuentra alguna enferma o muerta, sin tocarla, comunicarlo inmediatamente a las autoridades municipales.

Hoy domingo

Arroz marinero caldoso. Albóndigas en salsa. Naranja. Vino tinto crianza Solagüen. Café.