Ya nos hemos olvidado del proyecto de superliga. Ni siquiera duró una semana. Las noticias vienen y van. Las primeras conclusiones eran obvias: "el fútbol es del pueblo", "los poderosos sólo quieren dinero y más dinero", "las competiciones nacionales quedan desfasadas ya que los equipos más grandes, al tener plaza asegurada en la competición europea, podrían jugar con suplentes o hacer estrategias según su conveniencia". Dejemos estos asuntos para el debate: sin duda, dan mucho que hablar. Pasemos a la valoración desde el punto de vista de la economía de la conducta.

Para ello, recordemos un principio básico: en unos contextos determinados, el comportamiento humano tiende a replicarse. Aprendamos a valorar esos contextos. Así, mediante leyes por un lado o la inculcación de la responsabilidad personal por otro se pueden lograr resultados que supongan una mejora global para una comunidad.

En definitiva, ¿qué nos enseña el asunto de la superliga? Un primer punto que llama la atención es la falta de lealtad por parte de los clubs que abandonan el proyecto a las primeras de cambio. Cuidado: no se trata de hacer una valoración subjetiva. No se trata de indicar si eso está bien o está mal. Es un hecho objetivo que con los equipos supervivientes la superliga sólo puede organizar un torneo de verano (o de invierno, como la Supercopa española en Arabia o el Mundial de Qatar). El Brexit de los diferentes clubs puede deberse a dos razones: o no han calibrado el alcance de crear la superliga o han preferido quedarse en lo "malo conocido antes que lo bueno por conocer". En todo caso, ya tenemos una primera conclusión: vivimos tiempos difíciles para la lealtad. Aunque siempre ha tenido un precio, en estos momentos es más bajo que nunca. El honor, el honor. El cumplimiento de la palabra dada... son cosas que se van olvidando. Era un poco exagerado, en tiempos pretéritos, realizar duelos a muerte por honor. Evariste Galois, un genio de las matemáticas, murió con tan sólo 20 años por esa razón. Sí, eso es una barbaridad. Pero de ahí a no fiarnos de una palabra a no ser que venga sustentada por un contrato va un abismo.

Segundo punto: en instituciones con un gran poder como los partidos políticos u organizaciones internacionales que forman monopolios administrativos las batallas internas son brutales. Un caso paradigmático es la FIFA, el COI o la UEFA. Es una frase histórica de Konrad Adenauer: "hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido". Por cierto, tiene una frase mejor: "la mejor forma de calmar a un tigre es dejar que te devore". Muchos ciudadanos están hartos de las injusticias del mundo o de la gobernabilidad en la que viven. Sin embargo, sólo mueven los dedos para cliquear en el ordenador. Sin duda, han sido devorados.

En estas batallas internas al final el ganador se lleva todo. La valía no importa. Y muchas veces se deciden por detalles. Un ejemplo claro: año 2008. El PP de Mariano Rajoy ha perdido las elecciones. Comienza una desbandada en el partido que pide un cambio de timón. Empiezan a irse unos, otros, otros... hasta que Francisco Camps, entonces todo poderoso presidente de la Comunidad Valenciana, decide apoyar a Rajoy. Si se hubiese ido por otro lado, los dirigentes posteriores del PP, los ministros y altos cargos que conocimos a partir del 2011 hubiesen sido otros. ¿Meritocracia? Estar en el bando adecuado en el momento justo.

Tercer punto: la existencia de superligas en el mundo de otro orden. Por ejemplo, los consejeros delegados de las grandes empresas están de acuerdo en que deben cobrar cantidades siderales de dinero. Cuesta admitir que lo generen, ya que en ese caso la cotización de su empresa se hundiría al cambiar el consejero delegado. Eso sí, hay presidentes o ejecutivos de carrera contrastada en el mundo de la empresa como Juan Roig en Mercadona, José María Alvarez Pallete en Telefónica o Amancio Ortega y Pablo Isla en Inditex.

Así, es prioritario evitar en la economía mercados en los que unos pocos se lleven todo. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, presidida por Cani Fernández, vela por el cumplimiento de todo ello. Se trata de impedir la existencia de superligas que se lleven la mayor parte del pastel con la excusa de que así ganamos todos. Es la teoría del goteo. En Europa este puesto lo ocupa, con gran solvencia, la danesa Margrethe Vestarger. Por desgracia, es necesario controlar otras competencias a nivel mundial. Por ejemplo, a nivel financiero los fondos de BlackRock (Larry Fink, 8.6 billones de dólares), Vanguard (Mortimer J.Buckley, 6.2 billones de dólares) y State Street (Cyrus Taraporevala, 3.1 billones de dólares) gestionan, haciendo una simple suma, 18 billones de dólares. Por eso se les llama las Big Three.

Eso sí que es una superliga. Lo demás son tonterías.

*Economía de la Conducta, UNED de Tudela