o constituye ninguna sorpresa que la reciente eurocumbre social de Oporto (7-8 de mayo) haya pasado prácticamente desapercibida. Tan solo unas breves referencias en los medios de comunicación (solo en algunos) se han ocupado de dar cuenta de su realización, sin que los temas tratados en ella, salvo algunas contadas excepciones que siempre las hay, hayan merecido apenas la atención de los comentaristas y analistas de nuestros medios. Contrasta esta parquedad mediática en el tratamiento de las cuestiones abordadas en la eurocumbre social de Oporto con el amplio despliegue mediático que en esos mismos días nos ilustraban con todo detalle sobre las trifulcas que constantemente animan nuestra vida política, sin duda mucho más divertidas que los aburridos temas relativos a la agenda social de la UE que se trataban en la cumbre de Oporto.

En esta ocasión ha habido también otros factores que han contribuido asimismo a restar protagonismo a los asuntos tratados en la eurocumbre social de Oporto. De forma muy especial, la coincidencia en esas mismas fechas con las reacciones suscitadas por el anuncio realizado por el presidente norteamericano, Joe Biden, sobre las patentes de las vacunas, que a pesar de no estar en el orden del día de la cumbre social de Oporto se convirtió en el tema estrella sobre el que se centró la atención de todos los medios de comunicación. Lo que ha contribuido a relegar el tratamiento informativo de otros temas con menor impacto mediático, como sin duda lo son los relativos a la agenda social, que en principio era el objeto central de la eurocumbre de Oporto.

Sea como sea, lo cierto es que lo que en el argot eurocomunitario viene denominándose el pilar social de la UE no por ello ha dejado de ser un elemento nuclear de la construcción europea, más allá del tratamiento que ocasionalmente reciba en los medios. Y es también una de las asignaturas pendientes que, mientras no se le dedique la atención debida, será uno de los principales factores de distorsión en la construcción europea, en la que una de sus constantes ha sido, y sigue siendo, el mantenimiento de un déficit social crónico, en contraste con el progresivo desarrollo de la integración económica y monetaria de la UE. Cubrir este déficit y reequilibrar socialmente el modelo de construcción europea es una tarea que debe ocupar un lugar central en el quehacer institucional ya que afecta de forma decisiva al proyecto europeo en su conjunto.

Es en este marco en el que hay que situar las sucesivas cumbres sociales que periódicamente tienen lugar en la UE; entre ellas, esta última de Oporto que, de acuerdo con las manifestaciones de los representantes de la presidencia semestral portuguesa, a quien correspondía su organización, tenía como objetivo el fortalecimiento del pilar social de la UE. Más concretamente, se trataba de dar continuidad a los trabajos de la anterior cumbre social de Gotemburgo (2017), en la que se establecieron una serie de principios que, cuatro años después, apenas habían tenido materialización efectiva; lo que, conviene recordarlo, suele ser bastante habitual en los asuntos relativos a las cuestiones sociales en la UE. En la cumbre de Oporto, la presidencia semestral portuguesa asumía el compromiso de plasmar los principios de Gotemburgo en un plan de acción social efectivo.

Dada la muy escasa información proporcionada sobre el desarrollo de la cumbre social por lo que se refiere a los asuntos que eran su objeto especifico (a diferencia de otros temas ajenos, que sí han tenido un mayor protagonismo informativo), resulta difícil hacer una valoración debidamente fundada sobre las aportaciones relativas al pilar social realizadas en Oporto. De todas formas, y a juzgar por los términos en los que está redactada la Declaración final (los tres puntos del texto íntegro pueden consultarse en https://www.consilium.europe.eu/es/press/2021/05/08/the-porto-declaration) no faltan motivos para mantener una posición que solo puede ser expectante, a la espera de las medidas que se vayan a adoptar a partir de ahora para implementar lo acordado en esta cumbre; lo que no es sino una razonable prevención a la vista de lo ocurrido cumbres precedentes.

Si bien es difícil no estar de acuerdo con los objetivos para 2030 en matera social fijados en Oporto -78% de la población adulta europea empleada, participación de al menos el 60% de la población adulta en actividades de formación, reducción del riesgo de pobreza en al menos 15 millones de personas- hay que recordar que resulta igualmente difícil no estar de acuerdo con los veinte principios sobre el pilar social establecidos en la anterior cumbre de Gotemburgo (2017) (pueden consultarse en https://www.consilium.europe.eu/es/press-releases/2017/11/17/european-pillar-of-social-rights-proclamation); y, sin embargo, como se ha reconocido expresamente en la propia cumbre de Oporto, ésta ha sido necesaria ante la falta de materialización efectiva de lo acordado hace cuatro años en la ciudad sueca. Este es precisamente el problema de las cumbres sociales de la UE: la falta de medidas concretas y de instrumentos operativos para hacer efectivo lo acordado en ellas; lo que está por ver que vaya a ser corregido tras esta última de Oporto.

No cabe desconocer el déficit competencial que, de acuerdo con los Tratados de la UE, tienen las instituciones europeas para adoptar medidas efectivas en materia social, ámbito que está reservado casi en exclusiva a los Estados miembros, a diferencia de lo que ocurre en otros terrenos, especialmente el económico y monetario, en los que Bruselas sí dispone de poderes efectivos. Ello hace que no sea justo cargar sobre las instituciones europeas la responsabilidad por el déficit social crónico de la UE; pero esta situación no solo no impide sino que exige que en las cumbres europeas, en las que se dan cita los estados miembros de la UE, estas no se limiten a hacer Declaraciones genéricas sobre metas sociales sino que también, y sobre todo, doten a los órganos europeos de instrumentos y medios operativos para poder llevar a cabo lo acordado en las cumbres sociales.

Hay problemas sociales que son comunes a toda la ciudadanía europea y que, en consecuencia, exigen medidas y políticas comunes a escala europea. La actual pandemia, y los efectos sociales derivados de ella, son una buena muestra de ello. Ante esta situación, las instituciones comunes de la UE, y muy especialmente las cumbres en las que se dan cita los más altos representantes de los Estados miembros, no pueden limitarse a hacer declaraciones genéricas sobre buenos propósitos, que es lo que se ha venido haciendo en las cumbres sociales -Gotemburgo 2017 y sus 20 principios en materia social son un ejemplo ilustrativo- hasta ahora. Sería frustrante que, tras Oporto, se reincida nuevamente en las mismas prácticas que son las que han conducido a la perpetuación del déficit social crónico del que adolece la construcción europea.

La eurocumbre social de Oporto ha coincidido en esta ocasión con la apertura, en las mismas fechas, de la Conferencia sobre el futuro de Europa, que a lo largo del próximo año va a desarrollar sus trabajos con la participación, a través de formas diversas, del conjunto de la ciudadanía de la UE. Independientemente de otros temas que se traten en ella, el marco que ofrece la Conferencia es una buena oportunidad para aportar propuestas que contribuyan a paliar el déficit social con el que se ha configurado la UE a lo largo de su recorrido y que a día de hoy, como se pone de relieve en las sucesivas eurocumbres sociales y en particular en esta ultima de Oporto, dista mucho de estar superado. Conviene tenerlo en cuenta, aunque solo sea para evitar que la Unión Europea se configure definitivamente como un modelo asocial, que sería el resultado inevitable si se prescinde de referentes sociales. Pero sobre todo porque en una coyuntura como la actual, marcada por los efectos de la pandemia que estamos sufriendo, la realidad de los hechos impone más que en ninguna otra circunstancia que las medidas que se adopten, también las de las instituciones europeas, estén guiadas por criterios de carácter netamente social. Profesor