ientras muchos jóvenes solo aspiran a sacar una plaza de funcionario, cualquiera que sea la administración, desconociendo su funcionamiento y el alcance de las obligaciones, incluso penales, que contrae por el hecho de trabajar para la administración pública, la mayoría de la sociedad mantiene la caricaturesca impresión del "Vuelva usted mañana" que inmortalizara Mariano José de Larra retratando la burocracia inoperante de la primera mitad del siglo XIX, cuya imagen sigue tan arraigada en nuestro subconsciente colectivo que, después de 200 años, adquiere el rango de seña de identidad. Y algo de razón no les falta, por la complejidad del trámite administrativo en una sociedad tan garantista y, en ocasiones, las desconcertantes directrices políticas.

Hace más de un año, es decir, antes del covid, dos periódicos del Grupo Noticias denunciaban la irregular situación de un importante contingente laboral de las plantillas de las diferentes administraciones -Estado, Autonómica, Foral y Municipal- desoyendo o enmascarando con triquiñuelas jurídicas, los criterios de la política comunitaria, que establecen hasta un máximo del 8% de interinos sobre el total de la plantilla. Y contando con la complicidad de los sindicatos. Una situación que, en una empresa privada, con la vigente legislación laboral, sería objeto de sanción tras el oportuno expediente que, quizás, lo instruyera un funcionario interino.

La pereza, y volvemos a recordar al periodista madrileño, en solventar esta situación por parte de los responsables políticos, se disfraza de buena gestión, con la subyacente intención de subcontratar fuera de la administración todo lo que se pueda, bajo la peregrina justificación de la rentabilidad y eficacia de las teorías neoliberales, una de cuyas premisas es la precarización del empleo, que algunos grupos políticos critican en público con dureza y luego ejercen en su área de influencia.

El funcionariado interino carece de los derechos de uno de carrera, percibe menos sueldo y, muy importante, se le puede despedir gratuitamente. Es un empleado público kleenex, de usar y tirar, sujeto fácil de presiones que, en ocasiones, encubren prevaricaciones varias, que el funcionario de carrera jamás ampararía. Existen infinidad de ejemplos. Y a más temporalidad, más abusos por parte del empleador. El Reino de España es el estado europeo con mayor porcentaje de empleados del sector público interinos, con una tasa del 30%, diez puntos por encima de la del sector privado.

Una sentencia del Tribunal Europeo condenaba al Reino de España por el uso abusivo de las interinidades en las administraciones públicas fijando una serie de parámetros

-años de servicio prestados, pérdida de oportunidades, reparación por los costes añadidos que deberían abonar los recurrentes a su cese, para que no se minorase su pensión de jubilación, así como los daños morales ocasionados- a valorar en cada caso concreto. Hay personas que han hecho valer sus derechos y han fallado a su favor.

Ahora parece que la cosa se complica al valorarse negativamente la precariedad laboral en la función pública con el Mecanismo para la Recuperación y Resiliencia, instrumento temporal concebido para impulsar la recuperación de la Europa posterior al covid-19. Es sin duda el motivo por el que el pasado 5 de marzo en Madrid, en el acto de la toma de posesión de los altos cargos del Ministerio de Política Territorial y Función Pública, el ministro titular, Miquel Iceta afirmara que "los interinos que llevan mucho tiempo en la administración tienen todo el derecho del mundo a que se les atribuya en permanencia, una plaza".

Si la frase obedece a una declaración de intenciones y no busca únicamente un titular, se abre un mínimo de esperanza para los interinos "que llevan mucho tiempo". En su discurso anuncia que va a negociar con los sindicatos que nunca han puesto excesivo interés en resolver el problema.

Sin embargo, las OPE anunciadas siguen su curso. En el caso de la administración donostiarra, en la oferta de administrativos, se han limitado a copiar las bases de una oferta de hace catorce años. La imaginación y la resiliencia (asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas), al poder. Tachín, tachín, chis, pim, pam, pum, que en su despacho hay cortinas para que no entre el sol. En otras administraciones no ha sido así. Las plazas que se han ofertado en Donostia, están ocupadas por personas interinas, procedentes de una bolsa de empleo para la que se examinaron. La mayoría son mujeres -no solo el 8-M- con cargas familiares y una edad de difícil reinserción laboral, que desempeñan con éxito un puesto de trabajo durante más de una década y que, sin embargo, deberán competir con personas jóvenes, mejor preparadas, aunque sin experiencia. El mismo criterio neoliberal de los empresarios. Los despedimos, en este caso gratis, y contratamos jóvenes bien formados. Dentro de la legalidad, podía haberse hecho de una manera más imaginativa.

Conociendo las intenciones del ministro, parecería prudente, para evitar desembolsos económicos que pudieran suceder, congelar las OPE anunciadas hasta conocer las directrices de la disposición sobre la que dice trabajar. Claro que sería dinero del contribuyente. Pólvora del rey, que se dice en el argot.

Doctor en Veterinaria