. Comenzábamos 2021 con una oferta de vacunas contra el Covid-19 y la certeza de que otras seguirán dentro de pocos meses, a pesar de la incertidumbre suscitada por el retraso del envío de algunas cantidades importantes ya comprometidas. Confiamos en la recuperación de los que han sufrido y sufren todavía la enfermedad y en la vuelta a la normalidad de todos.

Pero, en realidad, ¿podremos volver a esa vida normal? ¿En qué condiciones? Estas y otras preguntas nos hacemos cada uno de nosotros.

Es de justicia señalar y desear que las condiciones sanitarias gracias a la vacunación lleguen a todos los países, también a los que se encuentran en una peor situación económica. Para los que vivimos en el mundo occidental facilitará sin duda la vuelta a la normalidad, aunque haya cambiado el modo de vida cotidiano con importantes modificaciones económicas, comerciales y algunas costumbres que creíamos inmutables.

La conveniencia de respetar las restricciones de toda índole nos ha obligado a vivir de otra manera, disminuyendo la actividad social: regulación de las reuniones familiares, cierre de bares y restaurantes, aforos restringidos en los comercios, limitación de los transportes públicos e individuales a lo estricto necesario, no a un consumo superfluo, etc. Sabemos que muchas de estas restricciones son dolorosas y cuesta mucho afrontarlas. Ante situaciones extremas tenemos que tomar decisiones excepcionales.

También el trabajo manual, la actividad profesional y el mundo de la enseñanza se han visto muy afectados con el fin de evitar las aglomeraciones y los contagios. Se ha demostrado la posibilidad de actuar de otro modo, p. ej. de manera telemática, incluso se han descubierto ventajas hasta hoy ignoradas. Pero todavía queda mucho que aprender para evitar los escollos que se vislumbran. Sin embargo, la población prioriza la relación presencial en los diversos aspectos de la vida social, porque se cree que tales relaciones enriquecen y humanizan los lazos personales que nos definen como seres humanos.

El impacto social y económico de la pandemia está siendo demoledor en múltiples aspectos de la vida real, tanto en el aspecto personal como colectivo, en la economía , en la vida de las familias, en la actividad de las empresas etc. Lo hemos reiterado en otras ocasiones. Es momento de la colaboración y la ayuda mutua, evitando las deficiencias que se nos presentan en muchos momentos y superando ese mal corrosivo del enfrentamiento, la acusación gratuita pública y privada, así como el insulto, que no hacen más que romper la cohesión social de un pueblo e impedir el trabajo común. La colaboración y el auzolan, tienen que ser algo más que palabras bonitas. Este es el momento de demostrarlo con hechos.

Es cierto también que amplios sectores de la población están sufriendo notables y sensibles modificaciones en sus actividades de ocio, al impedir eventos familiares, culturales, deportivos, aglomeraciones, fiestas, etc. Pero ¿podemos asegurar que ello es un mal? En la situación que estamos viviendo, ¿cuales son las prioridades fundamentales que se deben garantizar en una sociedad justa y democrática? He aquí cuestiones básicas que hemos de plantearnos para aclarar lo que es realmente necesario e indispensable en la construcción de una sociedad más humana para todos.

Hay evoluciones tecnológicas sobre las cuales nos es difícil influir. Cuando se introdujo el ferrocarril se destruyeron miles de empleos en el transporte por diligencias; también los tractores en la agricultura, o la generalización de la robótica, etc. Con la venta de los productos por medio de internet seguramente será algo similar. No se pueden ni se deben evitar las transformaciones beneficiosas para la sociedad. En los años 80-90, la industria vasca, obsoleta en muchos aspectos, supo hacer frente a los importantes cambios tecnológicos y de organización existentes en nuestro entorno. ¿Estamos en una situación parecida?

. Aprovechando la coyuntura actual, cambiemos algunas de nuestras costumbres, tratando de vivir acaso de una manera más sencilla, recordando siempre a aquellos que sobreviven en condiciones mucho más precarias que las nuestras. Los vascos hemos sabido superar situaciones muy difíciles a lo largo de nuestra historia. ¿Estamos dispuestos en estos momentos a sacrificar un poco de nuestro propio bienestar por el bien de todos, pero sobre todo, por los que más están sufriendo?

Todos tenemos el deber de involucrarnos ante el reto que nos presenta la pandemia del covid-19, exigiendo a nuestras instituciones políticas y económicas, que disponen de los medios legales y económicos, la información y honestidad necesaria para el bien de todos, así como una adecuada y justa solución. Pero exigir sin exigirnos es pura hipocresía. Si no aceptamos compromisos, no saldremos, en mucho tiempo, de esta grave situación en la que estamos sumergidos.

Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa