mpezamos el año 2021 en medio de una crisis sanitaria, económica y social que requiere a las formaciones políticas compromiso, audacia e ingenio.

Compromiso con la solución en clave de justicia social de los problemas reales de la ciudadanía.

Audacia para vencer las inercias y tentaciones conservadoras que pueden llevar a relegar a un segundo plano, ante las urgencias sanitarias y económicas, las transformaciones sociales que requiere una sociedad justa y democrática por construir.

Ingenio para construir y ofertar a la ciudadanía un plan, un proyecto atractivo de futuro marcado por un adecuado engranaje con las realidades políticas actuales e inquietudes e intereses ciudadanos propios de nuestros tiempos.

No es una tarea sencilla; es un reto apasionante. Es evidente que ayudará al éxito disponer de todo el potencial de la militancia de los partidos, coaliciones y movimientos nacionales en la tarea del diseño del plan, generar complicidades, procurar sinergias. Todo ello desde el convencimiento de que el proceso de construcción nacional será plural o no será, y responderá, desde diferentes trayectorias e inquietudes políticas y sociales, a las preguntas sencillas a las que debemos dar respuesta:

¿Cómo implicar y convencer a la ciudadanía de que debemos exigir y ejercer el derecho que nos corresponde a decidir el marco jurídico-político para nuestro país, y que ello es imprescindible para aspirar a una sociedad justa y democrática? ¿Cómo explicar a nuestros amigos y amigas, vecinas y vecinos, familia, al conjunto de la sociedad, que la soberanía nos permitirá vivir mejor? ¿Cómo convencer de la bondad que conlleva tomar nuestras propias decisiones, las ventajas de decidir cómo, cuándo y dónde?

Dice el modismo que "una meta sin un plan es solo un deseo". Un plan puede fracasar, pero indudablemente, en cada ocasión que se han puesto en marcha, han abierto oportunidades reales para superar el impasse en nuestro camino de construcción nacional desde que el lehendakari Garaikoetxea impulsase la negociación y aprobación mediante referéndum del Estatuto de Gernika.

Por ello, hoy más que nunca, resulta imprescindible una estrategia planificada por parte de las fuerzas políticas que apostamos por un país solidario y moderno, que abogue por la igualdad real en todas sus dimensiones y diseñe su propio camino de construcción nacional. Una estrategia que al ser construida y compartida con la sociedad encontrará en el propio proceso la mayor garantía de involucración plena de la misma. Una estrategia planificada, agendada, con objetivos e hitos concretos, que censure el tacticismo partidista, que revise lo que han sido sus tabúes clásicos, que legitime las estructuras democráticas propias y evidencie las que son fruto de una antidemocrática imposición.

En la historia reciente ha habido diferentes planes, algunos de ellos incluso contradictorios, pero siempre con un especial protagonismo de las tradiciones políticas que hoy conformamos EH Bildu. Desde la denominada Alternativa KAS, pasando por la Alternativa democrática, impulsado por la izquierda abertzale, hasta el denominado Plan Ibarretxe, impulsado por Eusko Alkartasuna, y basado en su reconocido "libro rojo". Un plan Ibarretxe, cuyo fracaso y renuncia por parte del PNV, supuso el gran cambio de estrategia política dentro del ámbito político institucional abertzale liderado por la Eusko Alkartasuna de Unai Ziarreta, y supuso sentar el germen de lo que hoy es EH Bildu y que entonces se denominaba el Polo Soberanista.

Recuerdo perfectamente cómo los hombres y mujeres que componíamos aquella ejecutiva asumimos de forma absolutamente consciente el riesgo que aquella decisión podía suponer en unos momentos donde todavía quedaba mucho por hacer para generar las condiciones que posteriormente posibilitaron la gran alianza abertzale desde la izquierda. No fue sencillo, porque tuvo que pasar un tiempo hasta que aquella apuesta clara y audaz cogiera forma y contara con el apoyo expreso de otras fuerzas políticas, surgiendo con ello, el germen del actual EH Bildu.

La apuesta era y sigue siendo clara: sumar fuerzas para afrontar con un país movilizado una confrontación democrática con el Estado mediante el ejercicio de la democracia directa. Y para ello, debemos seguir sumando más y más sectores, rediseñar nuestras propuestas; hacerlas atractivas a nuevos ámbitos, posibilitando la participación en la misma con distintas y variadas maneras e intensidades; sin caer en la tentación del apropiacionismo; siendo conscientes de que las formaciones políticas y sus estructuras deben estar al servicio del país y no servirse del mismo para su estructuración y fortalecimiento.

El reto es enorme. Debemos asumir con ánimos renovados que habremos de ser las bases militantes de los partidos que componemos EH Bildu junto a sus estructuras propias, quienes debemos proyectar el gran impulso tractor del movimiento para definir la estrategia para ese ejercicio de democrático que nuestro país aún tiene pendiente. Y lo debemos hacer siempre con la máxima generosidad, siendo conscientes que nosotros y nosotras no somos suficientes y que nuestra aportación en dicha estrategia bien pudiera estar tasada en el tiempo. Es momento de exprimir las meninges y dar con la estrategia que respete las diferentes tradiciones políticas, la diversidad de militancia, y que logre sumar el amplio espectro ideológico necesario para hacer hegemónico el compromiso inquebrantable por un proceso de construcción nacional propio del siglo XXI.

Esa estrategia consensuada y compartida con la sociedad nos deberá llevar a que la actividad institucional (sea en Iruñea, en Gasteiz, Baiona o en Madrid) esté permanentemente articulada y correctamente conjugada en ese camino hacia la soberanía, mucho más allá de posibles rentabilidades coyunturales.

Durante la inacabada transición, en la que en Navarra, por ejemplo, ni siquiera se permitió a su ciudadanía que pudiese avalar o no la Lorafna con su voto, fueron permanentes y constantes las invocaciones a los "ruidos de sables" militares para "templar" los cambios democráticos que imponía el paso de una dictadura a una democracia. En aquella ocasión las fuerzas democratizadoras mantuvieron estrategias políticas contrapuestas y el uso de la violencia para lograr objetivos políticos supuso un impedimento ético y político para la activación de una gran unidad de acción. En estos momentos, afortunadamente, este impedimento no existe, pero vemos con preocupación cómo en el caso catalán el independentismo ha desunido sus estrategias.

Nuevamente, más de 40 años después, vuelven a aflorar distintos "ruidos de sables" que parecen "aconsejar" mantener lo conseguido, centrarse en apuntalar lo menos malo; y nuevamente se abren las puertas a las discrepancias de si, precisamente en este momento de convulsión política en el conjunto del Estado, lo más prudente sea extremar la cautela o, por el contrario, es el momento idóneo para impulsar una estrategia democrática audaz.

La tarea que tenemos para este año deberá hacer de 2021 un año apasionante para nosotros y nosotras. Tenemos que marcarnos con claridad el gran objetivo, construir nuestro plan de país, aprendiendo de errores pasados y reconociendo y respetando la pluralidad y diversas tradiciones de nuestro pueblo que confluyen en una sencilla máxima: democracia es decidir, nadie debe admitir que otros y otras decidan por uno mismo o una misma, y lo vamos a pelear inasequibles al desaliento. Con compromiso, audacia e ingenio. Miembro de Eusko Alkartasuna y parlamentario de EH Bildu en Nafarroa