n los conflictos bélicos, siempre subyacen más o menos ocultas las causas económicas o geopolíticas que los producen. El levantamiento golpista de Franco se realizó en África al grito de ¡Viva la República!. Se pretendía sofocar el peligro izquierdista existente, pensando que al igual que en 1923 con Primo de Rivera y con la Revolución de Octubre de 1934, en poco tiempo, con un golpe militar la cuestión social y política de España estaba resuelta. Sin embargo, las fuerzas subyacentes que financiaban el Alzamiento Nacional, cambiaron de opinión, y rápidamente decidieron cargarse la República. Lo cierto es que España fue monárquica desde 1939, con monarca único Francisco Franco, hasta su muerte en que nos legó el Movimiento "atado y bien atado", hasta nuestros días.

Las condiciones productivas fueron cambiando y con ellas y adaptándose a las mismas, las características del sistema político. Inicialmente el contenido social reivindicativo de la Falange fue muy fuerte, pero tal cosa no interesaba a los intereses económicos de los vencedores. Esta situación motivó el apartamiento y pérdida de influencia política de la Falange y carlistas, dándose los primeros movimientos de rebeldía encabezados por Hedilla y Carlos Hugo (Montejurra, etc.). España en régimen autárquico y aislamiento internacional se ve obligada a cambios en la política económica pero no en lo social y político de dictadura extrema. El desarrollo de las fuerzas productivas exige una mayor liberalización y se da entrada al Opus Dei en el gobierno, nombrando a varios ministros de la Obra (los Albertos).

La situación económica y técnica sigue evolucionando y por ello, las estructuras políticas son un corsé que hay que liberalizar. Así llegamos hasta la muerte del Generalísimo donde la gran preocupación es definir la transformación del Movimiento para su pervivencia en la actual democracia, y mantener todos los intereses personales y de grupo creados en el Ejército, estructuras políticas, sindicato vertical, etc.. Anecdóticamente recordaremos que la Secretaría General del Movimiento que mantenía la consideración de ministerio, contaba con más de 40.000 funcionarios cuyo uniforme era la camisa azul y pantalón gris y todos fueron distribuidos entre el resto del aparato del Estado. Ninguno fue al paro.

La nueva constitución heredera del régimen franquista fue aprobada bajo el ruido de sables en referéndum en diciembre de 1978. Estructura la nación con base en autonomías, salvando así el problema reivindicativo de Euskadi y Catalunya, estableciendo de forma absurda el café para todos, dotando de autonomía incluso a regiones que no la querían. La nueva constitución multiplica el gasto público por el incremento de parlamentos, es de carácter inflacionario y pone de manifiesto el carácter no sostenible de algunas autonomías o regiones.

En aquellos años España sufría una importante crisis económica, tenía lugar la reconversión industrial, etc., y además tenía que eliminar las estructuras franquistas del Estado adaptándolas a los nuevos tiempos. El malestar del Ejército lleva a preparar un golpe de estado. En noviembre de 1978 se desarticula la Operación Galaxia promovida por Tejero y Sáenz de Ynestrillas. Son levemente condenados pero queda latente el problema hasta su eclosión definitiva, en febrero de 1981 con Antonio Tejero, Jaime Milans del Bosch y Alfonso Armada.

Los culpables son llevados a los tribunales pero ya sabemos que no pasa nada. El hijo de Tejero es ascendido a coronel de la Guardia Civil tras ser restituido en el cuerpo, ya que había sido destituido por celebrar el golpe del 23-F con una comida en el cuartel de Valdemoro de la Guardia Civil, a la que acudió también su padre.

Aunque en este episodio golpista hubo ocupación del Parlamento con fuego real, tanques en la calle, etc., parece ser no alcanza la gravedad del caso Alsasua, o del procés soberanista de Catalunya, según el tratamiento judicial que comparativamente han tenido.

No se conoce en profundidad la trama del golpe, es de suponer que su éxito no era acorde con los intereses subyacentes de la sociedad para el desarrollo político, económico y social. De otra manera hubiera triunfado.

Ahora, 40 años después del golpe de Tejero, con un ejército sin depurar en el que nada pasa, parafraseando al irrepetible Groucho, nos encontramos "recordando el pasado, viendo el presente y adivinando el futuro", con una pandemia que nos aqueja y que actúa de catalizador, acelerando los cambios que se nos presentan.

Podría pensarse que en 2022, los problemas reales que acucian a España son los referentes a la sanidad, cambio climático, implantación de la tecnología de quinta generación, desaparición de la clase media, etc., pues no. O, ¿tal vez asegurar la sostenibilidad de España evitando ser considerada como una economía fallida? Pues tampoco. El problema fundamental es asegurar la unidad de la Patria y evitar el carácter filocomunista, filoetarra, independentista en que nos estamos convirtiendo.

El Ministerio de Defensa ha puesto en conocimiento de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid el contenido de un chat de 39 oficiales militares, miembros de la XIX promoción del Ejército del Aire, todos ya retirados, para investigar su eventual relevancia penal constitutiva de delito.

Además, Margarita Robles ha hecho referencia a otra carta enviada al rey por 73 exmandos de la Academia General Militar en protesta por la gestión del Gobierno de coalición, y acusan al Ejecutivo de estar "apoyado por filoetarras e independentistas" y de amenazar "con la descomposición la Unidad Nacional". Mismas tesis que defendió Vox en su moción de censura.

En estos documentos, se vertían frases como "no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones" o "qué pena no estar activo para desviar un vuelo caliente de las Bárdenas a la casa sede de esos", en referencia al Parlamento de Cataluña.

Esta situación nos plantea dos problemas. Uno, qué hacer con las Academias Militares, cunas de formación del espíritu nacional, y dos, si a estos guerreros hay que llevarlos ante un tribunal de justicia, tendrán que ser los guardias municipales, a no ser que reviva el Cid Campeador y se encargue de la faena.

Doctor en CC Económicas. Sarriko UPV/EHU