Glosaba en las páginas de Diario de Noticias Ibai Fernández el Debate sobre el estado de la Comunidad foral Navarra y apreciaba el hecho de que interesaba "conocer hacia dónde quiere inclinar el Gobierno su mayoría parlamentaria. Si hacia la izquierda soberanista de EH Bildu que facilitó la investidura, o hacia el multipartito de derechas agrupado en Navarra Suma que ofrece una abstención gratuita. Y es una incógnita que ha quedado sin despejar". Ciertamente así ha sido. Y no porque Chivite quiera hacerse la interesante sobre el devenir de los próximos meses, sino porque ni ella misma lo sabe.

Tengo para mí que cuando al inicio de su mandato se prestó a tratar con franqueza a EH Bildu, sentándose en la mesa con ellos y pactando primero la investidura y luego el presupuesto, no lo hizo por una convicción genuina y autónoma. Tomar a los independentistas como interlocutores en Navarra sirvió para que Sánchez valorara el posible impacto que tenía en la opinión pública, y calibrar anticipadamente los daños políticos que acarrearía instar la misma escena en Madrid. El canario de la mina. No pasó nada, como era de esperar. El sol siguió saliendo cada mañana, y el PSOE instauró la misma relación con los de Otegi que el PSN había madrugado por aquí. Sabiendo que nuestra presidenta es poco propensa a la heterodoxia y que toda su vida ha sido su partido, no cabe duda de que la mayoría que labró era ni más ni menos la que quería Sánchez, y que Cerdán guisó. Probemos y extrapolemos.

Desde hace unos días corre por Madrid la especie de que muchas cosas podrían cambiar en muy poco tiempo. Se cuenta que Merkel y Von der Leyen, alemanas y amigas, están extremadamente preocupadas por lo que ocurre en España. Raro es el día en el que algún periódico extranjero no se refiere al riesgo sistémico que nuestro país puede suponer para la economía de todo el continente, acreditado el criminal fracaso perpetrado en la lucha contra la pandemia y el marasmo económico que ha llegado como su consecuencia. Ambas han hablado con Sánchez y Casado, los antagonistas, para decirles que esto no puede seguir así, que hay que acordar un modelo político alternativo al actual que ofrezca una mayoría rotunda como para tomar decisiones necesariamente complicadas. De lo contrario los rescoldos del siniestro tiznarán a toda Europa.

Sánchez ha alegado que el problema de Casado es su cercanía a Vox, partido calificado como ultraderechista. A su vez, Casado pretexta que quien sí está en el Consejo de Ministros es la ultraizquierda comunista, aunque en apariencia de payasos. El veredicto ya se ha trasladado a las partes: Casado romperá con Vox como Sánchez lo hará con Podemos, y a partir de ese momento deberán diseñar juntos un rumbo político acorde con la acuciante necesidad de aportar más solvencia política que lo que ahora representa el tantas veces mentado Frankenstein. De lo contrario, no habrá fondos europeos ni los antagonistas durarán mucho más tiempo al frente de sus respectivos rebaños.

El abono inicial correspondía al PP, que para sorpresa de algunos repudió a Vox con inesperada dureza, política y personal, durante el debate de la moción de censura. Cumplida la exigencia, ahora le toca pagar al endiosado morador de Moncloa, que igual que mandó a Illa a defender la prórroga del Estado de Alarma, buscará un mecanismo para no tener que ensuciarse las manos con Iglesias. La fórmula consiste en dar trámite a unos Presupuestos Generales del Estado que por insensatos y dadivosos son inviables ante la Comisión Europea, que preceptivamente debe autorizarlos antes de que tengan vigor.

Sánchez marcó paquete este pasado lunes cuando presentó unas cuentas dizque progresistas, que sabe que no pueden tener recorrido incluso en el supuesto de que lleguen a ser aprobadas. Calviño, la guardiana de la heterodoxia, ni ha chistado, porque conoce que todo es un montaje. Cuando desde Bruselas se dicten los deberes, una noche cualquiera, el de Galapagar y su pandi serán historia, amaneceremos con la noticia de un cambio en la estructura del poder, y a otra cosa. Casado y Sánchez harán como que no lo sabían, pero desde hace tiempo son conscientes de que sus respectivas huidas están llegando al final. Cerrando el círculo: como algo de esto sospecha Cerdán, Chivite no dispone de la autorización para escoger la pieza del dominó con la que continuar juego.