uando estudiábamos Virología, nos comentaban la directa relación entre los virus y la economía. Lo estamos comprobando con el SARS-COV-21, ahora que sus efectos comienzan a evidenciarse en las personas de nuestro entorno. Pero dejemos hoy la familia de los coronavirus, para dedicar unos minutos a otra, la asfarviridae, virus que afectan a suidos y garrapatas cuyo principal exponente es el virus de la Peste Porcina Africana (PPA), otra vieja amenaza. Vaya por delante que este virus no ataca a las personas, pero sus consecuencias económicas podemos sufrirlas directamente en nuestro bolsillo en unas semanas.

Todos los veterinarios que acumulamos algunos trienios hemos padecido a lo largo de nuestra etapa profesional varias epizootias, el equivalente a epidemias en medicina humana, con cierre de fronteras, zonas de aislamiento, control férreo del movimiento de ganado, establecimiento de líneas rojas y grandes pérdidas económicas. Quizás, la más conocida sea la PPA, que pasó de Angola a Portugal con las tropas salazaristas y a España por Badajoz en 1960, con los desperdicios del coche restaurante del tren nocturno Lisboa-Madrid. En la frontera, esa txerrijana la retiraba un guardagujas que criaba cerdos. Desde aquella pocilga se distribuyó por España y Europa con la ayuda de insectos voladores y por los embutidos que llevaban en su fiambrera los emigrantes hispano portugueses que viajaban a Europa. La primera consecuencia para la ciudadanía fue la prohibición de alimentar a los cerdos con los desperdicios domésticos o de la hostelería, porque el virus se propagaba, entre otros medios, a través de restos de comida sin tratamiento térmico. La siguiente prohibición sería la de la libre circulación de carnes y embutidos no cocidos. Ambas continúan vigentes. Aquella epizootia se controló, pero todavía siguen buscando una vacuna, sin éxito hasta la fecha.

Polonia y otros países eslavos padecen la PPA, con otra procedencia. Hace unos meses apareció un foco en las Ardenas. Los gobiernos francés y belga movilizaron a sus militares para eliminar los jabalíes, diseminadores del virus. Además, exigieron a los ganaderos implementar todas las medidas pasivas de bioseguridad de sus explotaciones, cercados, desratización, desinsectación y desinfección, control sanitario del personal y de los movimientos de ganado. Pero el riesgo cero no existe y, según una encuesta reciente, entre un 40% y un 50% de las granjas que participaron tenían deficiencias importantes de bioseguridad.

El martes 15 de septiembre, el laboratorio estatal de Berlín-Brandeburgo detectó el virus de la PPA en seis jabalíes e iniciaron actuaciones de incineración de cadáveres y reducción de la población de jabalíes en la zona fronteriza con Polonia, cerca de Wroclaw. Al mismo tiempo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha iniciado una campaña dirigida a ganaderos y cazadores de los países limítrofes de los que en este momento padecen la PPA (Albania, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Grecia, Kosovo, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia y Eslovenia) para sensibilizar a la población rural y cazadores y ayudar a detener su propagación en el sudeste de Europa.

Esto significa que Alemania, el principal productor de cerdo industrial de Europa, deja de ser oficialmente un país libre de PPA, al menos en jabalíes. No obstante, en la Unión Europea se aplican criterios de zonificación respecto a los brotes de enfermedades animales, por lo que sólo la región afectada vería vetadas sus exportaciones a China y Corea del Sur. Pero, para empezar, el Gobierno coreano ya ha prohibido la importación de carne porcina procedente de Alemania, incluso no permitiendo el desembarco de la que ya estaba rumbo a Seúl. En consecuencia, han comenzado las distorsiones en el mercado del porcino, los cambios en los flujos de movimiento de animales vivos. Es posible que se incrementen los movimientos comerciales de Alemania hacia España, segundo productor europeo, con un 20% de la producción. Y eso puede resultar muy grave. Al mismo tiempo, los diplomáticos alemanes intentan explicar al gobierno del presidente Moon la política comunitaria de zonificaciones e inmovilizaciones.

Si las gestiones diplomáticas fracasaran, Alemania no podrá dar salida a su producción y dejará de comprar lechones en Holanda, principal productor, para su engorde.

Esos cochinillos cuyo nacimiento ya está programado, intentarían ser vendidos en España, importante cliente de los holandeses, provocando un exceso de oferta. Y, si Alemania no puede exportar su producción, esa carne o animales vivos quedarán en el mercado europeo. El sector porcino español tendrá una mayor competencia y el mercado podría colapsarse. Alemania, con un superávit de carne, deberá bajar los precios para conquistar el mercado europeo y esta decisión afectará a todos los productores. Ya se han solicitado medidas a la Comisión Europea para la gestión de mercado ante la sobreproducción de porcino porque, de lo contrario, se podría originar una crisis en el sector productivo que terminaría por arrastrar a la avicultura y el vacuno.

Navarra tiene una importante producción porcina, con numerosas explotaciones de engorde en las riberas media y baja y un consumo anecdótico de cochinillos en Estella/Lizarra. En Euskadi, la producción se centra en explotaciones de engorde artesanales al aire libre, agrupadas alrededor de la asociación de productores Txerrizaleok, obteniendo un producto de mayor calidad que el cerdo industrial de granja, pero seguimos adoleciendo de políticas valientes y audaces para el control de la población de jabalíes en nuestros montes y barrios rurales, el origen de esta hecatombe que ahora nos amenaza.