omo el virus de marras tarda en cruzar los peajes de la autopista del olvido, las baterías políticas locales han acelerado sus motores en este cálido comienzo de verano. La Euskadi continental ha sido la primera en afrontar el enrevesado circuito electoral municipal para, tras casi cincuenta años de desigual combate con derechas e izquierdas centralistas y jacobinas, alzarse con varias victorias en la invadida Lapurdi. Amén de los esfuerzos sostenidos de la veteranía abertzale, han sido las dos últimas generaciones las que han acabado por decantar la situación hacia otros derroteros. Nuestro municipio, Urruña, es un buen ejemplo para entender el interminable calvario padecido en las últimas décadas. Tras las sagas de Poulou y Coral, especialistas en todo tipo de irregularidades, de la mano de amiguismos y promotores inmobiliarios, pasamos por fin a una nueva era de más honestidad, sinceridad e igualdad con el triunfo del abogado Filipe Aramendi, euskaldun, abertzale y coherente para con su pueblo. Y aunque tardía, pues nos dejó hace unos años, también supone la victoria de Danielle Albizu, que como única electa abertzale en el ayuntamiento, sufrió todo tipo de vejaciones por parte de una mayoría tiránica ante la que supo defender con admirable dignidad y patriotismo su identidad, que era y es la nuestra. Aramendi ha tenido como contrincantes en la segunda vuelta a Francis Gavilan, responsable de finanzas de la antigua alcaldesa, que con varios jeltzales en su lista quedó segundo, y a Sébastien Etchebarne, que hizo tercero. A tiro de piedra, en Ziburu, Eneko Aldana, hijo de un refugiado de la época franquista, se llevó también la alcaldía de la villa para regocijo del difunto Marc Legasse que tanto la quería.
En la Euskadi peninsular, los partidos envían al frente a sus cabezas de lista con algunos de sus fieles, porque el tema no está para alardes de muchedumbre. Esto aporta al asunto un aura de intimidad que resulta agradable y de paso nos evita algún que otro empujón y el consabido griterío. El jefe actual Ortuzar ha regresado del confinamiento enfundado en la camiseta de nuestra selección para proclamar que la CAV está Zutik! y terminar un Gora Euskadi Askatuta! que sonaba un pelín a Alderdi Eguna. Mientras aplaudían temblaban algunos michelines, pero la intervención resultó algo menos patibularia que la de Urkullu y el inefable Revilla ante la Cantabria infinita. A Maddalen Iriarte le he visto un tanto crispada, pero me ha gustado que hable no de promesas electorales sino de compromisos. En cualquier caso, ninguno de los dos ha debatido en profundidad sobre temas tan trascendentales como el euskara, el derecho de autodeterminación y la factible posterior independencia de los estados hamburguesa que nos aprisionan. Como tampoco, cosa curiosa, ni ellos ni los medios de comunicación contemplan la posibilidad de la ampliamente mayoritaria coalición EH Bildu-PNV, gane quien gane. De las sucursales de los partidos españoles, prefiero no hablar. Con ver lo que hacen y oírles de cuando en vez, basta y sobra.
Hace años que vengo insistiendo sobre el hecho de que desde Hendaia, el Tren de Alta Velocidad no iba a recorrer ni un solo kilómetro hacia Europa debido a la oposición mayoritaria de las alcaldías de la zona y a la ruina por endeudamiento del Estado francés. A no dudar que Eusko Jaurlaritza lo sabía antes y mejor que este menda, pero ahora lo presenta como información de última hora. Canela en rama con miles de millones de presupuesto evaporado de las alforjas de la ciudadanía vasca de la CAV. Observamos a decenas de periodistas de nuestra televisión autóctona repitiéndonos hasta la saciedad cómo debemos sentarnos en la terraza, cómo protegernos protegiendo a los demás, lo bien que ha quedado Urkullu en los sucesivos Focus, lo bien que ha inaugurado la nueva estación del Topo en Hendaia y la ingente labor que se está llevando a cabo en el vertedero de Zaldibar y en la contigua autopista, ahora€ totalmente abierta. Pero por qué no han entrevistado sin complejos a los responsables de Verter, al lehendakari y a su consejero Arriola que aún gestiona medioambiente, planificación territorial y vivienda tras haberse ocupado, en la legislatura de Patxi López, de vivienda, obras públicas y transportes, con el susodicho TAV como proyecto faro.
Iparralde es oficialmente menos autónoma que la CAV y Nafarroa, pero su trayectoria se está definiendo con naturalidad, transparencia y sin tanto recoveco publicitario e interesado únicamente por el poder. Al depositar en la urna sus papeletas, los de Hegoalde debieran observarla por el retrovisor político.
¡Salud!