ras las elecciones, pronto será designado el nuevo lehendakari y, con él, un nuevo Gobierno.

No les faltará tarea inmediata: gestión de la pandemia del COVID-19 que, sin duda, no habrá desaparecido por completo; crisis económica muy aguda, nivel de paro comparable a los de los años 2010, aumento considerable de la pobreza extrema de un importante colectivo, etc. Las primeras semanas del Gobierno estarán ocupadas al 110% por estas tareas urgentes e imprescindibles. Además, sea cual sea el Gobierno Vasco, sea cual sea la oposición y sean cuales sean las medidas adoptadas, es probable (aunque no deseable) que lleguen al Ejecutivo críticas posiblemente indiscriminadas y no siempre constructivas, por parte de dicha oposición o de las fuerzas sociales.

Ante tal avalancha, el Gobierno puede encontrarse desbordado tanto por la gestión inmediata como por las debidas respuestas ante la oposición y los medios de comunicación.

No obstante, le queda por realizar la tarea que sin duda es la más importante para todo gobierno: reflexionar sobre el futuro de nuestro pueblo en general, sobre todo en este periodo que todos presentimos de importantes cambios en nuestras sociedades. Sin embargo demasiado a menudo se pospone sine die esta tarea por la inmediatez de los problemas existentes.

Para la fijación de estos objetivos, el ejecutivo vasco, solo, no posee los conocimientos suficientes. Debe asumir el liderazgo pero también apoyarse en los partidos de la oposición, en la universidad, la empresa, los sindicatos, las asociaciones, los responsables religiosos, las demás instituciones, expertos internacionales, profesionales o jubilados experimentados, etc. en función del tema abordado.

El pueblo vasco ha demostrado ser una sociedad con un importante nivel de formación y deseo de participación. Si se consigue un diálogo sincero y establecer una metodología eficaz, se podrán alcanzar resultados interesantes, útiles para que nuestras instituciones puedan incorporarlos en sus políticas. La industria vasca (empresarios y empleados, sindicatos patronales y de trabajadores) consiguió superar una situación más que comprometida en los años 90. En aquella ocasión las distintas partes concernidas aceptaron aportar, más que criticar, asumir las dificultades existentes mirándolas de frente; hacer suyas las serias dificultades del vecino de la mesa. De manera similar, la voluntad, la responsabilidad y lealtad de todos los actores, bajo el liderazgo del nuevo Gobierno Vasco, son necesarias y prioritarias. Y es posible.

Ningún sector debiera escapar a esta reflexión prospectiva, señalando objetivos finales para: sectores industriales de futuro, turismo, investigación, euskera, demografía, educación, modelo de empleo, política familiar, cambio climático, etc. etc. Podríamos seguir enumerando innumerables objetivos. La primera tarea debería consistir en consensuar las prioridades. El deseo de querer abarcar demasiados campos es sinónimo de fracaso anunciado.

Todos sabemos que el futuro de todos estos temas no está solo en nuestras manos. En muchos casos, circunstancias inesperadas y algunas imposibles de predecir (el COVID-19, el cambio climático, etc.) introducen parámetros ante los cuales poco podemos intervenir. En otros casos serán decisiones tomadas por otros países, etc. que serán determinantes para Euskadi. Aunque nuestras posibilidades de influir en estos fenómenos es mínima, nuestro potencial de resistencia o reactividad será mucho mayor y más eficaz si antes hemos tenido ocasión de reflexionar juntos e investigar sobre los temas. Nunca será una pérdida de tiempo o un trabajo inútil.

El gobierno que se forme, sea cual sea, aunque dispusiera de mayoría absoluta, no representa la unanimidad del pueblo y nunca debe olvidar que las minorías existentes siguen teniendo su propia legitimidad. Simultáneamente, la oposición debe ser consciente que no representa a la mayoría de nuestro pueblo y, por consiguiente, no debe pretender imponer su visión mediante métodos ajenos a las mayorías parlamentarias. A fin de cuentas, lo que debe imponerse es la asunción democrática de los resultados electorales y, sobre todo, el respeto humano hacia el adversario político, todo ello en un clima de confianza y lealtad que conduzca a un trabajo responsable en común. Si los sistemáticos bloqueos parlamentarios son estériles, hacerlo por medio de los medios de comunicación o sociales puede resultar igual de contraproducente.

Pero por encima de los aspectos puramente prospectivos, deben dominar las medidas que garanticen el desarrollo de la persona. Medidas, aparentemente positivas en la inmediatez, pueden tener consecuencias nefastas sobre la dimensión humana de la persona, la familia o el país. Todo gobierno, ante todo, debe basar sus acciones en los valores humanistas, tanto para uso propio como para que estos se desarrollen en nuestro pueblo.

Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo Garcia y José María Muñoa