os miles de personas muertas por la pandemia son una tragedia. Cada una de ellas era una vida con anhelos, sueños, esperanzas. Y cada una de ellas merece nuestro más afectuoso recuerdo. Miles eran personas ya jubiladas que seguramente tenían amor a la vida y sueños por cumplir. Por ellas, quienes tenemos la buena suerte de estar con vida tenemos de alguna manera la obligación de defender la dignidad del colectivo de pensionistas, apoyando más que nunca la sanidad pública y unas residencias decentes donde el cuidado de la vida esté por encima del negocio.

Como era de esperar la pandemia ha trastocado asimismo al movimiento de pensionistas y su agenda reivindicativa. El escenario ha cambiado, sobre todo en lo que tiene que ver con la seguridad y la salud pública. Y recuperar la energía de ayer no es factible sin que medie un proceso de recuperación del movimiento: las reuniones, los contactos, las relaciones, las concentraciones, y los planes.

Por eso es tan importante respetar los tiempos, las velocidades, los miedos, todas las opiniones que puedan haber en el movimiento de pensionistas. Y es importante asimismo marcar distancias con las críticas infundadas, las descalificaciones y todas aquellas actitudes que puedan generar desconfianza. Que cada organización, cada plataforma o agrupaciones, desde lo local a lo territorial, vayan trazando un camino a seguir, con la vista puesta en un horizonte más cercano que lejano, para vernos nuevamente tod@s juntos. Estamos en un punto en el que las vías a seguir son variadas y hay que respetarlas siempre con las manos tendidas al acuerdo. Justamente, en las últimas semanas hemos mostrado una diversidad de posiciones: sectores del movimiento de pensionistas nos hemos movilizado delante de las instituciones, con prudencia y seguridad, mientras que otros lo han considerado precipitado e inoportuno.

Como ya ocurrió el 30 de enero, se ha puesto de relieve la pluralidad del movimiento, nada más. Algo que de ninguna manera debe leerse como una división. De hecho tod@s juntos, las y los pensionistas tenemos muchas movilizaciones por delante.

La pandemia ha puesto de relieve, por su amplia letalidad, que para el movimiento de pensionistas el tiempo es un valor precioso. No hay tiempo que perder. No tenemos mucho tiempo, vivimos en el aquí y ahora, y es ahora cuando necesitamos pensiones dignas que nos permitan vivir como seres humanos en el siglo XXI. Con edades superiores a los 65 años, el movimiento vasco de pensionistas tiene urgencias, y afirma que sólo si se pone en el centro de la política a las personas y en este caso a las veteranas, se podrá abordar con voluntad política y habilitando recursos, la pensión mínima de 1.080 euros.

El movimiento de pensionistas es solidario con l@s que más lo necesitan, con quienes tienen pensiones mínimas y sobreviven en la precariedad más indigna. Son jubiladas viudas, pensionistas, que no pueden vivir bajo los indicadores del IPC porque su línea de salida es una pensión indecente y no les resuelve absolutamente nada. No nos valen esas voces que tratan de transferir hacia l@s de siempre el sacrificio de apretarnos el cinturón.

También es significativo que cuando se comienza a hablar de reformar a la baja las pensiones, algunas voces, las mismas u otras, nos recomienden dejar nuestras reivindicaciones para mejores tiempos. Para un futuro impreciso. A esas voces les decimos que en el estado español se defrauda anualmente por encima de los 30.000 millones de euros. Y que la banca debe a la sociedad 65.000 millones de euros. ¿Hay o no dinero? ¿Quién lo tiene? ¿Por qué no se obliga a la repatriación de los 140.000 millones de dinero propiedad de ricos españoles que los tienen en paraísos fiscales?. Hay dinero.

Además de defender las reivindicaciones específicas de nuestro colectivo, existen otras reivindicaciones que han aflorado de forma urgente con la crisis sociosanitaria del COVID-19, que tienen relación con el estado de bienestar, cuyas consecuencias en las personas mayores, y muy en especial en las residencias, han sido trágicas. Nos referimos a la defensa de la Sanidad Pública y de una red pública sociosanitaria de calidad, aspectos que tenemos que defender y proteger junto con otros sectores de la población, de forma organizada, para preservar la vida y la dignidad de las personas. Como decía Immanuel Kant, "No hay dignidad posible sin lo público".

La unidad es y será siempre nuestro horizonte, el camino. Aunque es verdad que siempre no se presenta fácil. Diferentes puntos de vista y sensibilidades se han manifestado en las últimas semanas. Para volver a encontrarnos hace falta reconocer la pluralidad plenamente, sin reproches.

Sí, algunos sectores de los pensionistas estamos saliendo a las plazas, con mucha prudencia y con medidas de seguridad sanitarias. Lo hacemos teniendo presente al gobierno de Madrid, pero también a las instituciones vascas, en la convicción de que en la Comunidad Autónoma Vasca puede haber herramientas para abordar desde el Gobierno Vasco una complementariedad de pensiones que corrija la injusticia de pensiones indignas. La actual RGI, siendo una herramienta válida para atender a las personas más vulnerables, no lo es cuando se trata de complementar las pensiones hasta donde demandamos. Requiere que sea reformada. Se trata de voluntad política.

El hecho de que el gobierno PSOE/Unidas Podemos anuncie que en su legislatura se aprobará una salario mínimo de 1200 euros, demuestra que los 1.080 de pensión no es ningún disparate sino todo lo contrario, una cantidad razonable.

La ley permite abrir vías que hagan posible lo que demandamos y de la misma manera que la RGI es fruto de una voluntad política, puede y debe serlo una complementariedad de pensiones hasta 1.080 euros, que es una cifra recomendada por la Carta Social Europea, y los convenios 102 y 128 de la OIT. Así también se trata de cumplir con la Constitución, cuyo artículo 50 proclama que "los poderes públicos garantizarán mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad".

El desencuentro puntual entre pensionistas es parte de la vida. Seguro que volveremos a estar todas y todos juntos. Después de todo compartimos necesidades y valores.

Miembros del Movimiento de Pensionistas de Gipuzkoa