aya esto por delante: los partidos políticos son instrumentos que sirven para aplicar la fuerza que les otorgan los votos que democráticamente hayan recibido a la consecución de sus objetivos políticos. Ese principio es aplicable a todos los partidos, y por supuesto, también a EH Bildu. De modo que la nueva estrategia de la izquierda aber-tzale, aquella que en las últimas elecciones generales reiteró Arnaldo Otegi, es decir, la de pasar a ser “determinantes” en Madrid, es absolutamente legítima. Otra cosa es que los escaños que logró EH Bildu no le hayan colocado en una posición tan “determinante” como la prevista, porque sus votos, hasta la fecha, no han sido necesarios para que el gobierno español haya sacado adelante sus iniciativas -los del PNV, sí- lo cual, a su vez, les permite mantener, votación tras votación, una posición muy cómoda: la de la abstención. Una abstención a veces silenciosa, alguna vez crítica, otras veces entusiasta. El voto de EH Bildu del pleno del Congreso de este miércoles se podría clasificar como abstención entusiasta.

Tras el pleno se dio a conocer el texto del acuerdo alcanzado por EH Bildu con el PSOE y con Podemos. En ese texto, además de un segundo punto que versa sobre el incremento del déficit público y del endeudamiento “para paliar los efectos sociales del

Por un momento se mascó la tragedia, pero no fue a mayores. El mismo jueves, en diversas emisoras, la diputada de EH Bildu quitó hierro al asunto: según Mertxe Aizpurua el PSOE se había limitado a hacer “una matización terminológica”. Aunque no parece que la vicepresidenta Nadia Calviño, que descarta la derogación de la reforma laboral por “absurda” y “contraproducente”, esté hablando de cuestiones de matiz. Tampoco a Pablo Iglesias le pareció una mera “matización terminológica” si atendemos al tono y la contundencia con la que respondió a la nota socialista: “Pacta sunt servanda”. Sin embargo, EH Bildu insiste en lo del matiz. ¿Por qué? Posiblemente, porque es muy difícil tener que denunciar un incumplimiento flagrante cuando aún no has tenido ni siquiera la oportunidad de vender lo logrado. Y, seguramente, también, como dijo un tertuliano en Euskadi Irratia, porque para EH Bildu es “plato de gusto” poder vender “en campaña electoral” un acuerdo en Madrid “como lo suele hacer el PNV”. Resulta sorprendente lo rápido que se está adecuando la izquierda abertzale a todo aquello que hasta hace nada despreciaba: las “alfombras de Madrid”, el “mercadeo partidista”, el “vender humo” y tal. Es de suponer que lubricarán las torsiones a las que están sometiendo a su coherencia con esa arrogancia de la que siempre han ido sobrados.

Pero más allá de razones de venta política o de electoralismo, existen también razones de fondo en el esfuerzo que está realizando EH Bildu para mantener la apariencia de un pacto satisfactorio. La primera, porque la izquierda abertzale logra de Madrid una especie de homologación política. De la mano del acuerdo sobre la Reforma Laboral, aunque haya sido aguado, el PSOE ha otorgado carta de naturaleza de normalidad política a EH Bildu. Sin duda esa es la verdadera virtualidad que tiene para la coalición el acuerdo firmado en el Congreso español. Mucho más que un contenido que, y tiene razón Pablo Iglesias cuando lo recuerda, no aporta nada nuevo con respecto al pacto de investidura entre los dos partidos que conforman el gobierno español. A cambio de esa homologación política, EH Bildu está muy dispuesta a aceptar pulpo como animal de compañía. Lo que resulta paradójico, cuando menos en apariencia, es que la izquierda abertzale ande buscando su particular redención política en España y de la mano de partidos españoles, mientras en Euskadi se limita a la confrontación inmisericorde contra el otro partido de carácter nacional vasco, el PNV. Quién sabe, puede ser que en parte se deba a que a pesar de que han transcurrido ya nueve años desde el final de la “estrategia combinada”, siguen respondiendo a un patrón de desafío y oposición al no querer asumir que aún les quedan muchos deberes por hacer.

La segunda razón de la actitud de la izquierda abertzale es, seguramente, mucho más perentoria e ineludible: el dar cauce a la situación de los presos. Para poder lograr avances en esta cuestión, necesitan que el actual gobierno disponga de la perdurabilidad suficiente y, por supuesto, que tenga la motivación que le lleve a aprovechar ese tiempo. Es por eso que mientras el PSOE gobierne en España, EH Bildu difícilmente hará sangre de “cuestiones de matiz” como la ocurrida el miércoles. Tampoco de otras de más sustancia. De alguna forma, se da un cierto paralelismo con otros tiempos: si aquella HB de tiempos de Felipe González pretendía que la resolución del conflicto político vasco pasaba por una mesa a la que se sentaran, exclusivamente, ETA y el Gobierno español, la EH Bildu actual considera que puede ser determinante para lograr, del gobierno de Sánchez, pasos efectivos en la solución de la situación de los presos de ETA. Un cierto paralelismo que, mirado con más ecuanimidad que dogmatismo, debe resultar bastante triste para más de uno de la izquierda aber-tzale. Como he apuntado al principio, todo partido político tiene legitimidad para hacer valer su representación para lograr sus objetivos políticos. Hemos pretendido aproximarnos a los verdaderos motivos de EH Bildu, porque la derogación de la Reforma Laboral de Rajoy no deja de ser un motivo aparente. No porque no deba ser derogada, de hecho, no está de más recordar que, en octubre, el PNV y EH Bildu firmaron en el Parlamento Vasco una enmienda conjunta que exigía la derogación “con carácter prioritario” de la Reforma Laboral, sino porque es un acuerdo con muy poca virtualidad: una simple adhesión a los objetivos del gobierno de PSOE y Podemos. Y lo saben.

Puede que aún podamos apuntar un motivo más: “La unidad con la clase trabajadora española”, según ha dejado dicho Arnaldo Otegi uno de estos días. Esta senda, la de la unidad de clase, ya la transitó en su día Mario Onaindia cuando gritó “Gora Espainiako Langileria!” durante el Proceso de Burgos. Onaindia comenzó siendo miembro de ETApm y terminó como presidente del PSE.

Ahora bien, ¿y cuáles podrán ser los intereses que empujan, de repente, al PSOE a redimir y homologar a la izquierda abertzale a pesar de que numéricamente sus votos no sean decisorios a la hora de garantizarle votaciones? Es una pregunta que abre un campo de especulación interesante. Entre otras posibles intenciones con más o menos morbo que se puedan intuir puede estar, por ejemplo, esa de “impedir” que EH Bildu “trastee con la senda catalana”, usando una expresión que hace unos meses Idoia Mendia aplicó al PNV. En la práctica, intentar que durante un rato largo las dos expresiones nacionales políticas vascas no confluyan. Porque, no se nos habrá olvidado que la Unidad de España sigue siendo Estrategia de Estado, ¿no?

Burukide del EBB de EAJ-PNV. Portavoz en JJGG de Gipuzkoa