ctualmente, ante el efecto de la fuerza con la que la pandemia del COVID-19 nos está azotando, particularmente al colectivo de las personas mayores en las residencias, no podemos menos que plantearnos qué podemos o debemos hacer para que esta realidad no nos vuelva a afectar en los términos en los que lo hace hoy día.

Ciertamente, los datos que disponemos (cada día varían) son aterradores: el coronavirus ha tenido un impacto demoledor en algunos centros residenciales para personas mayores y dejado al descubierto, como algunos medios ya han señalado, el insostenible modelo de cuidado de personas mayores imperante. El objeto de este artículo no es la denuncia; únicamente pretendemos provocar una reflexión sobre esta realidad tan lacerante.

Es obvio que las residencias no estaban preparadas para esta situación. Nadie nos esperábamos semejante regalo de la naturaleza y, a falta de una buena previsión, las medidas que se adoptaron ante la crisis fueron -como en tantos otros ámbitos- tímidas, tardías e insuficientes, a nuestro entender, como no podía ser de otro modo: fue evidente la insuficiencia de medios, así como de directrices y protocolos, para hacer frente a la pandemia.

Colectivamente entendemos que no hay duda acerca de la escasa disponibilidad de recursos: mascarillas, batas, guantes, respiradores€ Pero más allá de lo señalado, nos han llamado la atención actitudes edadistas hacia nuestro colectivo y más aún la valoración de ser un colectivo "amortizado". Ante la pregunta de a quién la ponemos el respirador, eufemísticamente el techo terapéutico, sabemos todos cuál ha sido la respuesta en algunos lugares. La Ética, que es la guía de nuestra conducta, o debe ser la guía de nuestro comportamiento, parece que "ha hecho aguas".

Ante esta realidad, ciertamente penosa para el colectivo de personas mayores, bien podríamos preguntarnos si la cuestión de fondo, si la causa de esta realidad, únicamente es la carencia de recursos y la imprevisión por no habernos percatado de lo que nos venía.

La pregunta que nos hacemos es si esperábamos algo, es decir, si teníamos un norte, un rumbo en torno al cual desarrollar nuestras conductas. ¿Qué es lo que esperábamos? ¿Era esto lo que esperábamos que nos deparara el futuro? ¿Teníamos definidas las variables de las que pudiera depender nuestro actual presente o pudieran incidir en nuestro futuro? ¿Habíamos definido las variables dependientes para incidir sobre ellas? ¿Habíamos decidido el qué hacer (objetivos), el cómo (métodos o caminos), el cuándo (temporalidad) y el quiénes (protagonistas de la ejecución)? La respuesta parece que es negativa. Según dice el refrán "de esos polvos, estos lodos".

Desde nuestro punto de vista particular, la cuestión de fondo está en el modelo de residencia en el que se fundamentan.

El perfil de la persona mayor está cambiando; es más asertiva y comunicativa en sus necesidades, tiene más formación y ha desarrollado habilidades de consumidores exigentes. Su opción predilecta es vivir en casa y cuando no sea posible, en un alojamiento con características de hogar, donde se le considere como persona única y se le trate a partir de sus capacidades, se facilite la participación familiar, disponga de profesionales cualificados, cuenten con un diseño amigable con la edad, se dé soporte a su autonomía e independencia y cuente con actividades abiertas a la comunidad. Satisfacer estas demandas se puede llevar a cabo adoptando modelos más humanistas que consideren a la persona mayor en su rol de asesor y consultor y como agente activo en la gestión de sus cuidados.

La realidad actual es que, en general, estamos un tanto anquilosados en modelos caducos que no responden adecuadamente a las necesidades actuales.

No quisiéramos terminar estas pocas reflexiones sin aflorar alguna de las innovaciones que sí se están realizando, o van encaminadas cuando menos hacia un nuevo modelo de residencia. ¿Acaso no debiéramos preguntarnos si el modelo actual es el idóneo y deseado para nuestro envejecimiento activo y pleno? ¿Acaso no debiéramos apostar por un modelo de residencia que desarrolle su labor considerando las capacidades y necesidades de las personas y dirigiendo sus esfuerzos hacia un modelo de unidades de convivencia, apostando por un modo de vida parecido al de un hogar, un abordaje terapéutico desde la realización de actividades cotidianas y significativas, atención personalizada desde los derechos y deseos de la persona, apoyo individual, dispensación de servicios sociales y sanitarios, atención profesional 24 horas y otorgando un papel central a la familia? La evidencia científica y los deseos de la población mayor la convierten en una alternativa a las clásicas residencias.

Participemos en los recorridos, hacia una sociedad más justa

No obstante, lo antedicho, inmersos actualmente en un entorno de nubarrones, pero con tintes de realismo, y antes de finalizar estas líneas, quisiéramos aflorar que algo se mueve en torno a este tema que tanto nos preocupa. En concreto, en el marco de los cursos de verano de la UPV que se imparten en el Palacio de Miramón, en este caso online, la Fundación Matía ha organizado tres cursos en relación a este tema:

1.- Introducción a los modelos de alojamiento y entornos para envejecer.

2.- Creando lugares para vivir. La atención centrada en la persona en residencias de personas mayores.

3.-Avanzando hacia residencias para vivir como en casa. La importancia de la participación de las personas mayores.

Como reza el título de este artículo, "no hay vientos favorables para quien no tiene rumbo". No estaría de más que las personas mayores reflexionáramos sobre nuestro futuro y lo hiciéramos en comunión con el conjunto de las organizaciones que nos representan definiendo el cómo queremos desarrollar una vida plena en los años que nos quedan.

A modo de conclusión, si bien este artículo se centra en la realidad de las personas mayores, ciertamente un colectivo muy desfavorecido en el marco de la pandemia actual, no obstante, somos conscientes de la realidad de las personas sin techo, de los inmigrantes, de las mujeres que son objeto de violencia, de las mujeres que desarrollan las labores de cuidado y de limpieza en pésimas condiciones, de los sin papeles, etcétera. Y abogamos por una mejora de todas estas situaciones en el marco de una sociedad más justa.

Helduak-adi!