ocos días antes de que la emergencia sanitaria nos enclaustrase en nuestros hogares, le escuchaba decir a Xavier Aragay en una de las conferencias del Start Innova Day aquello de que en el mundo de la educación no nos encontramos en "una época de cambios", sino que estamos inmersos "en un cambio de época".

A los pocos días, todos los ciudadanos nos hemos visto obligados a reinventar procesos de aprendizaje, aplicar nuevas metodologías, descubrir de manera urgente herramientas y canales para la comunicación e incluso aprender a conocernos a nosotros mismos en momentos de soledad. Todo ello para encarar una crisis y una situación no esperada y para la que nadie nos ha preparado.

Ciudadanos no preparados ante situaciones desconocidas y antes no vividas. ¿Les suena a ustedes? ¿No es eso para lo que debemos de trabajar en las escuelas? ¿O es que nuestro sistema educativo poco laxo, tradicional y con cambios más bien estéticos que estructurales requería de un drama social como el que vivimos para convencernos de que ha llegado la hora? Todo este aprendizaje en tan pocos días remueve cualquier conciencia, estructura, creencia o hábito que creíamos intocable.

Aquello de que debemos de orientar nuestro esfuerzo hacia el aprender más que hacia el saber resulta que va a ser verdad. Dar importancia al proceso por encima del resultado, sin duda puede hacer que el resultado mejore.

Es evidente de que no es el momento de pensar en lo que debería de ser sobre lo que es, pero sí que puede ser el momento de que alguien apunte en una "libreta de aprendizajes" aquellas lecciones que debemos de recordar una vez volvamos a la"nueva realidad".

Una libreta en la que deberemos de perfilar el tipo de ciudadano que queremos. Un ciudadano que entienda por igual los derechos y las obligaciones. Personas que piensen un poco más en su vecino, hermano o compañero de trabajo a la hora de mover cualquier pieza sobre el tablero de la vida. Ciudadanos a los que enseñemos en la escuela y la familia la importancia que tiene pagar impuestos, de lo importante de dar los buenos días y de despedirse al final del día, de sonreír o de discutir desde el respeto o la defensa de unas ideas que hoy pueden ser unas y mañana otras.

Esta experiencia de vida, también para el mundo de la educación, nos hará aterrizar en un nuevo capítulo de la historia más cercana en el que el

¿Podrá ser el impulso que requerimos para encarar un cambio de época al que esperamos como agua de mayo quienes añoramos un sistema educativo que responda de verdad a las necesidades reales de aquellas personas que deben construir su ser en nuestros centros escolares?

Un salto hacia un cambio verdadero al que le faltaba poder justificar esa mutación de modelo, esa metamorfosis que nos haga entender lo que verdaderamente necesitan nuestros alumnos y alumnas. Afrontando con valentía esos miedos a cambiar estructuras basadas en un sistema industrial y que parecía responder a los mínimos requeridos para "no jugarnosla" demasiado, no fuese a ser que metiésemos la pata tirándonos a una piscina en la que tal vez no hubiese agua, o simplemente no supiésemos nadar. Pues mira por donde nos va a tocar aprender a nadar de diferentes maneras, diferentes estilos, entre olas e incluso con la mar en calma chicha.

En este momento de emergencia, es evidente que nos preocupa lo urgente. ¿Qué pasará con la prueba de acceso a la universidad? ¿Cuándo nos incorporaremos a nuestros centros escolares? ¿Cómo acompañaremos a nuestras familias? ¿Cómo responderemos a la evaluación continua? ¿Cómo están llevando la situación en las diferentes realidades de sus casas nuestros chicos y chicas?

Todo ello se responde desde la responsabilidad, la dedicación, la adaptación y el aprendizaje continuo. Nada que no pidamos cada día en nuestras aulas a nuestros alumnos y alumnas.

Pero al margen de ello, alguien debe de abrir ese cuaderno y escribir algunas 'Corona Lecciones' que nos podrán servir de cara al futuro, y sobretodo puede que sean útiles para visualizar ese salto hacia la nueva educación. A un nuevo mundo mucho más cercano a lo verdadero, a las necesidades reales del siglo XXI.

Sería un fracaso estrepitoso si tras esta catarsis social todo siguiese igual, y que no fuésemos capaces de interpretar por donde debe de transcurrir nuestra obligación al margen de cumplir con un currículo que nos aporta una falsa seguridad histórica.

Un currículo que incluso en esta situación para algunos puede seguir siendo lo más importante, cuando tenemos ante nosotros lecciones mucho más necesarias e interesantes. Entre ellas, recupero alguna reflexión que hice para el blog de una amiga www.nagoregarciasanz.com en un artículo titulado Una tecnología sin pensamiento crítico, es un "Formula 1 sin gasolina".

En ella reflexiono sobre que la tecnología desligada de las letras y las ciencias, es un F1 con el tanque vacío de combustible. Por ello, es nuestra obligación construir cultura entorno a una tecnología que fomente la libertad digital personal, que construya puentes de felicidad y crecimiento personal.

En esta crisis en que las diversas tecnologías se han presentado de manera abrupta en cada uno de nuestros hogares, reflexionar sobre ello será otra de las lecciones a apuntar en "esa libreta de aprendizajes".

Por ello, es fundamental que nuestros/as alumnos y alumnas aprendan a hacer buenas preguntas. Esto no es novedoso, pero hoy más que ayer debemos enseñarles a preguntarse el "para qué". Una pregunta poderosa de la que estos días, más que nunca, debemos de hacer uso de ella en nuestras casas.

También en esta nueva Tele-Escuela debemos hacernos preguntas inteligentes para aprender a trabajar de manera efectiva y adaptada a las necesidades de nuestros alumnos y alumnas. Pretender trasladar físicamente el aula a los hogares, sin reinventar procesos, readaptar metodologías, sin adaptar los horarios y sin medir el volumen de trabajo creo que es no saber entender las necesidades reales de nuestro alumnado y profesorado.

En ese camino hacia las respuestas que ayuden a responder a esas preguntas, ¿qué cabida tienen la creatividad, la inventiva o la imaginación?

Tal vez, la presencia de un nuevo concepto llamado "aburrimiento" en la vida de nuestros más jóvenes, habituados a diversos estímulos externos en forma de actividades, tecnología y otros, les obligue a desarrollar el ingenio en facetas más terrenales que las experimentadas hasta el momento. Desenchufen la red durante ciertas horas del día y hagan que el aburrimiento entre por la puerta de casa. Tal vez, ese aburrimiento permita que dirijamos el foco y la atención a las cosas más importantes. A las que pisan suelo, alejadas de ese mundo paralelo y virtual.

Sentirnos tan vulnerables puede que haga que recuperemos como antaño, el respeto y la necesidad de cuidar de nuestras personas más mayores, o de lo humano que resulta el trato familiar con los vecinos, o que pensemos y hagamos algo por aquellos refugiados que llevan atrapados tanto tiempo en tierra de nadie, o que simplemente miremos dentro de los cajeros de nuestra ciudad en la que pernoctan donostiarras que deberían de ser también de primera.

Leo en prensa que en estos días de encierro el nivel de contaminación de nuestras ciudades se ha reducido a una cuarta parte. ¿Y si resulta que empezamos a valorar la importancia de cuidar el planeta?

Puede que las respuestas a preguntas tan abstractas, o concretas, las tengamos los propios profesionales de la educación soltando amarras de lo conocido, de lo que llevamos haciendo años para descubrir un mundo multicolor en el que "el para qué" debe de definir nuestra estrategia educativa. Puede que ello lo tengamos que diseñar a base de "mamporros" como este que estamos recibiendo pero aún hace más interesante asomarse al balcón al que tanto estamos saliendo estos días a cantar, a darle al cazo o simplemente a observar a los transeúntes que sacan a pasear a sus canes. Balcón, mirador o ventana desde el que podremos ver, y por qué no participar, de "ese cambio de"época".

Yo por si acaso sigo apuntando las lecciones en "mi libreta de aprendizajes".

Director de Axular Lizeoa