La reciente toma de participación de Finkatuz, el fondo gestionado por el Instituto Vasco de Finanzas (IVF) del Gobierno Vasco, en Grupo Arania con una inversión de 15 millones de euros, lo que supone el 6,25% del capital de la compañía vizcaína con sede en Amorebieta y un asiento en su consejo de administración, ha puesto nuevamente de relieve la imperiosa necesidad de que Euskadi cuente con una potente industria financiera para apalancar el tejido productivo vasco a través de las grandes empresas tractoras del país y garantizar su arraigo en el territorio.
Esta es la cuarta inversión y la primera con el Gobierno Pradales que realiza Finkatuz en empresas cuya actividad se desarrolla en sectores estratégicos como ITP Aero, donde cuenta con un representante en su consejo de administración, CAF y Kaiku, y se enmarca en una operación de ampliación de capital de la compañía con el fin de impulsar diversas inversiones tanto en Euskadi como en el extranjero con el objetivo prioritario de crecer en Estados Unidos, donde la compañía cuenta ya con una filial. Grupo Arania, que está compuesto por cuatro empresas, es una compañía que se ha posicionado como líder en el sur de Europa en el segmento de laminación de acero en frío con una producción de 400.000 toneladas, de las que el 80% se destina a la exportación, y da empleo a más de 1.000 trabajadores.
Hasta el momento Finkatuz ha invertido un total de 119 millones de euros y cuenta con un remanente de 226 millones de euros para entrar en el capital de empresas vascas con vocación de permanencia en el tiempo y teniendo como horizonte la digitalización y la sostenibilidad de nuestra industria.
Aunque esos 226 millones de euros que dispone Finkatuz pueden parecer una cifra importante, sin embargo, puede considerarse exigua a la hora de afrontar las necesidades financieras de nuestras empresas que se enfrentan a unos mercados cada vez con mayor incertidumbre por los cambios geopolíticos que se están dando con relativa frecuencia en el mundo.
Si se quiere potenciar nuestro tejido productivo y garantizar el arraigo de nuestra industria, la participación de los fondos vascos en una empresa estratégica del país debe estar por encima del 5% para poder contar con capacidades de influencia y disponer de un asiento en el consejo de administración. En este contexto de incertidumbre geopolítica mundial con una Europa de convidada de piedra y al ralentí por el parón que está teniendo la industria de la automoción y la delicada situación económica y política de Alemania y Francia es necesario reforzar la industria financiera para responder a los nuevos retos que nuestras empresas tienen por delante.
Y está claro que, a día de hoy, Euskadi no cuenta con un ecosistema financiero propio potente no solo para garantizar el arraigo de nuestras empresas tractoras, sino también para impulsar proyectos e inversiones estratégicas. La escasa vinculación entre los agentes financieros y el tejido empresarial vasco, el bajo nivel de especialización de los servicios financieros, la excesiva dependencia de las pymes a la financiación bancaria, cada vez más sensible a la asunción de riesgos, hace más necesario que nunca contar con un sistema financiero avanzado con vínculos locales que permita una mejor atención a las necesidades de las compañías y, en consecuencia, impulsar el desarrollo económico del país. No solo se trata de contar con otros instrumentos financieros diferentes a los bancarios, sino también de facilitar la entrada de inversores locales que son percibidos como más cercanos.
El caso de Talgo es paradigmático de esta situación de deficiencia estructural que en términos de músculo financiero tiene este país y donde la iniciativa privada, en este caso liderada por el presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga, ha sido capaz de dar respuesta a este reto, que todavía se encuentra en una situación de incertidumbre por el deseo de los antiguos accionistas de vender la empresa a un precio por encima de la oferta del empresario vasco. Y eso que cuenta con todo el apoyo del Gobierno español, que considera a Talgo como una empresa estratégica para los intereses del Estado y del Gobierno Vasco.
Nada se sabe de ese gran fondo vasco, cuya idea se lanzó durante la campaña de las últimas elecciones al Parlamento Vasco y al que se refirió en su investidura el lehendakari Imanol Pradales, para alinear los recursos que disponen las fundaciones bancarias, las entidades financieras, los family office y otras herramientas de inversión privada, junto a medidas de tipo fiscal, al objetivo de activar esos capitales en favor de operaciones de entrada en el accionariado de empresas estratégicas del país y de aquellas de alto valor tecnológico e innovador.
Tampoco existen grandes noticias de la actividad de BasqueFik, el clúster financiero e inversor de Euskadi que se constituyó, ahora, hace un año, y que englobaba desde fondos de inversión, family office, entidades bancarias, organizaciones financieras, EPSV, empresas tecnológicas, consultoras empresariales, gestoras de capital riesgo del Gobierno Vasco y de la Diputación Foral de Bizkaia, etc.
Lo sorprendente del clúster BasqueFik es que su puesta en marcha se hizo en un periodo de tiempo relativamente muy corto, si se tiene en cuenta que el sector financiero se caracteriza por su atomización e intereses diversos, gracias al impulso que le dio el exlehendakari Iñigo Urkullu, antes de que concluyera la pasada legislatura, ante la importante afección que estaba teniendo nuestro tejido productivo vasco con la venta y el traslado de los centros de decisión de un gran número de empresas importantes vascas fuera del país, algunas de ellas de carácter estratégico para el desarrollo de nuestra económica y cuyos efectos lo estamos notando.
Esa falta de músculo financiero que cuenta Euskadi tiene su origen en la ausencia de los instrumentos con fortaleza y potencia de tiro para poder afrontar operaciones de cierto tamaño y tratar de paliar, tanto desde el plano de competencia directa o desde la asunción de alianzas estratégicas, los efectos de la entrada de fondos extranjeros en nuestras empresas más relevantes.
Causa envidia ver como CriteriaCaixa, el brazo inversor de la Fundación La Caixa, que tiene una participación del 31,17% en Caixabank, se ha convertido en uno de los pilares en el accionariado de empresas estratégicas del Estado, como acabamos de ver, recientemente, con el cambio de presidente de Telefónica, y que va a destinar 4.000 millones de euros en inversión en 100 pymes que tengan un producto reconocido en el mercado y que quieran crecer en su desarrollo y expansión territorial.
Es cierto que en los últimos años se han constituido varios fondos de inversión de capital privado en Euskadi, sobre todo gracias a las medidas puestas en marcha en su día por la Diputación de Gipuzkoa para favorecer el establecimiento de estas entidades que cuentan, en algunos casos, con unos recursos en torno a los 200 millones de euros. Cifra, evidentemente, exigua para poder afrontar la toma de una participación importante en una empresa de cierto tamaño de este país.
La realidad evidencia la necesidad no solo de sumar fuerzas entre los distintos agentes en torno a un instrumento compartido y, -aún así no está asegurado que el capital captado pueda responder al importante volumen de recursos necesarios para tomar una participación en empresas de cierto tamaño-, sino también la de obtener recursos en el exterior a través de inversores extranjeros, incluyendo el mercado de capitales. Llegamos tarde.