El absentismo laboral, que es el concepto bajo el que confluyen situaciones como faltar al trabajo sin causa justificada, que tiene consecuencias legales como el despido, o cuando la ausencia se debe a una Incapacidad Transitoria (IT) o enfermedad común, se ha convertido en uno de los factores que está suponiendo ya un lastre para la inversión en nuestras empresas y, con ello, para el crecimiento económico y la generación de empleo en nuestro país.
El director de la planta de Michelín de Gasteiz, David Udakiola, no ha podido ser más claro al señalar que la alta tasa de abstención laboral que registra esta fábrica –en torno al 10%– está poniendo en “peligro la confianza de la multinacional francesa”, lo que podría afectar seriamente a la sostenibilidad de sus instalaciones, con todo lo que ello supone de afección a la competitividad no solo de la empresa, sino también del país.
Y la cuestión no es baladí, cuando Michelin anunció hace dos meses el cierre de dos plantas en Francia por problemas de sobrecapacidad, debido a la gran competencia que está teniendo por parte de los fabricantes de neumáticos asiáticos, y el traslado de una parte de la producción de una de ellas a Gasteiz. La planta alavesa de Michelin es la mayor de las dos instalaciones productivas que la multinacional francesa tiene en el Estado, da empleo a 3.400 trabajadores y su impacto económico representa el 2% del PIB vasco.
Esta importante llamada de atención realizada por el ejecutivo de Michelin coincide con el liderazgo que Euskadi tiene desde hace ya algún tiempo en registrar la mayor tasa de absentismo laboral en el Estado, sin que en el horizonte se vislumbre alguna medida capaz de paliar una situación que está empezando a pasar factura a nuestra economía.
Según un informe de la compañía de recursos humanos Adecco, la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) registró en el tercer trimestre de 2024 una tasa de absentismo laboral del 9,8%, la más alta de todas las comunidades autónomas, y 2,3 puntos por encima de la media estatal. El hecho de que el sector de la industria sea donde más está incidiendo el absentismo laboral hace que la CAV, por su componente eminentemente manufacturero, registre este índice tan alto y que supone un aumento del 2,2% en tasa intertrimestral.
Si la comparativa se hace con Europa y se analiza el absentismo laboral por Incapacidad Temporal (IT) o por enfermedad común, la CAV arroja una tasa del 5,8% copando el primer puesto de la tabla por encima de Francia, que lidera el ránking en la Eurozona, con un 4,6%, según datos del Instituto Vasco de Competitividad-Orkestra.
A falta de una definición más precisa, el absentismo laboral presenta una realidad poliédrica con muchos factores interrelacionados entre sí, como origen del mismo. En principio, la patronal y los sindicatos no se ponen de acuerdo en su conceptualización, ya que mientras que para la primera, la ausencia de los trabajadores en los puestos de trabajo, tanto por causa no justificada como por baja médica, tiene sus consecuencias en la productividad y competitividad de las empresas, para los segundos, el origen se sitúa en el deterioro de la salud de los empleados por la falta de prevención en los centros de trabajo y el aumento de la siniestralidad laboral.
Precisamente, la siniestralidad laboral es un factor que incide en esta cuestión y que ha registrado un preocupante aumento del 6,9% en 2024 con un total de 40.355 accidentes, con un incremento de los leves y los graves y un descenso de los mortales, según datos de Osalan. A pesar de ello, 27 trabajadores perdieron la vida en la CAV, de ellos, 15 en Gipuzkoa, casi duplicando el total de fallecimientos.
Por otra parte, hay que tener en cuenta el aumento que desde la pandemia se ha producido en las enfermedades mentales como la ansiedad y la depresión, que suponen el 24% de las contingencias comunes, porque no se consideran enfermedades profesionales, a pesar de que en muchos casos puede tener su origen en el ámbito laboral. Es el segundo grupo con más bajas laborales por detrás de las enfermedades musculoesqueléticas, que suponen el 50% del total. Se calcula que uno de cada cuatro trabajadores presenta estas patologías y cerca de la mitad sufren de estrés. También el envejecimiento de las plantillas es un factor determinante, en esta cuestión, ya que en la CAV uno de cada cuatro trabajadores tiene más de 55 años.
La bonanza económica y una baja tasa de paro, como la que existe en la CAV, influyen directamente en este incremento del absentismo laboral, ya que a mayor nivel salarial y menor desempleo más ausencias laborales se producen y viceversa. El problema de este efecto funicular es medir sus consecuencias y en donde se producen.
De la misma forma, el sector público y el tamaño de las empresas también guardan una relación directa con el absentismo laboral. Los funcionarios superan a los trabajadores del sector privado, en ausencias de IT por contingencias comunes y profesionales con una tasa del 7% frente al 5% en la CAV, debido a que los salarios de la Función Pública son superiores a los de la iniciativa privada, existe una mayor estabilidad en el empleo y una jornada laboral más corta. También se puede decir que, en este caso, el tamaño es determinante, porque las ausencias laborales se dan con mayor número en las grandes empresas y no en las pequeñas con plantillas de trabajadores más reducidas.
El hecho de que los trabajadores de la CAV lideren la tasa de absentismo laboral en Europa y en el Estado no se debe a que tengan una mala salud, a pesar de contar con un buen sistema sanitario público, sino porque cuentan con unos convenios colectivos que cubren íntegramente la baja, sin pérdida de nivel salarial por parte de los empleados, incluso, en algunos casos, por encima. Una situación que, por ejemplo, en Alemania, donde también hay preocupación por este fenómeno con una tasa del 11,7%, el salario está garantizado en las primeras seis semanas de duración de la baja.
La gestión sanitaria en Osakidetza es otra variable a añadir a esta compleja casuística porque el déficit de médicos de asistencia primaria hace que el seguimiento de las bajas de IT esté muy lejos de ser el correcto, a lo que hay que añadir la duración de la espera para la realización de las pruebas diagnósticas. Es necesaria una mayor agilización en la tramitación de las bajas y de las altas y reducir la burocracia de su gestión, para evitar que los procesos se alarguen más de lo que debieran.
Y todo ello en un contexto en donde el valor que en el pasado se daba al trabajo y donde pivotaba la vida de los individuos, ha cambiado por otro, donde prima el cuidado personal y el ocio por encima del compromiso laboral que se dirige a conseguir esos objetivos.
El absentismo laboral no solo afecta a la productividad y competitividad de nuestras empresas y, por ende, a la situación económica de este país, sino que también tiene unos costes económicos que son sufragados por la Seguridad Social y las empresas que abonan las bajas laborales. En la CAV, el coste en prestaciones de un trabajador en situación de baja laboral por IT es de 688 euros en el caso del organismo público y de 531 euros para las compañías. Hasta el pasado mes de octubre, el gasto por este concepto de la Seguridad Social en el Estado ascendía a 13.500 millones de euros, lo que significa un aumento del 18% respecto al resultado completo del año anterior.
Con los datos en la mano y atendiendo a la complejidad de un asunto que presenta muchas aristas a la hora de enfocarlo de manera eficaz, llama la atención que, a día de hoy, no se haya constituido de manera formal un foro que reúna a los agentes concernidos para tratar de buscar alguna medida correctora a un problema que parece que se está enquistando en el tiempo por el miedo de algunos de actuar fuera de lo políticamente correcto. Es una cuestión que requiere prontitud y determinación en la búsqueda de soluciones, de lo contrario será ya tarde.