Dice un amigo mío que muchas de las empresas, organizaciones y entidades que se constituyeron en este país en las décadas finales del pasado siglo, y que hoy son relevantes y han dejado una impronta en la sociedad vasca y guipuzcoana, no se crearían en la actualidad. La razón es la ausencia de ese espíritu innovador de acción colectiva que ha hecho de la sociedad vasca un modelo de desarrollo humano sostenible.

Y la causa de que ese modelo de desarrollo vasco muy relacionado con el viejo concepto del auzolan, -que durante estos días ha vuelto a renacer con motivo de las inundaciones en las localidades navarras de Bera y Lesaka-, esté desapareciendo, está vinculada, paradójicamente, con el estado del bienestar.

Hay una correlación directa entre el nivel de calidad de vida de los ciudadanos y la necesidad de dar una respuesta colectiva y social. Es decir, en la medida que la calidad de vida ha mejorado significativamente, la sensación de necesidad y urgencia para responder de manera conjunta como sociedad ha disminuido.

Esa situación es la que está provocando un cierto conservadurismo en la sociedad vasca, si se parte de la gran dificultad que existe a la hora de tomar decisiones disruptivas que puedan poner en riesgo el nivel de vida alcanzado, a pesar de las buenas condiciones institucionales, económicas y sociales existentes para poder llevar a cabo procesos de trasformación social.

Como bien dice el director de Agirre Lehendakaria Center (ALC), Gorka Espiau, en la tesis doctoral que bajo el título “Normas, valores, y narrativas asociadas a la transformación socioeconómica de la sociedad vasca”, que presentó hace un año en la Facultad de Derecho de Donostia, donde recibió la calificación de sobresaliente cum laude, “una sociedad que prioriza conservar el status quo tendrá más dificultades para construir soluciones innovadoras”.

Pero el problema no es que nos encontremos en una situación de parálisis del modelo vasco de innovación social, sino lo que es más grave es que se están produciendo situaciones de renuncia y marcha atrás de aquel espíritu que dio origen a determinadas iniciativas económicas y sociales en el pasado.

Estamos viendo cómo empresas, como es el caso de una compañía que se constituyó a partir de un pacto político para competir con el Estado en sectores estratégicos, que se consideraban esenciales en el modelo de país que se estaba construyendo, han sido o están a punto de ser adquiridas por multinacionales extranjeras.

De la misma forma, iniciativas pioneras en todo el Estado a la hora de dotar de mayor previsión social a los trabajadores y complementar la pensión pública en el momento de la jubilación, hasta el punto de querer copiar el modelo por parte del actual Gobierno español, se están viendo paralizadas por la ausencia de decisión e interés por parte de patronales y sindicatos, falta de liderazgo del Gobierno Vasco, a lo que hay que añadir la inacción por parte de instituciones forales en este asunto y el conocido interés por parte de algunas entidades financieras de mantener el actual status quo.

Se están produciendo situaciones en donde la decisión estratégica de una entidad financiera por explorar nuevos mercados fuera del ámbito vasco provoca recelos institucionales o los palos en las ruedas que, en algunos territorios, -léase Bizkaia-, ponen cuando ven a sus vecinos desarrollar proyectos estratégicos de relieve mundial con la presencia de los principales líderes internacionales. Una clara muestra del trabajo callado y soterrado desarrollado durante muchos años y de una apuesta clara por buscar nuevos nichos de actividad con gran futuro.

La desafección social y colectiva que vive nuestro país, sobre todo a la hora de preservar e impulsar nuestros mejores activos heredados, afecta a todo tipo de sectores y actividades. Hace dos semanas, el ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de la República Dominicana, Franklin García Fermín, fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA), que es de carácter privado y nada tiene que ver con la UNED que es de titularidad pública, dentro de su estrategia de captar alumnado extranjero, particularmente, en toda Latinoamérica. No hay que olvidar, que el doctor Franklin García Fermín, es también el presidente de la Cumbre de ministros de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de Latinoamérica.

La noticia no tendría más interés que el de un acto académico más, sino fuera porque el galardonado es desde el año 2003, doctor en Derecho Constitucional por la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU) y fue investigador en la misma universidad en 2001. Por ese motivo, el doctor García Fermín fue alumno de la Red Latinoamericana de Másteres y Doctorados de la UPV-EHU, que, en sus 25 años de existencia, ha acogido a más de 2.000 alumnos en las 14 universidades y centros universitarios con los que colabora desde República Dominicana hasta Chile, pasando por México, Brasil, Colombia, Perú, Puerto Rico, Bolivia o Ecuador.

Atendiendo a esas circunstancias y a la necesidad de consolidar fuertemente esa red instalada en Latinoamérica, -por lo que supone de un gran activo de influencia cultural y de conocimiento con la que mantenemos grandes lazos históricos-, esa distinción con la que ha sido reconocido el doctor García Fermín, debería de haber partido de la propia universidad vasca. Contradictoriamente, la red nunca ha sido tenida en consideración por las instituciones de este país, salvo en la época del lehendakari Ibarretxe, desde la perspectiva de impulsar nuestra presencia política, económica y social en la zona.

Curiosamente, la UPV-EHU es la primera universidad del Estado referente en Latinoamérica y la más conocida en la región, gracias a la presencia de esta Red de Másteres y Doctorados, en donde han participado de manera presencial más de 200 profesores vascos. De sus aulas han salido cinco ministros, un gobernador regional, seis directores ministeriales, once altos miembros de la Magistratura, dos dirigentes de instituciones financieras, dos rectores de universidad, 16 catedráticos de universidad, intelectuales, artistas, etc., lo que pone de relieve el peso y la influencia en la región de la universidad vasca. Algo que, por lo que parece, puede estar molestando en algunos sectores del Estado español.

La celebración de este acto académico por parte de la universidad madrileña que quiere competir en esa área geográfica a la hora de captar alumnos extranjeros y alcanzar los primeros puestos en los niveles de reconocimiento internacional, -hasta el punto de haber abierto ya una sede en República Dominicana y contar con delegados en toda la región-, gracias a la ventaja de la digitalización y la enseñanza online, ha supuesto perder una oportunidad de oro por parte de la UPV-EHU para consolidar y dar valor y el reconocimiento que merece, el arduo trabajo que durante estos 25 años se ha hecho en Latinoamérica para mantener su presencia e influencia.

Precisamente, este tipo de eventos transciende al ámbito académico y se proyecta en un escenario que puede llegar a afectar a la propia reputación de la universidad a la hora de captar ese talento extranjero que tanto necesitamos en Euskadi. Todo lo contrario, al espíritu del lema “Eman ta zabal zazu” que preside la institución.