a vida no es como la pintan sino como tú la coloreas, pero coger el pincel y mover la muñeca a diario también se convierte en una tarea rutinaria. Necesitas color, pero te cansas de pintar, y cuando la cabeza pasa a ocupar el lugar del corazón es fácil acabar perdiendo la cabeza; y lo que es peor: las acuarelas. Y entonces todo se vuelve blanco y negro, con "las mismas caras y los mismos gestos", que cantaba Barricada. Del trabajo (si lo tienes) a casa, y en unas horas vuelta. Y así un día tras otro. Y comienzas a notar que vas perdiendo capas de color, y sabes que hay que currárselo, que no hay otra manera de recuperar el brillo que aleja de las tinieblas. Y aunque es cierto que hay mucho cabrón ahí afuera y millones de motivos para alzar la voz y reclamar con vehemencia lo que nos ha sido arrebatado, algo -o alguien- te dice en lo más hondo de tu ser que si no coges el pincel no es justo culpar al empedrado de la falta de color en tus días. De alguna manera lo intuyes, pero puedes pasarte así días, meses, años. Toda una vida viviendo en blanco y negro. Y es cierto que no todo el mundo ha nacido artista, ¡ni falta que hace! Solo se trata de pintar. Y para quienes no tienen fuerza con la que coger siquiera el pincel, la naturaleza, siempre eterna, recomienda una visita a Labetxu, el valle de colores escondido junto al mar.