e gustaría equivocarme, pero creo que la bola de la polémica en torno a los residuos ha comenzado a rodar cuesta abajo y, como con las de nieve, empieza a ganar tamaño. Ojalá que no lo haga hasta el punto de amenazar la paz social del territorio como ocurrió con la basura doméstica, cuando algunos apostaron por llevar el conflicto hasta la cocina de nuestras casas. Esta semana, en la que se ha cumplido un año desde que se puso en marcha el complejo de Zubieta, donde se incrusta la planta incineradora que, por ahora, funciona sin el ruido que provocó su construcción, han saltado chispas en Bergara porque una empresa ha decidido mudarse a Arrasate para no convivir con la planta de tratamiento de residuos del sector papel que se prevé construir en el polígono Larramendi. Como esta infraestructura se necesitan otras nueve en Euskadi destinadas al tratamiento y recuperación de restos industriales pertenecientes a otros sectores productivos. La que se ocupará de los residuos de la industria del plástico se levantará en terrenos de la antigua Arcelor en Zumarraga. Se puede cerrar los ojos ante este asunto y aferrarse al no en mi jardín, siempre que, a cambio, se presente una alternativa posible para afrontar un problema de imperiosa solución para las empresas. No creo que haga falta recordar lo que ha dado la actividad industrial a este territorio y a este país. El turismo como alternativa entiendo que está descartado.