ace diez años me tocó cubrir para el periódico las inundaciones que se habían producido el 6 de noviembre de 2011, cuando el río Urumea se desbordó en Martutene, afectando sobre todo a los vecinos de El Pilar. Volvía de vacaciones tras haber tenido la oportunidad única de descubrir el continente africano, en un viaje a un orfanato de la isla de Mfangano, en la parte keniata del Lago Victoria. Un lugar donde el sida sigue matando, la prostitución se ejerce a la luz del día y no se tienen que preocupar por la factura de la luz porque el único generador de la isla está en el museo sobre los Suba people. Con estas imágenes regresaba a casa y al trabajo sin pensar que lo que iba a ver me impactaría tanto. Pero lo hizo. La desesperación de esas personas que habían perdido sus casas o sus negocios, sus llantos y su frustración, sus intentos por limpiar lo que se volvía a ensuciar en cuestión de minutos, la ropa mojada, el rostro cansado manchado de barro y el vacío que dejaba el río tras su retirada. Diez años más tarde, Gipuzkoa ha estado en alerta por inundaciones, pero las que se han producido han tenido un efecto mínimo. En Martutene, gracias a las actuaciones llevadas a cabo sobre el río, hace tiempo que ya duermen más tranquilos.