l martes se levanta la emergencia sanitaria. Y ha sido posible gracias a la vacunación, pese al inexplicable empeño (por suerte, muy pocos en Euskadi) por negar la realidad, que en eso sí que son negacionistas consumados. Reiniciamos la marcha año y medio después, un tiempo muy largo en términos personales pero corto desde la perspectiva sanitaria. Creo que esta vez sí que podemos decir sin temor a equivocarnos que lo peor de la pandemia ha quedado atrás y que el futuro asoma con esperanzas renovadas. Se siente el anhelo por cambiar de pantalla. Los medios de comunicación hace tiempo que detectamos fatiga hacia la información de la pandemia. Pero sería injusto salir del túnel olvidando lo ocurrido: a los fallecidos y heridos por el covid, a los que aún arrastran secuelas sin solución, a todas las personas que han visto sus trabajos y negocios devastados y, por supuesto, al esfuerzo impagable de tantos profesionales que han tenido que multiplicarse sin recompensa para llegar al punto en el que estamos, especialmente, al sector sanitario. Y tampoco conviene olvidar que el virus sigue vivo, sobre todo en el tercer mundo. Y sigue vivo también entre nosotros, con casi 40 personas en la UCI y un centenar en planta, donde siguen ingresando una veintena de contagiados todos los días.