os hinchas del Schalke 04, también conocido como el equipo de los mineros porque está asentado en Gelsenkirchen, donde antiguamente proliferaban las minas de carbón, han echado abajo esta semana el fichaje de Sergi Enrich. El club alemán pretendía contratar al exjugador del Eibar, pero lo ha descartado por la oposición de sus aficionados, que no quieren que vista su camiseta un futbolista condenado a dos años de cárcel por grabar y difundir una grabación mientras mantenía relaciones sexuales con una joven sin el consentimiento de la víctima. En Alemania no ha pasado desapercibido un nauseabundo episodio que durante cuatro años en el Eibar fue un tema tabú. Durante los cuatro años que duró el proceso que medió entre los hechos y la condena, la directiva presidida por una mujer, no abrió la boca. Estaba en su derecho. A todo acusado le ampara la presunción de inocencia. El Eibar solo condenó los hechos una vez se hizo pública la sentencia. Pero lo cierto es que en ese intervalo de cuatro años (al margen de que renovó dos veces el contrato del jugador), hubo un apunte que dejó en un pésimo lugar al club. Seis meses antes de conocerse la sentencia, no puso ningún reparo a que Enrich fuera elegido capitán. Y el capitán, en cualquier equipo, debe ser un ejemplo dentro y fuera del campo.