arece que los principales datos de la pandemia confirman que la quinta ola va llegando a su fin. La pregunta que cabe hacerse ahora es si este respiro que nos concede el virus es el prólogo de un sexto impacto el próximo otoño a tenor del patrón en forma de montaña rusa con el que se ha comportado desde que apareció en nuestras vidas hace año y medio, que se dice pronto. El covid ha ido derribando de forma sucesiva los pronósticos que anunciaban el inminente regreso a la normalidad perdida. Pese a esta lección, por el hecho de que ya hay un alto porcentaje de la población vacunada vuelve a sobrevolar la tentación de dar al patógeno por domesticado. Es normal, la población está cansada y necesita cada vez con más urgencia un cambio de pantalla en esta cotidianeidad condicionada por el virus. Creo que en este tránsito de la época vacacional al de las obligaciones laborales se está manifestando de manera cada vez más aguda este estado de necesidad, con sensaciones crecientes de impaciencia por la normalidad que no llega; de tensión por unas restricciones agotadoras, y de crispación por los criterios para afrontar la pandemia y las conductas sociales ante ella. La ausencia de un modelo único para enfrentar al covid tampoco ayuda. Lo único que se ha revelado eficaz es la vacuna. Es la baza que hay que jugar a fondo y todavía no lo hemos tocado.