os de los síntomas más comunes del coronavirus son la pérdida del olfato y el gusto. Quienes han sufrido en sus carnes la enfermedad, aunque sea de manera leve, te cuentan lo raro que resulta no oler nada ni saborear nada. De los cinco sentidos, seguramente el tacto es el que menos nos importa perder y doy fe de que hay más de uno, varios cocineros amigos, que hace tiempo que tiene algún dedo que ni siente ni padece. Le das fuego a su dedo con un mechero y como si pasara un tren. Pero lo de perder el olfato y el gusto, con lo que nos gusta sobre todo saborear la comida, tiene que ser extraño, extraño. Al margen de los cinco sentidos, tenemos también el sentido común (que a veces escasea), el sexto sentido, el sentido de la responsabilidad y otro sentido que también hemos perdido durante los meses de pandemia: el sentido del humor. Se asoma uno a fisgar como un voyeur a las redes sociales y solo lees a gente mosqueada o que contesta como un elefante en una cacharrería. Uno no es la chispa de la vida pero, como diría aquel, aquí va un chistecito blanco e inocuo para despertar el sentido del humor.

“-Ernesto, ¿tu sueldo es en bruto?

-Es en neto.

-Enneto, ¿tu sueldo es en bruto?”.