n estos tiempos de ruido ensordecedor cada vez hay más individuos anestesiados y perdidos. Todos participamos del mismo juego, al compás de un ruido mediático y político incesante que convierte al silencio en el mayor de los aliados para calmar la mente y no desfallecer en el intento. ¿Pero qué ocurre cuando el sigilo no solo no sana sino que se revela como una amenaza aún más temible? En La torre vigía de Elizabeth Harrower, un clásico de la literatura australiana muy recomendable para leer estos días, se nos ofrece un retrato incisivo sobre el miedo, la crueldad doméstica y la tiranía matrimonial. Una novela que ha cumplido ya más de medio siglo de vida pero que sigue de rabiosa actualidad. En el ámbito de la psicología se habla de la ley de hielo como una forma más de abuso psicológico por medio del silencio. Es el mejor cómplice del maltratador. Es ahí donde encuentra su mejor refugio, donde quedan cobijadas todas las agresiones humillantes y cada uno de los golpes que después, se disimulan con maquillaje y con un "te prometo que es la última vez". El ruido es un coñazo pero al menos enciende las alarmas. Algo que no ocurre con el menosprecio que se muestra bajo una pátina de normalidad. Ese sí que puede resultar mucho más terrible.