veces la vida te da oportunidades maravillosas, la tonta anécdota que voy a contar no es el caso. Fui a darme mi única dosis de vacuna, por eso de haber pasado el covid, y un buen hombre decidió que quería enseñar su cuerpo serrano para el disfrute de quienes allí esperábamos a que pasara el cuarto de hora de rigor. De ahí que en vez de bajarse la manga de la camisa decidiera quitársela y mostrarnos su torso en todo su esplendor. El buen señor se sentó a mi lado para mi suerte tremenda, compartiendo sudor y sin acabar de decidirse a ponerse otra vez la prenda que llevaba en la mano. Generoso. En fin, cositas que pasan y no tienen mayor importancia. Mientras estaba allí disfrutando de tan bello paisaje me acordé de mi amona y esa frase tan manida de "¡lo que hay que ver!". Y es que por ver, nos queda mucho, muchísimo. A mí, por ejemplo, casi todo el planeta en el que vivimos. Me queda por ver que perdamos la costumbre de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Me falta poder ver que dejemos de subirnos al carro de populismos que ganan votos por defender como valor de ciudad que no te cruzas con tu ex. Y me sobran por ver muchas cosas, no solo el torso velludo de mi compañero de vacuna. Esa visión dura solo un rato.