l sonido de las llaves en una puerta que ya no abres; unos pasos perfectamente reconocibles en el pasillo que ya no se escuchan; el concierto de los Dire Straits en el Blu-Ray un domingo por la mañana; el eterno debate sobre si es un reproductor de Blu-ray o uno de DVD porque ya no lee Blu-rays; pedir libros con letra grande porque no ves bien; los libros que nunca te ayudé a descargar en tu tableta nueva; los libros apilados en la sala; que haya dos copias de El proceso de Kafka a menos de 25 centímetros de distancia, una que insististe en que te regalase hace tres años y otra de hace 20 que olvidaste en la estantería; la operación de cataratas que jamás se pudo llevar a cabo porque te ingresaron; la caja de las mil pastillas en el estante de la cocina que la ama ya ha recogido; los cruasanes de la mañana siguiente si pasaba la noche allí; la bici que nunca te compraste; el viaje que nunca haremos al salir del hospital; tus últimas búsquedas en Google; el mensaje diario: "¿Vas a venir a comer?"; el arroz con almejas; el último favor desinteresado que me hiciste; mi segundo nombre; que me preguntes y te rías de la última chorrada que he escrito en una Mesa de Redacción. Textos que nunca te harán justicia, un bodegón sin modelo, los ecos del silencio, las sombras en la oscuridad, los destellos que quedan de una estrella muerta, aita.