icen los analistas que se trata de un alto el fuego frágil, pero al menos servirá para conceder un poco de respiro a este conflicto que nos ha acompañado toda la vida y que tiene todos los visos de continuar porque no hay solución posible cuando las dos partes enfrentadas se niegan mutuamente. Aunque el futuro no está escrito, a día de hoy es imposible conciliar el derecho del pueblo judío a un hogar seguro con la existencia de un estado para los palestinos, los habitantes de las tierras que la culpa europea puso en manos judías para reparar el crimen del holocausto. Hasta ahora, es Israel el que va ganando la lucha en el campo de batalla gracias a su potencia de fuego y sus poderosos aliados, pero en la guerra de la imagen van por delante los palestinos, la parte débil del conflicto, condenada a una existencia terrible en territorios minúsculos y superpoblados. Israel viene aplicando desde hace años una política expansionista que a base de pequeños mordiscos incorpora a sus fronteras territorio del que expulsa a su enemigo, haciendo cada vez más difícil la solución de una tierra dos estados. Una estrategia que se podría confundir con la conquista del espacio vital que sufrieron en sus carnes los fundadores del estado de Israel, precisamente por eso, cabría esperar otra sensibilidad.